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La informalidad como oportunidad

Si tan solo lográramos que las miles de empresas y millones de personas que ejercen su actividad económica de manera informal se vinculen a la formalidad, lograríamos generar un aumento en el recaudo de impuestos y en los aportes a seguridad social, entre otros, incrementando los ingresos del Estado y contribuyendo a equilibrar las cargas para quienes son formales.

26 de noviembre de 2017 Por: Esteban Piedrahíta

La formalización empresarial y laboral en Colombia tiende a mirarse desde una perspectiva fiscalista. Si tan solo lográramos que las miles de empresas y millones de personas que ejercen su actividad económica de manera informal se vinculen a la formalidad, lograríamos generar un aumento en el recaudo de impuestos y en los aportes a seguridad social, entre otros, incrementando los ingresos del Estado y contribuyendo a equilibrar las cargas para quienes son formales.

Este enfoque adolece de fallas conceptuales que redundan en políticas públicas ineficaces. Sería una estupidez, por ejemplo, reducir nuestra mirada sobre las empresas formales a la perspectiva fiscalista. Al país y a la sociedad les debe interesar el crecimiento de sus empresas no para que paguen más impuestos (aunque esto es deseable y una importante función social de las mismas), sino, sobre todo, para que generen más riqueza, más empleo y más conocimiento. ¿Por qué habría de ser distinto con las unidades económicas informales? ¿Acaso ellas no generan ingresos y empleos mejorando el bienestar de millones de hogares?

Cuando entendemos que la formalidad, más que un estado, es un proceso, y más que una condición binaria (se es o no se es formal) es una escala con matices, donde muchísimas empresas cumplen algunos requisitos de ley pero no otros; cuando comprobamos que la gran mayoría de los actores informales lo son más por necesidad, desconocimiento o circunstancias, que por una intencionalidad de violar las leyes (aunque hay una minoría de actores ilegales y criminales sobre los que debe caer todo el peso de la ley); y, sobre todo, cuando comprendemos que el tejido empresarial informal es también un motor de generación de valor y que su tránsito a la formalidad constituye una gran oportunidad para aumentar la productividad de un segmento importante de la economía y así generar más riqueza y equidad, podemos diseñar estrategias y políticas más inteligentes.

Este ha sido el propósito del Programa Nacional de Formalización Empresarial para la Competitividad Regional que en los últimos años han acometido, en alianza con el FOMIN del BID, las 6 principales cámaras de comercio del país, con el liderazgo de la de Cali. Partiendo de un entendimiento más sofisticado de las circunstancias y variantes de la informalidad, de la tesis central de que la formalidad es función del crecimiento y no al contrario, y del convencimiento de que a los empresarios hay que seducirlos hacia la formalización más que imponérsela a rajatabla, este programa ejecutó pilotos de acompañamiento para el crecimiento con 950 empresas de múltiples sectores y en diferentes estadios de la formalidad en las 6 principales ciudades del país.

Los resultados fueron muy alentadores. Con programas de fortalecimiento relevantes, segmentados por sector, con herramientas y contenidos de valor fácilmente aplicables y apalancados en herramientas básicas de tecnología, se logró que, en menos de un año, las empresas mejoraran en indicadores empresariales clave, como la frecuencia de visita de los clientes (+68%), a la vez que aumentaban su grado de formalización. Al comenzar los pilotos, el 52% de las empresas tenían menos del 40% de sus trámites de ley al día; al finalizar, solo un 33% estaban en esa condición. Casi mil empresas fortalecidas, haciendo más sostenibles sus avances en formalidad. Estos resultados, y otras propuestas para impulsar el crecimiento empresarial y la formalización, serán los temas de discusión en el foro internacional de cierre del programa el próximo martes en Bogotá que será transmitido en vivo por internet.

Sigue en Twitter @estebanpie