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Recuperación o impuestos

Es enorme el desmedro en el bienestar de los colombianos fruto de las medidas tomadas a raíz de la aparición del virus chino Sars-CoV 2.

1 de diciembre de 2020 Por: Emilio Sardi

Es enorme el desmedro en el bienestar de los colombianos fruto de las medidas tomadas a raíz de la aparición del virus chino Sars-CoV 2. Y salvo fanáticos como la alcaldesa de Bogotá, a todos les es evidente la necesidad de buscar la más pronta recuperación de la economía que sea posible dentro de un marco racional de prudencia sanitaria. Esa es la única forma de enfrentar con efectividad y decisión el daño sufrido por todos y, en particular, por los millones de nuevos desempleados y los millones de familias enviadas a la pobreza por esas medidas.

Este problema ha sido atacado en la mayoría de los países con apoyos económicos estatales a sus ciudadanos a través de subsidios, directos o indirectos, y de préstamos. Colombia no ha sido ajena a esa estrategia, y el Gobierno, aunque con excesiva timidez, también la ha usado aquí. En lo que Colombia sí se diferencia es en que es probablemente el único país en el mundo en el que se pretende gravar con nuevos impuestos a sus ciudadanos a raíz de la pandemia.

Tras quince reformas tributarias en veinticinco años, el país ha caído al puesto 135 entre 137 en el capítulo de tasa impositiva total del Reporte Global de Competitividad porque la receta mágica que aquí se usa automáticamente ante cualquier eventualidad es imponer impuestos.
Pero los países en recesión no salen de ella con incrementos de impuestos. En cambio, son múltiples las experiencias en otros países que prueban cómo las reducciones en impuestos fomentan el emprendimiento y revitalizan la economía. El propio credo económico que profesan los académicos nacionales reza que en tiempos de crisis deben usarse políticas expansionistas, no las contrarias. Por eso, la propuesta de imponer nuevos tributos ante una crisis como la actual carece de toda lógica.

Para apoyar su recuperación económica, todos los países están incrementando a corto y largo plazo su deuda pública. La de EE.UU., está aumentando de 107% del PIB a 131% del PIB entre 2018 y 2020. La del Reino Unido pasará de 85% a 108%, la de Canadá de 89% a 115%, la de Alemania de 59% a 73%, la de Japón de 238% a 266%, la de Francia de 98% a 119%, la de España de 97% a 123%, la de India de 69% a 89%, y aún la de China subirá de 49% a 62%. En nuestro vecindario, México pasará de 54% a 66%, Brasil de 87% a 101%, Argentina de 86% a 96%, Perú de 26% a 39%, Ecuador de 46% a 69%, y Chile de 25% a 33%.

El fenómeno es universal y, salvo Alemania, para todos los países se proyecta igual o mayor endeudamiento hacia el futuro. Basta un vistazo a los datos del Foro Económico Mundial para entender que los países raramente reducen su deuda, pues normalmente la reprograman o aumentan. ¡Y aquí nos dicen que desde el año entrante tendremos que pagar con nuevos impuestos el discreto aumento proyectado de 54% a 68%! ¡Después de que Santos casi duplicó la deuda pública, de 34% a 54% del PIB, en medio de una bonanza petrolera y cinco reformas tributarias!

Hay analistas que temen que un aumento salarial de más del 3% para 2021 ponga en riesgo la recuperación económica, cuando es posible que, al contrario, ese estímulo a la demanda la ayude. Lo que sí es absolutamente seguro es que darle rienda suelta a la voracidad fiscalista bloqueará cualquier intento de recuperación. Colombia debe tenerlo claro: debe escoger entre la recuperación económica o la imposición de más impuestos.