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El diálogo y la grandeza: la alternativa

Lo que el país necesita es un proyecto común, capaz de unir, no un caudillo ni una coalición circunstancial.

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Canciller Claudia Blum
Canciller Claudia Blum | Foto: Cancilleria

9 de nov de 2025, 02:51 p. m.

Actualizado el 9 de nov de 2025, 02:51 p. m.

Ha llegado la hora de las definiciones. El partido de gobierno puso en marcha su consulta interna y avanza con la estrategia clara de mantener el cambio que promueve, mientras que las fuerzas contrarias parecen llegar tarde a la cita. La oposición aún discute quiénes serán sus candidatos para las consultas de marzo, desaprovechando un tiempo valioso. El país no puede seguir en esta indefinición: se requiere que los partidos aceleren sus acuerdos y comiencen a hablar de la Colombia que quieren construir.

Desde el 1 de noviembre se reactivaron las encuestas, cuya prohibición fue una decisión absurda que silenció el pulso de la opinión pública. Ese retorno de la medición es clave para que los aspirantes tomen decisiones con realismo. Los que no alcancen un respaldo significativo deben tener la grandeza de apartarse y concentrar sus esfuerzos en fortalecer las listas al Congreso. Necesitamos legisladores con visión de Estado, capaces de debatir y aprobar los proyectos que definan el rumbo nacional.

Estamos a cinco meses de las elecciones legislativas y a siete de la presidencial, pero las fuerzas políticas de centro y de derecha continúan atomizadas en más de 60 precandidaturas. Algunos recogen firmas, otros no definen si participarán en consultas y muchos se limitan a enfrentar la agenda del gobierno sin presentar alternativas. Este escenario caótico confunde al elector, debilita la democracia representativa y amenaza la gobernabilidad futura.

Por eso resultan muy significativas las reuniones entre Gaviria y Uribe. Más allá de sus trayectorias y diferencias, el que se hayan reunido en Rionegro para cerrar la ‘gran coalición’ de cara al 2026 da una señal de madurez política. Llegaron a un acuerdo preliminar entre sus partidos -Liberal y Centro Democrático- con la intención de ampliar la alianza a otros sectores políticos e independientes. Han promovido diálogos, posibles listas conjuntas y una hoja de ruta común. Si ese liderazgo puede contribuir a establecer reglas claras y reducir la dispersión del espectro político, sería un paso significativo. Este encuentro marca un punto de partida para salir del personalismo y abrir un debate de fondo sobre el modelo de país que queremos.

Si ese diálogo logra atraer a otras colectividades, se centra en propuestas —no en egos-, y mantiene el enfoque programático, podría darse una campaña sin personalismos y contenido propositivo. Una vez se hayan concretado los partidos dentro de la alianza, cada uno podrá definir internamente su propio mecanismo de selección -encuesta, convención o votación interna- para escoger su precandidato. Tarea urgente antes de enero para que los que no queden puedan aspirar al Congreso. Los escogidos se presentarán a la consulta interpartidista en marzo de 2026, organizada por la Registraduría. En esa consulta el que obtenga la mayoría de los votos entre los candidatos de la coalición será el candidato único presidencial para la primera vuelta en mayo. Todos los partidos firmantes se comprometen a apoyarlo, independiente de a quién hayan respaldado al inicio. Este mecanismo busca unir fuerzas evitando que cada partido lance su propio candidato en primera vuelta y se divida el voto.

En este punto del cuatrienio, la opción de la coalición nos garantiza un debate público serio sobre los temas nacionales: la economía, la seguridad, la educación, la salud, la institucionalidad y la desigualdad social. Depurar el abanico de aspirantes no significa restringir la participación, sino fortalecerla; es una medida de sensatez política. Una democracia sólida requiere opciones claras y viables, no una multiplicidad de nombres sin estructura ni propuestas. En la fragmentación se diluye el debate y se corre el riesgo de que lleguen a la primera vuelta candidatos sin opción, experiencia o conocimiento de los desafíos del país. Elegir con objetividad y convicción, es el mejor escenario para cualquier nación.

Lo que el país necesita es un proyecto común, capaz de unir, no un caudillo ni una coalición circunstancial. La coyuntura exige buen juicio, realismo y grandeza. Es el momento del diálogo constructivo y de anteponer el interés nacional sobre las ambiciones personales. Si los liderazgos tradicionales logran tender puentes y las nuevas generaciones aportan ideas frescas y compromiso, todavía estamos a tiempo de cambiar el rumbo y recuperar la confianza en la política y en el país.

Psicóloga de la Universidad del Valle con Maestría en Ciencia Política de la Universidad Javeriana, Estudios en Negociación de Conflictos, Mediación y Asuntos Internacionales. Columnista, concejal de Cali durante 2 períodos y senadora de la República durante 16 años. Presidenta del Congreso de la República, Ex embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas, Ex ministra de Relaciones Exteriores.

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