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Dudas

Y uno se pregunta si el afán de Trump de ganar las elecciones presidenciales en noviembre no solamente busca servir a su país, salvarse a sí mismo.

8 de marzo de 2024 Por: Liliane de Levy

En las últimas elecciones primarias de Estados Unidos se confirmó lo que todo el mundo sabía: Donald Trump aniquiló a su última contendora, Nikki Haley, para alzarse triunfante como único aspirante del Partido Republicano a la presidencia de su país, en las elecciones del próximo 5 de noviembre. Joe Biden, su rival demócrata, mal envejecido, pero convencido de ser el único de su partido capaz de vencerlo (ya que lo hizo hace unos años) y sin más alternativa que intentarlo otra vez, aunque los sondeos aseguran que si las elecciones se llevaran a cabo hoy Trump ganaría, sin mayor problema.

¿Por qué Trump quiere volver a ser presidente? ¿Por qué se somete a tan complicada tarea mientras lo persiguen por crímenes y delincuencias varias, con 91 cargos, incluyendo el intento de provocar un ataque al Capitolio y un golpe de Estado para invalidar resultados electorales que le fueron adversos? ¿Por qué arriesga y paga centenares de millones de dólares en multas que lo pueden arruinar, sin dar su brazo a torcer? ¿Y de dónde saca tantas energías (tiene 77 años) para cumplir con este trajín?

La respuesta que aportan los entendidos: del ego y de la soberbia, pero también de su vital necesidad de volver a la Casa Blanca y desde allá encontrar la manera de una autoamnistía ante la justicia y no ir a la cárcel por los delitos cometidos. Hasta ahora lo está logrando con la ayuda de hábiles y costosos abogados que consiguieron, contra todas las evidencias que lo condenan, posponer los juicios más importantes en su contra y ganar tiempo con la intención de llegar al 5 de noviembre convertido en presidente y arreglar su situación ante la justicia.

Una estrategia que hasta ahora le está funcionando. Y uno se pregunta si el afán de Trump de ganar las elecciones presidenciales en noviembre no solamente busca servir a su país, sino, al mismo tiempo, salvarse a sí mismo. Difícil responder, pero surgen la dudas.

Otro ejemplo que también amerita una reflexión parecida es el caso de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel. Un político muy inteligente, muy capaz y preparado, egresado de las mejores universidades del mundo (MIT y Harvard), que cumple 17 años en el importante cargo (de manera alternada) durante los cuales el país progresó en forma prodigiosa, convirtiéndose en superpotencia.

Sin embargo, y como en todas partes, el poder prolongado corrompe y Netanyahu enfrenta deudas con la justicia por asuntos de soborno, fraude, tráfico de influencias, enredos que involucran su matrimonio y regalos mal habidos. Cargos que esperan sus juicios y le pueden significar la cárcel.

Tales juicios fueron aplazados en múltiples ocasiones: primero por el Covid que paralizó al país, luego por los intentos de debilitar a la Corte Suprema y lograr que no tenga la posibilidad de enjuiciarlo (fracaso) y últimamente, el 7 de octubre del 2023 después del horrífico ataque perpetrado por los palestinos de Hamás contra un pueblo israelí situado sobre la frontera de Gaza, masacrando a más de 1200 israelíes y llevándose unos 150 rehenes. La respuesta de Israel no se dejó esperar con una guerra de retaliación violenta, calificada ‘del todo por el todo’, comandada por Netanyahu y que hasta ahora no cumplió su principal propósito de eliminar para siempre la presencia de Hamás en la región y liberar a todos los rehenes.

Y la gente se pregunta: ¿Será la intención de Netanyahu de lograr una victoria plena en Gaza alentada por su mero patriotismo o viene mezclada con un desesperado afán de hacerse perdonar su parte de responsabilidad en lo ocurrido y a la vez suavizar sus juicios y una probable condena después de terminar la guerra? Otra vez, surgen las dudas.

Conclusión: en los países democráticos, los aspirantes a cargos políticos importantes, como presidente, primer ministro, o ministros, con antecedentes penales, deben ser vetados. Su instinto de defensa propia puede afectar su juicio, y no conviene.

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