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Dos juicios

El proceso contra Uribe ha despertado toda clase de expectativas y de movilizaciones similares y su resultado final se va a convertir en un ‘punto de inflexión’ en la vida política del país.

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Alberto Valencia Gutiérrez | Foto: El País

13 de ago de 2025, 03:25 a. m.

Actualizado el 13 de ago de 2025, 03:25 a. m.

La prensa repite con mucha frecuencia que Álvaro Uribe es el primer expresidente en ser juzgado y condenado penalmente. Esta versión es falsa, porque en el Siglo XIX hubo cuatro juicios contra expresidentes: Santander (1828), Melo (1854), Obando (1855) y Mosquera (1867), que terminaron en pena de destierro, a la usanza de la época; y en el Siglo XX uno contra el general Gustavo Rojas Pinilla entre 1958 y 1959. Conatos de juicio ha habido muchos. Los más notables son dos: contra M. F. Suárez, en 1921, que no prosperó por renuncia del implicado; y contra Ernesto Samper en 1997, que terminó por sobreseimiento.

¿Qué similitudes y diferencias hay entre el juicio a Rojas y el juicio a Uribe? Ambos son juzgados como expresidentes, pero el primero por irregularidades en el ejercicio de sus funciones y el segundo, por presuntos delitos cometidos después de terminados sus períodos presidenciales. En los dos casos hay unos cargos específicos, de menor importancia con respecto a otros de mayor envergadura. Rojas fue juzgado por haber autorizado la entrega de unas reses de contrabando en Buenaventura y por haber presionado al gerente de la Caja Agraria para que le otorgara unos préstamos a unos campesinos que habían invadido una de sus fincas. Uribe ha sido acusado por fraude procesal y soborno a testigos, pero para todos es sabido que en la Fiscalía cursan acusaciones de mayor gravedad.

En ambos casos, más que de procesos dirigidos contra unas personas en particular, se trata de juicios organizados contra dos líderes políticos, representativos de su época. La gran diferencia se encuentra en que Rojas fue el único acusado de los “horrores de la Violencia” de los años 1950 y Uribe es uno, entre muchos otros, de los supuestamente implicados en lo sucedido en los últimos años. Sin embargo, lo que está en juego en el fondo es la responsabilidad global de una época.

Un elemento fundamental para considerar tiene que ver con las consecuencias de estos juicios. En el caso de Rojas, el enjuiciamiento fue llevado a cabo con la finalidad de anular políticamente a los militares como alternativa de poder. Y de las “gradas del Capitolio”, como decía el propio implicado, salió el movimiento populista Alianza Nacional Popular (Anapo), que marcó la vida política en la Colombia de los años 1960, hasta la “supuesta derrota electoral” de su líder en las elecciones de 1970. En el caso de Uribe, si prospera la condena impuesta, las consecuencias son impredecibles.

Los ‘futurólogos’, por lo general, piensan con el deseo. Porque si algo ha cambiado durante los últimos veinticinco años es que ya no estamos en capacidad de hacer predicciones. La volubilidad de la opinión se ha convertido en regla. La novedad de las elecciones de 2022 no fue el triunfo de Petro, sino el 50 % de los votos por R. Hernández. ¿Alguien se podía imaginar en ese momento que la gran derrotada de las elecciones de ese año iba a ser la clase política tradicional? Cualquier cosa puede ocurrir ahora.

El juicio político a Rojas mantuvo en vilo el país durante varios meses y contó con la activa participación de las ‘damas de la alta sociedad bogotana’. El proceso contra Uribe ha despertado toda clase de expectativas y de movilizaciones similares y su resultado final se va a convertir en un ‘punto de inflexión’ en la vida política del país. A los lectores interesados en comparar los dos juicios los invito a la lectura de mi libro ‘La invención de la desmemoria. El juicio político contra el general Gustavo Rojas Pinilla en el Congreso de Colombia’ (Univalle, 2024), que pronto estará en los estantes de la Librería Nacional.

PD. Quiero expresar mis condolencias a la familia y allegados del senador Miguel Uribe Turbay, asesinado de manera infame. El “carácter sagrado de la vida” debe primar sobre las diferencias ideológicas o sobre cualquier utilización del asesinato como estrategia política, que parece ser el caso aquí. En lo que va del año han sido asesinados 81 líderes sociales. Rechazo total.

Profesor Departamento de Ciencias Sociales Universidad del Valle e investigador del Cidse desde 16 de mayo de 1977. Doctor en Sociología de la EHESS de París. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas y director de los programas de pregrado, maestría y doctorado en Sociología. Escribe para El País desde 1998.

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