Columnistas
Centro de gravedad
Comienza una reorganización del orden global.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias


6 de sept de 2025, 03:24 a. m.
Actualizado el 6 de sept de 2025, 03:24 a. m.
La semana pasada se llevó a cabo una reunión que podría convertirse en un remezón en el orden del poder mundial, con réplicas y consecuencias para todo el planeta. Se trató del encuentro entre Vladimir Putin, Xi Jinping y Narendra Modi, en la ciudad de Tianjin, al norte de China. Se reunieron en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), foro que busca promover una visión alterna del mundo, tácitamente concebido como contrapeso a Occidente y, en especial, a Estados Unidos.
Este año, la foto de los tres líderes no fue solo un retrato protocolario en un evento internacional, sino un mensaje al mundo: comienza una reorganización del orden global. Aunque la cumbre estuvo motivada en parte por el interés en obtener petróleo ruso a bajo precio, las intenciones fueron más profundas: construir un bloque de defensa económica y política frente a las agresivas políticas comerciales del gobierno de Donald Trump.
Sin duda, las motivaciones de cada uno son distintas. Putin, acosado por sanciones y sin poder negociar condiciones favorables con Trump en la guerra con Ucrania, busca oxígeno económico. Modi, golpeado por los aranceles impuestos a India por comprar petróleo ruso, necesita aliviar la presión sobre su economía. Xi, por su parte, quiere garantizar compradores para la energía rusa mientras intenta evitar que las sanciones de Washington afecten sus negocios en el resto del mundo. Los tres, castigados por medidas occidentales, decidieron dejar atrás sus diferencias y unirse contra el adversario común. Las consecuencias podrían ser profundas.
El primer impacto es un fortalecimiento de Rusia, que asegura un comercio robusto y nuevas alianzas tras años de aislamiento. Con la venta de petróleo, Putin obtiene no solo el alivio financiero que requería, sino también la posibilidad de invertir en su aparato militar. Para India, la urgencia es clara: tras las duras restricciones arancelarias de Estados Unidos, necesita con urgencia socios fuertes para sostener su economía.
China, en cambio, tiene una estrategia más amplia. Además de los beneficios económicos, busca redibujar el mapa geopolítico. Su meta es transformar el modelo bipolar vigente en una estructura multipolar, donde el poder se distribuya entre más actores. Ese escenario le ofrece una doble ventaja a Xi: diluir la influencia de Occidente y acercarse a su ambición de consolidarse como potencia dominante.
Pero estos grandes no son los únicos que mueven fichas. En África, la Unión Africana se ha convertido en un interlocutor que aprovecha la rivalidad entre potencias para atraer inversiones e infraestructura. Europa, en cambio, se encuentra entre la espada y la pared: necesita mantener su alianza estratégica y militar con Estados Unidos, pero al mismo tiempo enfrenta la presión de defender sus propios intereses comerciales frente a los aranceles y sanciones de Trump, lo que genera divisiones internas en el bloque.
Al final, la estrategia de castigos arancelarios parece haberse revertido contra Donald Trump. En lugar de consolidar su control sobre el mundo mediante mano dura y maniobras comerciales, ha incentivado la creación de bloques poderosos que, aun con sus diferencias geopolíticas, encuentran en la cooperación una vía para abrir oportunidades al margen de Estados Unidos.

Caleña. Graduada del Colegio Bolívar. Politóloga de Trinity College con Maestría en Estudios Latinoamericanos de Georgetown. Analista política y asesora para América Latina de Albright Stonebridge Group. Trabajó en Proexport en Bogotá y en la Cámara de Comercio de Cali. Fue subdirectora de la Oficina Comercial de Washington y jefe de prensa de la Embajada de Colombia en Washington.
6024455000





