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La eterna olvidada

Si algo me sorprende de El abrazo de la serpiente no es...

22 de mayo de 2015 Por: Carlos Jiménez

Si algo me sorprende de El abrazo de la serpiente no es su éxito en el Festival de Cannes sino el hecho de que aún nos sorprenda que un colombiano haga una película sobre la Amazonía, una región a la que seguimos considerando tan remota, digamos como Madagascar o Borneo, a pesar de que es la cuarta parte de la patria y, sobre todo, la parte en la que se juega lo mejor de nuestro futuro. El problema es que los colombianos de las ciudades somos así: estamos tan embebidos en nuestro mundillo urbano que nos olvidamos de cuán grande y lleno de posibilidades inexploradas es el país que habitamos. De allí que ni se nos ocurra pensar que los problemas que padecemos de aglomeración incontrolada, violencia, desempleo crónico, contaminación ambiental y desesperante subdesarrollo de nuestra infraestructura económica podrían encontrar vías de solución en esas selvas que nos parecen tan exóticas como ajenas. Quienes no comparten esta penosa ceguera nuestra son los europeos y los norteamericanos, que desde siempre han apoyado a los naturalistas, botánicos y etnógrafos que han venido hasta aquí y se han adentrado en la selva, deseosos de conocer y documentar tanto sus portentosos ecosistemas como las culturas y las formas de vida de los pueblos que viven en ella y la consideran el verde e inagotable Olimpo de sus dioses. Como recordarán Antonio Dorado dedicó un magnífico documental, titulado Apaporis. Secretos de la selva, a dos de dichos investigadores: los etnobotánicos americanos Wade Davis y Richard Evans Schultes, su mentor.Ciro Guerra rinde igualmente homenaje a esta clase de investigadores, sólo que él no ha hecho un documental sino una película de ficción, basada sin embargo en los libros del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y en las fotografías de Evans Schultes que lo sedujeron tanto como sedujeron a Dorado. De hecho el protagonista de su película es interpretado por el actor norteamericano Brionne Davis y se llama Evans. El abrazo de la serpiente está estructurada, al igual que El viaje al corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, como el viaje iniciático de quien se busca a sí mismo en dichas tinieblas. Y que si se encuentra por fin es gracias a la sabiduría de un chamán solitario que le guía por el laberinto de su desconcierto, esperando sólo que le escuche cuando sentencia: “Si no logramos que los blancos aprendan será nuestro fin. Y el de todos”.

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