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El pacto por los ríos

Estamos al borde, si es que ya no lo hemos saltado, de convertir el agua en algo más valioso que el oro.

26 de mayo de 2022 Por: Carlos Jiménez

Tienen razón los rectores de las universidades del Atlántico y del Valle cuando afirman que el convenio de cooperación que han suscrito es un “proyecto de país”. Que, por lo mismo, debe comprometer las energías y los recursos de ambas universidades sino de todos los colombianos que entienden que la defensa y salvaguarda de los ríos Cauca y Magdalena es un asunto vital para la supervivencia del país. Y no exagero. Hace poco he tenido la oportunidad de conocer dos informes que caracterizan al Siglo XXI como el siglo del agua, a diferencia del Siglo XX que lo fue del petróleo.

El primero de dichos informes es suscrito por la llamada comunidad de inteligencia, que agrupa a las 16 agencias que en los Estados Unidos recaban sistemáticamente información estratégica en todo el mundo, incluidas como no podía ser de otro modo el FBI y la CIA. El otro informe lo ha producido el departamento de prospección estratégica de J.P. Morgan, uno de los bancos más grandes y poderosos de los Estados Unidos de América. Por lo que hay que tomar muy en serio el pronóstico incluido en ambos informes y contrastarlo con la penosa realidad de los ríos en nuestro vapuleado país.

Tengo la edad suficiente para haber visto la desaparición de ríos y quebradas afluentes del Cauca en nuestro valle y de dolerme hasta el alma viendo tanto al estuario del río San Juan como a las Bocas de Ceniza del río Magdalena convertidas en poco menos que cloacas.
La tala despiadada de nuestros bosques y selvas, los ataques de la gran minería contra nuestros páramos, el uso intensivo de fertilizantes e insecticidas, las faltas o deficiencias graves en los sistemas de control de los vertidos urbanos en nuestros ríos, para no hablar del ‘fracking’, nos han quitado el privilegio de ser uno de los países con mayor riqueza y disponibilidad de agua en el mundo.

Estamos al borde, si es que ya no lo hemos saltado, de convertir el agua en algo más valioso que el oro. Sí, ese oro, por cuya consecución estamos sacrificando nuestros acuíferos. De allí que sea urgente e inaplazable la adopción de una política multifacética que aborde la ingente tarea de devolverle tanto al río Cauca como el Magdalena la salud que les hemos arrebatado con nuestra incuria y nuestra codicia. Se lo debemos a nuestros abuelos, que fueron mas responsables de lo que hemos sido, y a nuestros hijos, a quienes no podemos legarles un país de aguas envenenadas.

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