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La prevención de los asesinatos masivos

La contribución de la comunidad en la prevención de estas conductas es vital.

27 de junio de 2018 Por: Carlos E. Climent

Ciertas actitudes por parte de la comunidad podrían ayudar a prevenir o, al menos, a disminuir la sensación de impotencia frente a hechos macabros.

Lo primero es comprender que no hay soluciones sencillas para problemas tan complejos y que una comprensión amplia, multifactorial y a varios niveles, es fundamental en la prevención de los asesinatos masivos.

El control racional de las armas de fuego no es la única opción preventiva. No porque no sea conveniente limitar su uso, sino porque no es realista. Por un lado, porque los dueños del mundo son los fabricantes de armas (como ejemplo basta mirar el caso de la National Rifle Association en los EE.UU.). Por el otro, por la facilidad con la que circulan las armas entre los grupos criminales en casi todos los países.

Los padres de familia tienen la responsabilidad de seleccionar la programación de la diversión de sus hijos, para ejercer un mejor control sobre el tiempo que sus hijos pasan frente a un televisor viendo toda suerte de programas inadecuados. O frente a un video-juego en el cual el ganador es el que más personas mata.

La familia, en general, debe estar atenta a las conductas individuales que sugieran patología, así como a las evidencias de información que provengan de otras fuentes externas.

Los medios de comunicación deben actuar de una manera más responsable cuando presentan los hechos de sangre para no centrarse en el asesino. No ignorándolo, sino evitando el glorificarlo, demonizarlo o calificarlo dentro del ranking macabro: ”..este último caso supera al anterior por tantos muertos…”.

A los medios les corresponde hacer énfasis en las medidas de apoyo a las familias de las víctimas, eliminando de sus guiones las entrevistas
deshumanizadas, sensacionalistas y grotescas con las cuales buscan mejorar el rating a expensas del dolor de las familias que han perdido de manera violenta a un ser querido. Pero también promover el apoyo efectivo a las víctimas y a sus familias, y no destacar la frialdad o el éxito en la misión del asesino.

En la medida en que los antisociales en potencia sientan que sus actos salvajes promueven apoyo a los supervivientes-no al salvajismo- perderán un estímulo importante para la realización de sus actos de sangre.

A la sociedad como un todo corresponde el no permanecer indiferente frente a los hechos violentos. Pues en la medida en la que estos acontecimientos destrocen exclusivamente a las familias afectadas y dejen ilesa e indiferente al resto de la comunidad, estos actos se seguirán sucediendo.

Al Estado corresponde el control estricto de los programas que estimulan la violencia y que plagan la televisión y otros medios. Algo utópico por lo rentable que resulta la violencia y porque el dinero todo lo corrompe.

En resumen, no son exclusivamente las autoridades sino la gente común
y corriente, es decir todos nosotros, los que podemos hacer algo para contribuir en general a la prevención de la sociopatía cotidiana, especialmente en sus formas disimuladas
y en particular a la prevención de los asesinatos masivos.

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