Pantis de seda y encaje

Noviembre 22, 2018 - 11:40 p. m. 2018-11-22 Por: Carlina Toledo Patterson

Me pareció curioso ver cómo reaccionaron muchos de los parlamentarios irlandeses a principios de este mes ante un panti de seda y encaje. Curioso porque siendo una prenda tan común, tan del día a día, ese 13 de noviembre fue como si les hubieran sacado de una bolsa al mismísimo demonio.

¡Revuelo en el seno del Oireachtas! Y no es de extrañarse, ha sido una sociedad conservadora, mojigata, muy religiosa y de la cual en los últimos años están saliendo los escándalos de abuso sexual más inverosímiles.

El caso es que en esa ocasión esa prenda de ropa interior femenina simbolizaba un hecho que es absolutamente inaceptable así suceda en Dublín, o en Riyadh, en Shanghai, en Nueva York, Kansas, Cali o cualquier lugar del mundo.

Una niña de 17 años fue presuntamente violada en algún lugar de Dublín por un hombre de 27 quien se declaraba inocente de la agresión. La abogada defensora del presunto violador sacó los pantis de seda y encaje que había usado ese día la niña, los mostró al juez, al jurado y a todos los asistentes y dijo “es claro que ella estaba atraída por mi defendido y estaba abierta a conocer y estar con alguien. Tienen que ver la manera como se vestía. Estaba usando una tanga con encaje”. El presunto violador fue declarado inocente.

Yo no sé si le pase a alguien más, pero esa afirmación a mí me hace hervir la sangre. Primero porque nadie, mujer u hombre, tiene por qué sufrir la humillación de que se ondee su ropa interior frente a cientos de personas en ningún tipo de juicio. Y dos, porque en un juicio por violación el tipo de prenda interior que usase la persona no puede ser evidencia de que fue un mal buscado.

De hecho -y creo que puedo estar hablando por muchas mujeres- no usamos ropa interior para complacer a nadie más sino a nosotras mismas. En el cajón, caja, canasta o bolsa donde guardamos los pantis puede haber con seguridad más de diez modelos diferentes. Yo veo entre los míos: thongs, g-strings, tangas, bikinis, cacheteros, boxers, hipsters, clásicos, de corte alto, de corte bajito, control de gorditos, y sin duda hay muchos más. Pueden ser de algodón, seda, rayón, con encaje, bordados, perlas, lentejuelas y del color que sea.

¿Cuándo se usa qué? Pues depende de la pinta del día, del tipo de pantalón, falda o vestido, de la hora, del clima, pero sobre todo depende del estado de ánimo. En últimas, uno se viste para uno, la ropa interior que se use es para uno y también para sentirse bien, empoderada, sexy, dulce, cómoda, etc., etc., etc., y nadie tiene por qué juzgar a un ser humano por eso.

Que el presunto violador en Irlanda haya sido declarado inocente generó una ola de rechazo mundial como era de esperarse porque la ropa no puede ser evidencia de que “uno se lo buscó”. De hecho ni la ropa, ni la cantidad de trago consumido, ni el hecho de no gritar pidiendo ayuda. Esos son mitos y estereotipos usados demasiado comúnmente para afirmar que el sexo fue consensuado. Con el hashtag #thisisnotconsent (esto no es consentimiento) hubo manifestaciones de rechazo en redes sociales y en las marchas se gritaba “A donde vayamos y lo que nos pongamos, sí es sí y no es no”.

En el Parlamento, Ruth Coppinger, miembro de ese colectivo mostró unos pantis de seda y encaje y solicitó a la Presidencia y a sus colegas aprobar una ley cuya esencia sea el consentimiento, que haya entrenamiento a jueces y jurados, investigación y sobre todo, un cambio radical en las taras mentales que tanto daño han hecho a las mujeres de este mundo. #thisisnotconsent!

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP

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