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Mejores que nosotros

Hay quienes ven en la Generación Z un grupo demográfico que solo presenta amenazas al statu quo, porque la verdad es que son bien distintos a nosotros, no solo porque son nativos digitales y no conciben...

4 de julio de 2019 Por: Carlina Toledo Patterson

Hay quienes ven en la Generación Z un grupo demográfico que solo presenta amenazas al statu quo, porque la verdad es que son bien distintos a nosotros, no solo porque son nativos digitales y no conciben la vida sin estar conectados, sino porque quienes ingresan al mundo laboral han roto las barreras de las jerarquías y ellos lo tratan a uno ‘de tú a tú’.

Nos han revolcado tanto la manera de pensar y de actuar que ya en muchas empresas existen estrategias para comprender a esa fuerza laboral que no demora en tomarse el mundo. De hecho, hablo de ellos y de nosotros, porque tengo claro que esta columna no la estará leyendo ninguno de ellos, porque la manera de enterarse de lo que está pasando a su alrededor y de comprenderlo, no es a través de este medio que nosotros tanto atesoramos.

No obstante los factores que nosotros podamos ver como amenazas, estoy convencida que ellos van a ser mejores seres humanos que nosotros. De lejos.

Son los nacidos entre 1994 y 2010, aunque esas fechas varían un poquito según lo que uno lea. Tengan en cuenta que nosotros somos los nacidos bastante más allá: seguramente de 1980 para atrás y aunque en mi caso particular, siendo lo que llaman una flower child, nacida en 1968 en California, la cuna de la revolución de amor y paz, jamás tendré tan acentuadas ciertas características que tienen los Z y que admiro profundamente.

Ellos -muchos de ellos- son solidarios de una manera que nosotros jamás seremos. Van mucho más allá en sus esfuerzos por ayudarle a los demás y a los suyos. Y a esto se amarran varios aspectos importantes de los que nosotros hablamos más de dientes para afuera. Por ejemplo -y acabamos de ver las marchas de orgullo Lgbti en las grandes ciudades del mundo- aceptan de verdad, verdad la diversidad sexual como algo absolutamente normal, lo cual nosotros hemos hecho un poco más ‘porque toca’. A ver, ¿cuándo nos pondremos una camiseta con el arco iris y saldremos a marchar junto con lesbianas, gais, travestis y otros para reiterar que todos somos iguales?

O, ¿rechazamos pitillos, bolsas plásticas, recipientes de icopor y objetos de materiales no sostenibles porque de verdad creemos que hacemos daño al medio ambiente? Ellos lo hacen con convicción y son quienes nos reclaman cuando hacemos algo que perjudique el mundo que les vamos a dejar. Ellos sí ven la sobrevivencia del mundo marino como una causa, no una estrategia comercial.

Comen más sano que nosotros y se ejercitan con disciplina porque son conscientes que su cuerpo y su mente son sagrados y si no lo hacen ellos ahora, las consecuencias pueden ser nefastas. Y de las cosas que admiro profundamente es que son mucho más conscientes del daño que hace el alcohol y se cuidan entre ellos a la hora de mezclar licores y volantes de automóviles.

Un riesgo por supuesto es que también se preguntan mucho sobre las brechas sociales y el porqué de ellas. Aunque es obvio que todos debemos trabajar por reducirlas, hay una amenaza que es concomitante a la manera como se informan. La superficialidad en la información les muestra lo que sufren los menos privilegiados y eso obviamente no les parece justo. En ese espacio es donde tenemos la amenaza de que escojan líderes que no son los que necesitan los países en desarrollo.

De manera que nosotros, aunque ellos estén probando ser mejores en muchos aspectos, necesitamos instruir, acompañar y guiar para que sepan que hay gobiernos que pueden acabar con esa manera libre y avanzada de pensar. ¡No los dejen solos, por más que nos reten!

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP