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Colchones de pesadilla

Vivir en condiciones de pobreza evidentemente causa una serie de limitaciones que...

24 de junio de 2011 Por: Carlina Toledo Patterson

Vivir en condiciones de pobreza evidentemente causa una serie de limitaciones que abarcan temas de morada digna, alimentación, educación y salud. Las restricciones obedecen básicamente a que las personas tienen que priorizar en qué invertir sus exiguos recursos y desde luego sobrevivir encabeza la lista. Pensar en comodidad es para muchos irrisorio.En ese sentido es francamente inaudito que en Cali las personas más pobres sufran la indignidad de dormir sobre colchones sin ninguna especificidad de ergonomía y hechos en lugares con condiciones de salubridad precarias. Si a eso se suma que son elaborados con material reciclado de colchones recogidos en los basureros, pañales desechables y toallas higiénicas usadas, es innegable que hay un problema de salud pública en materia física y psicológica y pareciera además que la pobreza ni siquiera permite el buen dormir. El tema no es nuevo. Según un informe de la Secretaría de Salud Municipal, desde la década de los 70 se vienen adelantando operativos de control al negocio informal de venta y uso de colchones. La entidad detectó que hubo un aumento de la actividad informal entre 1989 y el 2000, y lo atribuye a las condiciones sociales y económicas del momento. Entre 2001 y 2010 las medidas fueron de control y decomiso. La estrategia actual complementa las acciones anteriores y ahora se busca también educar a la población en estilos de vida saludables y hábitos de uso de colchones, lo cual es sin duda fundamental.No obstante, por más educación que se imparta, es claro que hay un estrecho espectro de opciones dignas pero económicas para una inmensa población de bajos recursos. Además, al cerrar establecimientos se afecta el empleo que la misma actividad genera.Se estima que en Cali puede llegar a haber hasta dos mil recicladores no censados, adicionalmente se calcula que en cada uno de los 20 negocios informales ubicados en las comunas 4, 6, 7, 8, 13,16 y 20 pueden trabajar unas cuatro personas. Por ende, son muchos los que se quedarían sin sustento al ser clausurados los establecimientos formales e informales que no cumplen con las normas. Por otro lado, al reducir la oferta de colchones económicos (los reciclados se venden por $40 mil) se quedarían miles de personas sin el producto, y evidentemente sin la posibilidad de acceder a los que venden las grandes colchoneras y que valen millones de pesos.Si estas empresas decidieran implementar verdaderas prácticas de responsabilidad social corporativa, lo obvio sería que trabajaran de una manera mancomunada con aquellas 24 colchoneras formales que están cumpliendo con la resolución 1842 de 2009 y que ofrecen productos a más bajo costo. Lo lógico en términos de RSC sería compartir con ellos conocimiento, prácticas, tecnología y lograr una cadena certificada, que garantice al usuario un producto de calidad. Además, el obvio aumento en la demanda proveería empleo a aquellos que se quedarán sin sustento. Evidentemente esto exige voluntad. Está demostrado que en Cali desde lo público hay gestión al respecto, ¿será que las grandes colchoneras son capaces de ver en las más pequeñas a unos aliados estratégicos para ampliar su portafolio de productos y lograr con ellos atender a un sector de la población, el cual, además de sufrir las angustias de la pobreza, está padeciendo noches de mal dormir? Ojalá. Es cuestión de salud y de dignidad.