Seguridad alimentaria humana
Los esfuerzos de la humanidad globalizada deberían concentrarse en proteger, más allá...
Los esfuerzos de la humanidad globalizada deberían concentrarse en proteger, más allá de los modelos económicos y el libre mercado, la capacidad del planeta para albergar y sustentar a la humanidad. Porque la tierra es la casa de la humanidad, enmarcada en el universo del sistema solar y del cosmos. Tierra, vida y conciencia humana son realidades que se pertenecen y requieren caminar de acuerdo. Sobre todo, necesitamos resolver con apremio la satisfacción planetaria de las necesidades vitales¿, que para humanos (conciencia) y universo biológico (biosfera), son distintas pero compartidas: aire, agua, espacio, abrigo, pan, salud, etc. La Palabra de este domingo gira sobre la saciedad de estas necesidades vitales, al lado de otras más profundamente humanas: la del amor, la gratuidad, la providencia de Dios, la solidaridad y el servicio entre humanos. Beber agua, vino, leche, comer pan, pescado, saborear platos sustanciosos hasta quedar hartos, todo de gratis, sin tener que pagar, ni ir a las tiendas a comprar, ni estar condicionado a un salario, son formas de decir que la satisfacción de esas necesidades vitales deben estar garantizadas por la humanidad global, sin dejarlas a la injusta ley del comercio y al imperio del dinero. Si Dios garantiza un universo creado con tres cuartas partes de agua, con dos océanos (¿dos peces?) y cinco continentes (¿cinco panes?) y una tierra capaz de dar lo que se siembra y lo que alberga en el subsuelo, ¿por qué no hay agua potable, alimentación, albergue y salud garantizadas como piso para volvernos humanidad y no mera especie que compite inmisericordemente por la riqueza? Abres Tú la mano y sacias de favores a todo viviente, proclama el salmo responsorial (144). ¿Será la humanidad capaz de volver a comer de la mano de Dios? Para llegar a esa seguridad alimentaria humana, necesitamos ser capaces de comer de la mano de Jesús que multiplica la vida, tomando el pan y el pescado en sus manos, bendiciéndolos, partiéndolos y dándolos para todos: ¡Volver a Comulgar en la Eucaristía! Los cinco mil hombres, más las mujeres y los niños que no eran contables entonces, y los doce cestos (totalidad de pueblos de la tierra), requieren que la conciencia, la vida y la tierra se unan para construir sobre esa gratuidad fundamental (Dios), el resto de cultura y mundo que los perfeccione. ¡Así sea!