La ‘hora’ de Jesús
Jesús fue el mejor ejemplo de corazón puro sobre todo en el momento de sufrir su pasión, muerte y resurrección: la pascua que él llama su “hora”.
Por: Monseñor Édgar de Jesús García Gil, obispo de Palmira
En el camino de la cuaresma, cercanos a la semana mayor, la Palabra de Dios nos invita a suplicar: “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro”. Y el corazón puro es el que siempre obedece con humildad a Dios por encima de todas las propuestas que el mundo nos ofrece.
Jesús fue el mejor ejemplo de corazón puro sobre todo en el momento de sufrir su pasión, muerte y resurrección: la pascua que él llama su “hora”.
Hoy el evangelio de Juan 12, 20-33 nos dice que Jesús, estando en Jerusalén, pocos días antes de la pasión, les dijo a Felipe y Andrés, cuando le presentaron unos griegos que querían verlo: “Ha llegado la hora en que Dios va a glorificar al Hijo del Hombre”
La hora de Jesús se refiere concretamente a su sacrificio en la cruz.
Realmente es una prueba muy dolorosa que Jesús padeció por nuestra salvación. Tanto es así, que Jesús, sudando gotas de sangre, le suplicó al Padre que lo librara de este sacrificio. Con todo, fue escuchado, pero el hijo aprendió en el sufrimiento a obedecer. Hebreos 5,7-9.
Esta humillación de sufrir la pena de muerte en la crucifixión fue lo que permitió que Jesús fuera glorificado, gracias a la resurrección. “Si el grano de trigo muere da mucho fruto. El que odia su vida la guardará para la vida eterna”. “Y uno de los soldados le atravesó el costado, el corazón, con una lanza y al instante salió sangre y agua” De su corazón puro y obediente nació la Iglesia por el bautismo (agua) y por la eucaristía (sangre).
Celebrar la semana santa significa renovar con Jesús la experiencia de sufrir su “hora”, su sacrificio en la cruz por nosotros para poder ser glorificados con él en la resurrección. Su entrega total por la humanidad nos compromete a entregarnos a los demás en caridad, en servicio y en solidaridad. Todos somos hermanos.