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Fortalecer la fe

La pregunta con la que Jesús concluye el evangelio de este domingo (Cf. Lc 1-8), al querer enseñar a sus discípulos a orar siempre y sin desfallecer, plantea una pregunta importante: ¿Cómo hacer para mantener la fe, aún en las circunstancias más difíciles de la vida?

20 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

Por: monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro, obispo auxiliar de Cali
«…Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? » (Lc 18,8).

La pregunta con la que Jesús concluye el evangelio de este domingo (Cf. Lc 1-8), al querer enseñar a sus discípulos a orar siempre y sin desfallecer, plantea una pregunta importante: ¿Cómo hacer para mantener la fe, aún en las circunstancias más difíciles de la vida?

Si bien la fe es un don de Dios, lo cual significa que la capacidad de creer nos viene dada por el Creador mismo, en cuanto respuesta es una tarea plenamente humana que hemos de cultivar constantemente.

Experimentamos que no siempre estamos en la misma disponibilidad para confiar, para creer, para acoger los planes de Dios y para descubrir cómo Dios pueda estar actuando en algunos momentos complejos de la existencia, particularmente aquellos que representan sufrimiento y dolor.

A esto, es importante entender que debemos purificar la concepción que tenemos de Dios y la relación que llevamos con él. Conviene recordar las enseñanzas del papa Benedicto XVI sobre este particular, consignadas en la carta apostólica Porta fidei (La puerta de la fe), con ocasión del Año de la Fe. Allí, en primer lugar, el hoy Papa Emérito llama a entender que la fe no es simplemente tener en la memoria un cúmulo de doctrinas meramente teóricas y desposeídas de algún vínculo afectivo con Dios.

En este sentido, el Papa dice que la fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y es justamente en este 'involucramiento' afectivo, en este «estar con él» que entonces nos será dado entender las razones por las que se cree.

Por supuesto que la fe reclama la inteligencia, la comprensión, pero esta comprensión debe ir también de la mano de la humildad. Nuestro tiempo, lleno de tantos avances intelectuales, tecnológicos, científicos y económicos nos ponen en el riesgo de endiosarnos: trivializando a Dios, o mirándolo incluso como un contendiente. Pero no hay oposición entre creer y comprender sino un verdadero complemento. Creemos y entendemos porque Dios nos creó con estas facultades.

Pero ocurre que en nuestro tiempo hemos puesto todo el acento en lo racional (lo racionalizamos todo), pero no ejercitamos nuestra fe. Sobre el particular, el papa Emérito Benedicto XVI, en el documento mencionado, afirma que: «la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios» (Porta fidei, 8).

En conclusión, ante las crisis de fe, ante las dificultades que la hacen vacilar, ejercitemos nuestra capacidad para creer; hagamos cada día pequeños actos de fe y de confianza en Dios. Pidamos siempre al Señor como en su momento lo hicieron los apóstoles: «Señor, auméntanos la fe» (Lc 17,5). Esto nos ayudará a ver más allá de las circunstancias y afrontar las luchas de la vida, con la certeza de que allí estará la presencia sobrenatural de Aquel que no nos abandona y nos ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos.

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