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Políticos vendidos a Petro

Alguna vez dijo Antonio Navarro que el problema de Petro consiste en que tras su paso por la insurgencia, continuó sin desmovilizarse.

11 de septiembre de 2022 Por: Antonio de Roux

Alguna vez dijo Antonio Navarro que el problema de Petro consiste en que tras su paso por la insurgencia, continuó sin desmovilizarse. Esta frase significa que el corazón y la mente del actual mandatario siguen aferrados a motivaciones radicales, mantienen la disposición de usar métodos de cualquier carácter para obtener sus metas.

Gustavo Petro hizo campaña prometiendo guerra frontal a la corrupción, y transformaciones encaminadas a solucionar el desastre social propiciado por la politiquería tradicional. Pero pronto vimos con estupor que los dueños eternos del presupuesto, los mismos que parasitan al Congreso, los que siempre se reparten burocracia y contratos, optaban por transformarse en socios inseparables del gobierno. También registramos que para mantener la disciplina en aquella troupe de trapecistas y camaleones, el ministro del Interior les advertía sobre la obligación de apoyar la agenda legislativa o enfrentar las primeras líneas organizadas por la Colombia Humana.

El presidente ofreció un gobierno capaz de proveer soluciones rápidas. Pero al efectuar varios de los nombramientos ha quedado claro que para él la ideología prima sobre cualquier otra consideración. Así lo indican, entre otros la escogencia para el Ministerio del Trabajo de una persona cuya agenda es encarecer, hacer más difícil la creación de empleo; la designación en Minas y Energía de alguien cuya visión nos llevaría a depender del petróleo y el gas extranjeros; y el nombramiento en Salud de una señora que aborrece las empresas prestadoras de aquel servicio.

Seguramente las damas aludidas son grandes seres humanos y socias confiables en asuntos de proselitismo, pero como servidoras públicas frente a carteras que exigen conocimientos especializados, competencias complejas y experiencia, sus hojas de vida dejan mucho que desear.

Aunque solo cuente con los votos de una cuarta parte del censo electoral, Petro es el presidente legítimo. Más aún, sus prioridades y programas obedecen a lo que ofreció como candidato. Sin embargo, resulta vergonzoso el ‘prontoculismo’ de ciertos partidos y de las mayorías parlamentarias que abandonando sus convicciones y a sus electores se vendieron miserablemente al poder ejecutivo, para dejar al país sin posibilidades de control político ni contrapesos.

Desde hace años sabemos que del Partido Liberal es posible esperar incoherencias y desvaríos, mientras el de la U gana fama como eficiente ‘mermeladucto’, y el Conservador no es ya el de la tradición sino de la traición. La colectividad traicionó todos los principios y proyectos que alguna vez la hicieran digna de respeto.

Ahora que se habla de reforma política debería aprovecharse para acabar esa desfachatez según la cual partidos situados en las antípodas son enemigos acérrimos antes de las elecciones y luego, intempestivamente, sin consideración hacia sus seguidores, sin respeto a su identidad ideológica se entregan con la nariz tapada a cualquiera que se haga dueño de la gran chequera nacional.

Pero no nos ilusionemos, esta propuesta no pasará. Las reformas políticas son hechas por políticos profesionales ajenos a las necesidades del país y de la gente; unos seres incapaces de soltar sus prebendas. Eso sí, al allanar el camino para un posible desastre las agrupaciones y personajes mencionados serán igualmente responsables.