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Misterios del Rosario

Dios lo libre estimado lector, de tener un accidente de tránsito en...

20 de junio de 2011 Por: Antonio de Roux

Dios lo libre estimado lector, de tener un accidente de tránsito en las calles de Cali. De ser esa la situación y como por arte de magia, aparecería una manada de ambulancias peleándose la tarea de conducirle a un centro asistencial. La inesperada actitud no se relaciona con el humanitarismo, sino con el afán de lucro. Más aún, como están las cosas a usted seguramente lo llevarán a la Clínica del Rosario, acaso la más distante, quizá la menos indicada en relación con el carácter de sus lesiones, pero la entidad que según informes de prensa, recibe el 70% de los pacientes remitidos por accidentes vehiculares. Wílfram Zúñiga se distinguió como padre y esposo ejemplar. También era servicial y alegre. Lo adoraban sus familiares cercanos, y era muy querido por sus compañeros de trabajo y por sus innumerables amistades del barrio Meléndez. A sus 27 años devengaba el sustento en el ejercicio de la noble profesión de mesero. Hace diez días Wílfram salió del trabajo ya avanzada la noche y en un cruce de vías al sur de la ciudad, su motocicleta fue impactada por otro vehículo de igual clase. Quedó mal herido. No habían pasado tres minutos cuando apareció una ambulancia cuyos tripulantes lo llevaron sin consultarle a nadie a la Clínica del Rosario. Esto a pesar de que el accidente se produjo en un lugar cercano a otro centro hospitalario reconocido por su magnífico equipamiento y por su excelente nivel científico. Para hacer corto el cuento, en la clínica de marras no estaba disponible un facultativo que brindara el tratamiento especializado requerido por Wílfram, quien tras tres horas de infructuosa espera y sufrimientos indescriptibles falleció. Mi propósito sin embargo, no es hacerle un juicio de responsabilidad a la Clínica del Rosario. Por el contrario, asumo que la entidad posee una comunidad científica idónea, pero se ha montado en un esquema de atracción de ambulancias y emergencias que no se compadece con sus propias capacidades, y no conviene a la salud de los caleños. Los reporteros investigativos de este diario, incluido Luiyith Melo, uno de los más agudos y experimentados, han efectuado esfuerzos por aclarar el misterio que rodea la masiva afluencia de heridos a la Clínica del Rosario. La conclusión es que allí se maneja un sistema velado de incentivos el cual alcanzaría a los conductores de ambulancias, a los paramédicos, y aún a los propios guardas de tránsito.Las prácticas monopólicas en materia de salud, han sido glosadas por el gremio asegurador a través de la Cámara Técnica del Soat, vinculada a la Federación Colombiana de Empresas Aseguradoras. Y es que ese proceder desconoce el derecho del paciente a escoger, a ser llevado al centro donde están los medios más adecuados para solventar sus necesidades específicas. El traslado forzado de pacientes también puede rayar en lo criminal. Tal sería el caso cuando el transportador de manera inconsulta y animado por el ánimo de lucro o por mera negligencia, conduce al herido a una entidad donde no podrá ser atendido con la celeridad y la competencia requeridas.A todas éstas uno se pregunta, ¿dónde andarán las autoridades locales que no ponen controles y talanqueras, no organizan un centro de despacho y direccionamiento de ambulancias, no protegen la vida de los indefensos heridos caleños?