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El sentido común y las Tres Cruces

¿Cómo es posible que sean los mismos agentes oficiales los que violan los límites para la emisión de ruido en los centros urbanos? ¿Cómo se explica que esos mismos agentes atenten contra el derecho al descanso, la salud y la vida de los ciudadanos?

15 de octubre de 2017 Por: Antonio de Roux

El sentido común viene palo abajo en Cali. A quien tenga dudas le sugiero mirar hacia el cerro de la Tres Cruces cada día más deforestado y erosionado, plagado de antenas, peladeros y parches de erosión. Son sitios desde los cuales vuelan diariamente decenas de toneladas de polvo y partículas para contaminar el aire local.

Mientras esto sucede desde tiempo atrás, unas personas que dicen ser defensoras del medio ambiente arman la tremolina ante la necesidad reportada por el Municipio de podar, reubicar o cortar varios árboles en el separador de la Autopista. Muchos caleños llevados por su amor al terruño caen en la movida. No se preguntan por el origen de una agitación manipulada por candidatos en ciernes ya conocidos, quienes son muy hábiles en el manejo inescrupuloso de las redes sociales.

Concedamos, sin embargo, que la defensa de los árboles de la Autopista constituye un proceder loable. Pero si quienes andan en ese empeño tuviesen sentido común y compromiso verdadero con el medio ambiente pensarían en grande, no solo en los cuarenta vegetales amenazados. Por eso estarían impulsando una gran movilización de los ciudadanos para sembrar los cuatrocientos mil árboles que hacen falta en cada uno de nuestros cerros tutelares. Como lo han venido haciendo discretamente Epsa-Celsia y CVC, que en la semana pasada completaron un millón de árboles plantados a lo largo del Valle.

Por otra parte a los pies de las Tres Cruces, en los condominios de Normandía parte alta y Juanambú, así como en la zona de Bataclán, hay malestar. En este caso la falta de sentido común es de la Policía.

Los sábados, domingos y días de fiesta el helicóptero confiado al manejo de la institución, se suspende sobre el sector desde las primeras horas en medio de un gran estruendo. A continuación comienza a emitir música a todo volumen. La cuestión se prolonga por unas decenas de minutos. Al cabo de ese tiempo los vecinos de varias cuadras a la redonda están desesperando con el estrépito y han visto arruinado su sueño mañanero.

Al averiguar por el tema descubrí que se trata de una iniciativa de la Policía Metropolitana con el propósito de apoyar a los viandantes que a esa hora suben al cerro.

A pesar de la buena intención, en este caso se está presentando el uso inadecuado de un importante bien público. Y es que ese helicóptero operado por la Policía para vigilar a Cali, tuvo un costo de $11.536 millones aportados por el Gobierno Nacional. Al mismo tiempo el alcalde Armitage entregó $6.155 millones para completar el equipamiento de la nave, garantizando los recursos presupuestales para la operación.

Frente a lo que viene aconteciendo en el cerro con un aparato que cada día se hace más ingrato a la población, es necesario formular algunas preguntas que parten del sentido común: ¿Cómo es posible que sean los mismos agentes oficiales los que violan los límites para la emisión de ruido en los centros urbanos? ¿Cómo se explica que esos mismos agentes atenten contra el derecho al descanso, la salud y la vida de los ciudadanos? ¿Será que no existen medios más costo-eficientes para ese tipo de actividades como serían los drones que posee la misma Policía? ¿Acaso no es más eficaz y barato el despliegue de efectivos sobre el terreno para reforzar la seguridad de los paseantes?

Sigue en Twitter @antoderoux