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Bolsonaro, Macron y la hipocresía

El presidente del Brasil es un tipo que podría calificarse como políticamente incorrecto. Racista y homofóbico posee una visión pobre sobre las responsabilidades sociales del Estado.

29 de septiembre de 2019 Por: Antonio de Roux

El presidente del Brasil es un tipo que podría calificarse como políticamente incorrecto. Racista y homofóbico posee una visión pobre sobre las responsabilidades sociales del Estado. Ha alentado la colonización de grandes extensiones selváticas y llegó al extremo de reivindicar la imagen de las sanguinarias dictaduras de extrema derecha.

Como si lo anterior fuera poco los grandes incendios registrados recientemente en la Amazonia han hecho multiplicar la censura sobre su administración. Se lo acusa de pasividad frente a las conflagraciones que arrasaron la flora, la fauna y el hábitat de las comunidades indígenas. La ola de indignación resultante llevó a que un personaje tan influyente como el presidente de Francia saliera con una propuesta inesperada: darle a esa zona del planeta el estatus de patrimonio de la humanidad.

La idea que a primera vista suena interesante, implicaría meter en el congelador parte de un país soberano, sustrayéndolo de la explotación económica. Se trata de un planteamiento que nos incumbe puesto que nuestro país posee grandes extensiones territoriales en el Amazonas.

La actitud de ciertos sectores de opinión y líderes mundiales frente a lo acontecido en Brasil debe revisarse con cautela, porque está contaminada por intereses económicos y políticos. Quienes acusan a la nación suramericana de permitir las quemas y propiciar la destrucción del principal respiradero del planeta, están motivados por consideraciones ideológicas. Tanto así que las cifras provenientes de fuentes confiables ponen en tela de juicio sus afirmaciones. Si bien este año se incrementarán los fuegos con respecto al período anterior, las áreas incendiadas apenas llegarían a la tercera parte de las correspondientes al 2004, cuando siendo Presidente Lula se incineraron casi 28.000 hectáreas ante el silencio de la comunidad y la prensa internacional.

La hipocresía de muchos países en materia medioambiental es inaceptable. Inundan la atmósfera con trillones de toneladas de CO2 e inciden en forma determinante sobre el cambio climático, pero no sufren las consecuencias. Estas se verán en pobres y agobiados territorios distantes. La situación equivale a ser alcohólico pero metabolizar el licor con el hígado de otra persona.

Y es que sobre el particular tampoco mienten las estadísticas. Una veintena de naciones encabezadas por China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón emiten más del 80% del dióxido de carbono, mientras apenas 16 Estados signatarios del Tratado de París sobre cambio climático, cumplen las metas establecidas. Aquí viene una pregunta que pone de presente la gaffe cometida por Emanuel Macron. Aunque se desee la protección integral de la biósfera, ¿Es justo limitar la soberanía de una nación para favorecer a otras que contaminan, intoxican y no cumplen sus compromisos medioambientales?

Como se dijo este asunto atañe a los colombianos no solo por ser copropietarios importantes de la Amazonía, sino porque los bosques y selvas de esa región deberían tener vida garantizada como parte de aquel gran pulmón universal que tanto se necesita. Pero esa es una contribución que no puede hacerse gratis. A los países contaminadores corresponde pagar la labor de las comunidades guardadoras de la floresta y compensar el valor de los alimentos que en esas áreas dejarían de producirse.

Sigue en Twitter @antoderoux