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Sobre la violencia

Pero, ¿Qué diferencia la violencia de un régimen de aquella que busca derrotarla? ¿Porqué se promueve la violencia reiteradamente, a pesar de que las condiciones estructurales cambien radicalmente?

14 de septiembre de 2021 Por: Álvaro Guzmán Barney

Es un de concepto muy trajinado, en la academia y por fuera de ella, pero muy poco definido. En una perspectiva sociológica, es fundamental entenderlo como un tipo de relación social de conflicto en la que uno de los polos propende, de manera intencional o no, por la aniquilación del otro.

En una versión clásica que enfatiza la ‘violencia política’, Hannah Arendt señala su carácter ‘instrumental’. En su consideración, la violencia puede ser justa o injusta, pero nunca será legítima. Se puede justificar como medio, pero nunca como un fin en sí mismo y debe ser acotada en el tiempo. Es justa cuando se lleva a cabo contra la opresión extrema, ejemplificada en el nazismo, el estalinismo o el totalitarismo, formas mismas de organización de la violencia.

Esta afirmación fundamental parte de considerar que el concepto de legitimidad, al contrario de la violencia, supone el reconocimiento del otro y no busca su desaparición. Por esta razón, importa que las distintas formas de dominación sean legítimas. Un problema central para las sociedades es que puedan funcionar con formas de dominación política legitimas, por ejemplo los Estados democráticos que controlan la violencia, buscan la reproducción de las relaciones sociales y de la vida.

Otra vertiente de análisis que hace una critica radical de la violencia, indica que ésta se ha justificado ‘en defensa propia’. Pero, se pregunta Judith Butler, una de sus brillantes exponentes contemporáneas: ¿Quien es el ‘yo’ que puede argumentar la justicia de la violencia frente al otro? En su opinión, todas las vidas deben valorarse por igual y la reivindicación de la ‘defensa propia’ se hace siempre desde posiciones de poder excluyentes. Nadie tiene una vida valiosa per se, frente a los demás. El problema se hace más complejo cuando el ‘yo’ deja de ser un individuo y pasa a ser un colectivo, una familia, comunidad o sector social. Se encuentran, por esta vía, justificaciones de la violencia cuando hay condiciones estructurales que causan violencia y que justifican entonces su uso para acabar con ellas.

Pero, ¿Qué diferencia la violencia de un régimen de aquella que busca derrotarla? ¿Porqué se promueve la violencia reiteradamente, a pesar de que las condiciones estructurales cambien radicalmente? ¿Porqué se justifica históricamente, de manera persistente, en Colombia, la violencia como mecanismo normalizado de resolución de conflictos y de formas dominación ? Pertinente a este respecto el último libro de Jorge Orlando Melo.

En este contexto, se hace importante defender la dominación de un Estado democrático que, con el monopolio de las armas, controle la violencia externa de los particulares y asegure, al mismo tiempo, el mayor control de la violencia que pone él mimo en práctica, siempre buscando el fortalecimiento de la legitimidad del Estado.

Pero, la sociedad no es solamente el Estado. Es fundamental desarrollar una teoría y una praxis de la no-violencia que esté anclada en las esferas privadas de los ciudadanos y de la sociedad civil. No se puede sustentar, de manera definitiva, que los logros en la modernización de las sociedades han requerido de la ‘violencia política’, para alcanzar metas superiores de desarrollo y bienestar. Hay que revisar críticamente la historia de las revoluciones, las contra-revoluciones y los autoritarismos, por ejemplo en el Siglo XX.

En la reafirmación de la vida es más evidente el papel jugado por los procesos educativos, de construcción de la individualidad y de relaciones sociales que, a pesar de ser conflictivos, no buscan la desaparición de uno de los polos. De allí la importancia de los procesos de inclusión social.