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¿Ciudad sostenible?

La ciudad no es sostenible, a menos que cambie radicalmente la orientación y la forma del gasto público

30 de marzo de 2021 Por: Vicky Perea García

En la pasada columna afirmé que el gasto del gobierno debía ser “austero”. Se entendió que se debía reducir el gasto, pero esta no es mi opinión, compartiendo orientaciones neo-keynesianas. Se requiere gastar, si es necesario endeudándose, pero sobre prioridades claramente justificadas, teniendo en cuenta la situación socio-económica de la ciudad. Gastar entonces, éticamente, con “austeridad”, sin asomos de corrupción, clientelismo o despilfarro.

Esta opinión es pertinente cuando se han presentado recientemente hechos ambientales y climáticos que han afectado enormemente sectores de la ciudad, especialmente los barrios de ladera, por el deslizamiento de tierras y la afectación de viviendas de personas humildes. Esto llevó a la columnista Vicky Perea a hablar de la “tragedia de cada año”, lo que es absolutamente cierto, ya que la historia se ha repetido varias veces.

La pregunta es si la ciudad es sostenible, teniendo en cuenta la inestabilidad del suelo por lluvias, por el riesgo sísmico, por las dificultades que se tienen (paradójicamente) con el suministro del agua potable, por el funcionamiento de su sistema de alcantarillado y el manejo de las aguas residuales, por la arborización deficiente del municipio, para mencionar sólo algunos temas ambientales.

La pregunta no es nueva, pero la respuesta sigue siendo negativa: la ciudad no es sostenible, a menos que cambie radicalmente la orientación y la forma del gasto público. Se requiere focalizar el gasto en temas fundamentales para la ciudad que no se resuelven en una sola administración. No producen réditos electorales de corto plazo, ni beneficios particulares, pero pueden cambiar para bien el decurso histórico de la ciudad, hacerla sostenible. El tema del agua y de su manejo es clave.

En este período invernal, el Distrito de Aguablanca se ha salvado de una inundación que habría causado pérdidas humanas y materiales incuantificables. La información de prensa del pasado domingo indica que la obra del jarillón del Cauca se ha construido en el 74%, y que todavía falta un tramo que se espera terminar el año entrante. Es un caso que viene de muy atrás, que comprometió a políticos locales con los asentamientos iniciales de población en el jarillón. Implicó desalojos a la fuerza y no se adoptó oportunamente una estrategia de ‘reasentamiento con dignidad’, como se propuso desde la ‘Alianza de Universidades’, hace casi 10 años.

Es un caso extremo de ‘riesgo público’ que ameritaba una estrategia de reasentamiento adecuada y un gasto eficiente. Es inexcusable el tiempo y los recursos gastados. El alcalde Ospina debe terminar la obra, pero debería tener en cuenta que se ha podido hacer más rápido, a un costo mucho menor, sin tanto conflicto con los pobladores, incluyendo su primera alcaldía.

Distintas administraciones municipales le han dado la espalda al manejo de la cuenca del río Cauca, de donde se toma la mayor parte del agua para el acueducto de la ciudad. Ahora se propone incrementar el agua disponible con un sistema de filtración del lecho del río. ¿Pero cuál es el proyecto de largo plazo? También se habla de tomar agua del río Timba que puede también interesar al norte del Cauca. ¿Cuál es el proyecto regional y como adelantarse al conflicto ambiental latente?

Por el lado de las aguas servidas, desde los años 70 se habla de controlar la contaminación del río, pero hay evidencias de que la calidad del agua se deteriora progresivamente. La planta de tratamiento de la Ptar de Cañaveralejo no funciona adecuadamente y la carga de contaminación que se le atribuye a Cali es del 75%. Falta liderazgo técnico y práctico de Emcali en donde los funcionarios de primer nivel han cambiado sin explicación en la presente administración.