Un año de elecciones
Quienes realizan los ilícitos son las personas y lo hacen porque la Justicia no funciona adecuadamente y con prontitud. Si ellos supiesen que los castigos fuesen ejecutados de manera oportuna y ejemplar, pensarían dos veces en cometer los actos de corrupción.
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4 de ene de 2022, 11:50 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 04:42 a. m.
Se inicia el año lleno de expectativas. Quizás las más importantes son las elecciones parlamentarias y las presidenciales posteriormente, con escasos meses de separación. La que más interés suscita es la elección del nuevo presidente. Las del Congreso no dejan de ser trascendentes, pero debido a nuestro régimen presidencialista, y excesivamente centralista, su designación causa mayor atención.
De la gobernanza dependen los destinos económicos y sociales de nuestro país. No importa qué tan duro trabajemos, ni los éxitos que cosechemos por nuestra actividad, un buen gobierno nos permite disfrutar de nuestras realizaciones, en cambio, otro desatinado, equivocado en sus decisiones, nos forzará a rumiar en un mar de frustraciones. Hace dos o tres lustros Venezuela era el país más rico de Latinoamérica, atraía emigrantes de Europa, hoy expulsa en masa a sus ciudadanos que buscan sobrevivir.
El presidente que sea elegido se enfrenta a no pocos retos. Los más destacados por las encuestas de opinión son la corrupción, las brechas económicas, la pobreza, la inseguridad, etc. Nos encontramos en un período de recuperación económica con mucha liquidez y un alto endeudamiento. El manejo económico y político acertado es fundamental para satisfacer las necesidades más urgentes.
Para combatir la corrupción se necesita reformar nuestro sistema judicial. Los órganos de control deben tener mayor eficacia. La elección de quienes los dirigen es decisiva. Los de peor desempeño son los regionales, que se encuentran excesivamente politizados, aunque los de carácter nacional no se quedan atrás. El problema no está en las normas de adjudicación, entre más las compliquen, mayor será la corrupción, esas telarañas solo las comprenden o se atreven a violarlas los corruptos.
Quienes realizan los ilícitos son las personas y lo hacen porque la Justicia no funciona adecuadamente y con prontitud. Si ellos supiesen que los castigos fuesen ejecutados de manera oportuna y ejemplar, pensarían dos veces en cometer los actos de corrupción.
En esta ocasión se ha presentado por primera vez un numeroso grupo de precandidatos y candidatos a la presidencia, lo cual produce incertidumbre para acertar quien nos gobernará por los próximos cuatro años. El puntero por ahora es Petro, el único que viene haciendo campaña desde que perdió las elecciones hace cuatro años, representando a la extrema izquierda. Recientemente ha logrado convocar a varios políticos, varones de la política tradicional, adictos a la burocracia, como Roy Barreras, Armando Benedetti y Luis Pérez, seguidores de vertientes ideológicas acomodaticias, lo cual desvirtúa lo que con tanto ímpetu y convicción ha predicado.
Cuando se inicie la contienda electoral de los candidatos que representarán las diversas plataformas políticas, se podrán hacer cálculos más certeros de los posibles resultados. Las encuestas de opinión que se están realizando son especulativas y engañosas.
En mi opinión además de la corrupción se requiere avocar una reforma tributaria que consulte lo que predican las entidades independientes especializadas sobre el tema, y un aspecto hasta ahora ignorado, la desconcentración. Bogotá tiene el 14,5% de la población y concentra el 32% del PIB nacional, su ingreso per cápita es 47% mayor al del resto del país.

Economista de profesión. Empresario con experiencia en el sector público y privado. Columnista de El País desde hace varios años.
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