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La revolución tecnológica

Las rentabilidades de las más destacadas son inmensas. No es extraño ver cifras de utilidades entre el 30% y el 40% anuales.

1 de febrero de 2022 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Al igual que en el Siglo XVIII, cuando irrumpió la máquina de vapor, hoy estamos viviendo una revolución económica y social de gran envergadura y de inmensa profundidad, la revolución tecnológica. La gran diferencia es que la actual es más vertiginosa y su impacto global, no como la industrial que fue ganando terreno lentamente.

Tal como lo afirmé cuando se inició la pandemia, las ayudas tecnológicas fueron fundamentales para mitigar los efectos económicos y sociales de un evento tan nefasto. Las reuniones por Zoom se convirtieron en el pan nuestro de cada día, las transacciones se realizaron por internet, los estudiantes continuaron sus programas de manera remota, con dificultades y sin la efectividad de la presencialidad, pero sin duda la virtualidad fue de inmensa ayuda.

Somos testigos de las bondades y ventajas de los adelantos tecnológicos. Nos percatamos de los aspectos positivos, pero aún no visualizamos los inconvenientes que han surgido con la súbita incursión de las nuevas tecnologías, producto de los avances en la electrónica. Como una moneda, tiene dos caras.

Desde hace ya algún tiempo preocupa la aceleración de la concentración de la riqueza. Hoy, de las 10 empresas más grandes del mundo, 8 son de tecnología. Las otras dos son Aramco, la compañía petrolera de Saudí Arabia, y el fondo de inversiones de Warren Buffett. El crecimiento de las empresas tecnológicas es sideral. No es extraño ver que dupliquen sus ingresos en uno o dos años. Amazon, por ejemplo, proyectó vender US$500.000 millones en el 2021. Las rentabilidades de las más destacadas son inmensas. No es extraño ver cifras de utilidades entre el 30% y el 40% anuales.

La otra consideración es que la inmensa mayoría está en manos de muy pocos dueños. Fueron creadas inicialmente por una o dos personas. Ellos determinan el rumbo de sus destinos. En la mayor potencia económica, los EE.UU., han contribuido a aumentar considerablemente las brechas económicas. Son más poderosas y autónomas que la mayoría de las naciones del mundo.

Otras dos características preocupantes son sus tendencias monopolísticas y el empleo. Tan pronto surge un emprendimiento con visos de éxito, le caen como buitres y lo compran. La segunda es que crean muy pocos puestos de trabajo. Facebook por ejemplo solamente emplea 18.000 personas, a pesar de tener ventas de US$85.965 millones en el 2020.

La legislación actual no es adecuada para controlar las actuaciones de dichas empresas. Por lo general la ley no se crea simultáneamente con las innovaciones, se construye con posterioridad. En la actualidad son libres de actuar a su criterio.

Recientemente leí el libro ‘La era del capitalismo de la vigilancia’ de Shoshana Zuboff, un juicioso análisis de las consecuencias derivadas de las actuaciones, en especial de Google y de Facebook. Resumir en pocos renglones un libro de 700 páginas de lectura y 200 de referencias es imposible, quizás un párrafo de algunas luces de su tesis: “La instalación global del poder instrumentario supera y sustituye la interioridad humana, aquella que nutre la voluntad de querer y da sostén a nuestras voces en primera persona, por la incapacidad de la democracia desde su raíz”. El capitalismo de la vigilancia vigente, carcome el libre albedrio y promueve el totalitarismo. La legislación aún no lo regula.