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La marcha

La marcha del 21 de noviembre fue un éxito en participantes, confusa en propósitos y un desastre posterior en vandalismo.

26 de noviembre de 2019 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

La marcha del 21 de noviembre fue un éxito en participantes, confusa en propósitos y un desastre posterior en vandalismo. Inicialmente se convocó por iniciativa de las centrales obreras, luego los estudiantes, posteriormente los ambientalistas, después los maestros y así sucesivamente.

Se trató de una marcha que manifestaba un descontento generalizado, una marcha que exteriorizaba inconformidad con el régimen, el cual no excluye a los políticos, jueces y legisladores. Para otros fue una desaprobación al presidente Duque.

Un problema que gravita en la desazón social es el deterioro de la credibilidad en las instituciones, para recuperarla es condición, sine qua non, que quienes las constituyen, estén dispuestos a cambiar. Como los alcohólicos anónimos, el primer paso es aceptar y confesar el problema para enmendarlo.

Cuando fue anunciada, el Gobierno como respuesta afirmó que no tenía planeado presentar ante el Congreso reformas a las pensiones, ni modificaciones al código laboral. Me consta que el Gobierno actual ha hecho un cuantioso aumento destinado a la educación. Nunca antes se había logrado un incremento tan sustancial para las universidades públicas y lo está cumpliendo a cabalidad. Sin embargo, la mayor parte de los marchantes eran estudiantes y se aducía como reclamo en las pancartas, el paquetazo pensional y laboral de Duque, lo cual indica que no existió credibilidad, que prevaleció la manipulación, o como piensan muchos, su carácter fue político.

La marcha se inspiró en lo que ocurrió en Chile, en Bolivia y Ecuador recientemente, pero las causas de las expresiones de inconformidad en esos países son distintas a las que se adujeron en Colombia.

Casi todas las marchas terminan produciendo vandalismo y criminalidad. En la inmensa mayoría se infiltran personas, cuyas intensiones son diferentes a los motivos que se aducen para realizarlas. Para algunos de los manifestantes, la finalidad de sembrar el caos y poner en aprietos al Gobierno, es uno de los propósitos.

Siempre he tenido la curiosidad de saber por qué los encapuchados no son aprendidos por ocultar su identidad.
En esta ocasión se puso de manifiesto la doble finalidad de las redes sociales, en oportunidades son muy útiles para propósitos nobles, en otras para producir desorientación y anarquía utilizando el engaño, como ocurrió el 21 de noviembre, de manera especial en Cali.

El Presidente en una alocución al día siguiente prometió llamar al diálogo, mediante una conversación nacional para analizar la vigencia de la política social. Lo fundamental es disminuir las brechas económicas y que la equidad prevalezca.

Los sindicatos fueron explícitos en oponerse a cambios a la legislación pensional y al código laboral. Rechazan cambios al estado actual de las pensiones, cuyos efectos son regresivos. Buena parte del presupuesto nacional se destina a pagar las pensiones más altas.

También han dicho que se oponen a la reforma fiscal, actualmente en discusión en el Congreso. Se oponen por lo tanto a una disminución a la tasa impositiva para las empresas, lo cual estimula el empleo, a una excepción del IVA, para la inversión en equipos, en síntesis, a un mayor ingreso fiscal, indispensable para sus demandas.

La marcha tuvo un trasfondo político y las respuestas corren el riesgo de ser populistas.