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Parando la revolución

Invito al Superintendente y al gobierno a no darles la espalda al desarrollo y la innovación. Los invito a no parar la revolución, sino a ser parte de ella.

19 de enero de 2020 Por: Alfonso Otoya Mejía

Históricamente, quienes han sido víctimas de las revoluciones las han visto como procesos ilegales que van en contra de lo establecido. Este fue el caso durante la revolución industrial, donde muchos sindicatos de industria en Europa satanizaban la innovación tecnológica alegando que iba en contra de las buenas costumbres y del correcto deber ser de cada sector.

Sólo aquellas naciones europeas que adoptaron y aceptaron la innovación como un proceso natural de crecimiento económico, lograron posicionar sus economías en una mejor situación que aquellos países que buscaron proteger sus industrias anacrónicas, ineficientes y negligentes frente a la adopción de cambios.

Hoy nuestro país parece comportarse como una de esas naciones europeas que, por proteger los intereses de unos pocos, le da la espalda a los avances tecnológicos que pueden contribuir al desarrollo futuro del aparato económico de Colombia. Hace pocas semanas la Superintendencia de Industria y Comercio ordenó la salida de Uber de Colombia, alegando competencia desleal.

Pregunto: ¿Por qué esta misma Superintendencia no alegó competencia desleal en la década de los 90 y prohibió en ese entonces la entrada de Yahoo! o Hotmail? Eran sistemas de correo, disruptivo en ese entonces por no tener costo, frente al sistema postal de la época. Hasta donde recuerdo, para enviar una carta o postal había que comprar una estampilla, que pagaba impuesto y contribuía al salario de un sin número de personas.

Sin embargo, llegó el correo electrónico, cambio la dinámica, no pagó tarifas, impuestos ni gravámenes y ninguna superintendencia salió a acusarlo de competencia desleal. Su impacto fue tal que redujo a su mínima expresión una empresa que era de gran importancia para el gobierno como Adpostal, hoy 472.

Con igual suerte corrió el negocio de los cines con la aparición del Betamax, VHS, DVD y más recientemente con Netflix. Ni antes ni ahora, he visto, salir a superintendentes a defender a Cine Colombia, sus empleados, los impuestos y derechos que esta empresa paga. Nadie ha tratado de prevenir la entrada de un competidor disrruptor del mercado que con tecnología logra llegar al consumidor de una forma más eficiente y con servicios de mejor calidad. Dejaron libremente a los colombianos decidir a través de qué medio y plataforma queríamos ver contenidos.

Pero al gremio de los dueños de taxi sí los salieron a defender. Y digo dueños de taxi, porque si usted le pregunta al taxista que sale a la calle desde las 5 de la mañana a manejar un taxi de otro, para ese no va a cambiar nada. Ellos mismos dicen que el pasajero de Uber sustituirá su servicio por otro igualmente ‘ilegal’, o le dirán que hay suficiente trabajo para todos.

Así, los dueños de los taxis, un grupo exclusivo de unos pocos, que estaban viendo desvalorizarse sus inversiones por la caída de los precios de los denominados cupos sí lograron imponerse a la tecnología. Por cierto, nadie ha logrado explicar dónde está la plata de esa prebenda. No es un impuesto, nunca se paga al Estado ni siquiera la primera vez y además pertenecen a grupos locales que nadie puede identificar, desmantelar, pero eso sí, con un poder increíble.

Invito al Superintendente y al gobierno a no darles la espalda al desarrollo y la innovación. Los invito a no parar la revolución, sino a ser parte de ella.