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Adelante con realismo

La única forma de lograr la paz total es que acabemos con la pobreza desarrollando a Colombia.

11 de septiembre de 2022 Por: Alejandro Éder

‘La paz total’ es una propuesta audaz y encantadora del gobierno del presidente Petro. ¿Quién no quisiera que se dé un gran empujón para acabar con la violencia? Si bien este es un bello objetivo, es sumamente complejo de alcanzar. Llevamos varias décadas luchando por ello, y hemos aprendido muchas lecciones.

Salidas negociadas con diferentes organizaciones armadas pseudopolíticas, como las Farc, las Auc, el Eln y otros, se han intentado muchas veces en los últimos 40 años. Colombia ha negociado hasta con criminales puros y duros como Pablo Escobar. De estas experiencias nos queda una gran lección: la voluntad de diálogo debe ir acompañada de una estrategia de seguridad contundente. No es paz o seguridad; son ambas, al tiempo y coordinadas.

Para que las Farc acordara su desmovilización en 2016, fue fundamental el Plan Colombia de 1998 a 2002 y una década de Seguridad Democrática que los derrotó militarmente. Sin esos casi 20 años de foco en materia de seguridad no los hubiéramos debilitado lo suficiente para llevarlos a negociar. Si no hubiéramos dado de baja a ‘Raúl Reyes’, ‘Iván Ríos’, ‘Mono Jojoy’ y ‘Alfonso Cano’, no tengo duda que jamás se hubieran sentado con nosotros.

De igual manera, aprendimos cómo los ilegales se aprovechan de la debilidad del Estado para sacar beneficios nefastos. Lo hizo las Farc cuando multiplicaron su capacidad bélica durante el Caguán, y también Escobar, cuando aprovechó su paso por La Catedral para intentar intimidar al Estado desangrando el país.

En ambos casos, Colombia aprendió que debía fortalecerse en materia de seguridad para eliminar estas amenazas a la ciudadanía, ya fuera venciendo por la fuerza u obligando una negociación en nuestros términos.

La razón es que el conflicto colombiano hoy no es una confrontación política; es una lucha por negocios ultra lucrativos como el narcotráfico y la minería ilegal, entre otros. Estas actividades ilegales representan más del 5% del PIB. Es decir, ¡lo mismo que el sector petrolero! Una locura de plata. Nadie activo en esos negocios se entregará, a menos que haya una combinación de zanahoria y garrote suficiente para conseguir una sentada en serio. Y la plata es tanta, que hay miles listos para reemplazar a los que salgan. Lo vimos con las Auc que engendraron las Bacrim, o las Farc que dieron paso a las disidencias.

La experiencia ha demostrado también que tener sólo una buena estrategia de seguridad no será suficiente para lograr una paz estable y duradera, ya que vivimos en un país con hambre y con media población marginada.

La única forma de lograr la paz total es que acabemos con la pobreza desarrollando a Colombia. Esto se logra fomentando la libre empresa para crear riqueza, empleo y mayor recaudo de impuestos. Así es en todos los países ricos del mundo, hasta en la China comunista. Adoptando las políticas correctas, en 15 años, podemos lograrlo.
Temo que, la combinación de una reforma tributaria que desincentiva la generación de empleo, los ataques constantes a la minería formal -y las pocas menciones a la minería ilegal-, y propuestas como parar la erradicación forzosa de cultivos ilícitos, sumado a una aparente ausencia de una política de seguridad contundente y a generosas propuestas de diálogo, estén creando las bases para que la paz total pase de ser un bellísimo sueño a una profunda pesadilla.

Invito a todos los que creemos en este gran objetivo nacional a que aprendamos de la historia, a que comprendamos que la paz no se logra sólo con ganas y diálogo, y a que pongamos manos a la obra para sacar esta bella ilusión adelante con realismo.