Un estadista
Un verdadero estadista debe entender que ‘ser traidor a su clase’ es la mejor manera de defenderla.
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10 de may de 2022, 11:40 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 04:58 a. m.
En una investigación realizada en la Universidad del Valle me he topado, sin buscarlo, con una figura política que me ha impresionado porque representa la antítesis perfecta de lo que son hoy en día los hombres públicos que nos dirigen. Me refiero a Alberto Lleras Camargo, dos veces presidente de Colombia en situaciones extremas (1945 y 1958), autor de la fórmula del Frente Nacional y considerado, por amigos y enemigos, como uno de los grandes escritores de este país.
Lleras representa además la figura por excelencia de lo que es un estadista. El ejercicio del poder no es fácil porque quien se encuentra en ese incómodo lugar está sometido a múltiples presiones, que finalmente sobrepasan sus buenas intenciones de hacer algo valioso. Sin embargo, el hombre que nos ocupa fue capaz de ir en contra de muchos intereses, incluso, en contra de sí mismo.
Un verdadero estadista es alguien que sabe pensar los problemas en diferentes temporalidades: el muy corto, el corto, el mediano y el largo plazo; y entiende que más allá de los intereses particulares de los grupos que ostentan el poder existen intereses colectivos y nacionales. La mayor ruina de un país es cuando sus dirigentes solo piensan en el corto plazo, sin medir las consecuencias hacia el futuro, y se dedican a defender de manera exclusiva los intereses de su grupo sin darse cuenta de que, al hacerlo, están socavando las bases de su poder, como ocurre con el gobierno Duque. Un verdadero estadista debe entender que ‘ser traidor a su clase’ es la mejor manera de defenderla.
Lleras Camargo, con base en un extremo pragmatismo (realpolitik), encontró que la mejor forma de detener la masacre entre liberales y conservadores de los cincuenta era ponerlos a trabajar juntos en el Frente Nacional. Cometió muchos errores, como el juicio contra Rojas Pinilla, pero también, trabajando en contra de sus propios principios, marcó pautas hacia el futuro.
A comienzos de 1958 promovió una ‘Comisión investigadora de las causas actuales de la violencia’, que recorrió las zonas afectadas y le entregaba informes orales directos. Poco tiempo después solicitó al Cardenal Primado una licencia eclesiástica para que el cura Germán Guzmán Campos, miembro de dicha Comisión, pudiera aceptar la invitación de los profesores de sociología de la Universidad Nacional para escribir un libro sobre su experiencia. La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social apareció en 1962 y fue unánimemente rechazado por toda la élite del poder del momento porque revelaba, vereda por vereda, los horrores de lo sucedido. ¿Cómo es posible que el creador del Frente Nacional, un pacto de impunidad frente a los crímenes partidistas, fuera la misma persona que promoviera la publicación de este libro? Allí está su grandeza.
Algo similar ocurrió con el impulso del proceso de rehabilitación de las zonas afectadas por la violencia, contra la voluntad recalcitrante de sectores que consideraban que la única salida posible era la represión militar pura y simple. En este marco, y muy consciente de que iba en contravía de los intereses terratenientes, uno de los baluartes de su régimen, impulsó una reforma agraria, cuyo balance final fue inocuo. El dédalo de contradicciones en que se movía terminó por arrasarlo. Si el proceso de construcción de la verdad, la rehabilitación de las zonas afectadas y la reforma agraria hubieran prosperado, este país se habría evitado mucha de la violencia posterior.
Hoy en día no tenemos verdaderos estadistas, que piensen la sociedad en su conjunto y consideren las consecuencias de sus decisiones en el largo plazo. El mejor ejemplo, entre otros, es la gran miopía de haber desconocido la importancia del proceso de paz de La Habana de 2016, para salvaguardar la impunidad de un grupo, contra los intereses nacionales. Como dice D. Samper Pizano, "los once civiles abaleados por el Ejército en Puerto Leguizamo y los seis soldados casi adolescentes asesinados en Antioquía por explosivos del Clan del Golfo revelan las consecuencias lamentables de hacer trizas la paz”. La historia de los años 1960 vuelve a repetirse.
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Posdata. A los interesados recomiendo la lectura de mi último libro “La Violencia años cincuenta contada por sus víctimas” (Univalle, 2021), pronto en la Librería Nacional.

Profesor Departamento de Ciencias Sociales Universidad del Valle e investigador del Cidse desde 16 de mayo de 1977. Doctor en Sociología de la EHESS de París. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas y director de los programas de pregrado, maestría y doctorado en Sociología. Escribe para El País desde 1998.
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