Los jefes de debate

El país cambió y hay muchos que no parecen percatarse.

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12 de abr de 2022, 11:45 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 04:46 a. m.

El favoritismo que tiene Gustavo Petro para llegar a la Presidencia es un hecho insólito en la historia nacional reciente. Hay mucho temor frente a la posibilidad de su llegada al poder. Todos los presidentes han salido de ese sector que llaman en inglés el ‘stablishment’, es decir, de las élites que ostentan la primacía y la autoridad. La pregunta que habría que hacer entonces es por las condiciones que han abierto esta ‘brecha’ en las formas tradicionales de relevo del poder de este país.

Petro llegó a la posición que ahora ostenta, no tanto por su desempeño en la Alcaldía de Bogotá (bastante criticado), sino gracias a su papel como denunciante en el Senado de las Farc, el paramilitarismo, la parapolítica, los abusos de poder. Sin embargo, Petro no es simplemente una creación de sí mismo. Muchos de los que hoy denigran de él han sido los artífices involuntarios de su éxito. Los aspirantes a la Presidencia compiten para saber cuál es el programa que permitiría ‘derrotar a Petro’ y de esta manera elevan su protagonismo.

El primer jefe de debate de Petro fue el exprocurador Ordóñez, que en un momento en que su alcaldía ‘hacia agua’, con el ánimo de anularlo políticamente hacia el futuro, le impuso una sanción desmesurada que lo catapultó al estrellato, al convertirlo en víctima de una persecución. Allí comenzó todo. Ahora, el Presidente de la República, con su torpeza habitual, se dedica a denigrar de él en cuanta ocasión se le presenta sin darse cuenta de que sus comentarios, molestos y atrevidos por el claro abuso de poder que representan, son una de las mejores invitaciones que se puede hacer a la ciudadanía para votar por el candidato. La historia de cómo Rojas Pinilla se convirtió en un líder popular en los años 1960 parece repetirse.

El favoritismo de Petro también se debe a un conjunto de circunstancias que lo favorecen. La política se hace con emociones, dice la filósofa Martha C. Nussbaum. En 2002 un candidato desconocido arrasó en primera vuelta, montado en el miedo y la rabia que existía en ese momento en la ciudadanía frente a los abusos de los grupos armados. La emoción predominante hoy en día no es el miedo sino la indignación, el descontento, el malestar y la frustración con las condiciones imperantes, tal como vimos en las movilizaciones del año pasado. Pero los grupos de derecha insisten en seguir utilizando el miedo y han convertido a Petro en el ‘ogro sustituto’ de los miedos anteriores, sin darse cuenta que al combatir a la persona que mejor ha encarnado la nueva situación, a la que más ilusiones despierta con el cambio, producen el efecto contrario del que buscan y se convierten en sus jefes de debate, como consecuencia imprevista de su miopía. Nada hay mejor que perseguir para lograr adhesiones de solidaridad con el perseguido.

Hay en este momento una gran lista de problemas en el orden del día como la pobreza, la violencia, el narcotráfico, la justicia, la informalidad, el desempleo, la corrupción, la inflación. No sabemos si un posible gobierno de Petro sea la respuesta a las circunstancias del momento y si es efectivamente la persona que Colombia necesita. Pero en el ámbito de las emociones primarias con las que se hace la política, a la gente no le importa mucho la trayectoria del personaje, si ofrece salidas concretas y puede lograr lo prometido. El asunto es que Petro logró instalarse en el lugar que los sectores políticos dominantes dejaron vacío, como una esperanza, como una ilusión, como la personificación de un cambio, al que una mayoría de ciudadanos aspira.

El país cambió y hay muchos que no parecen percatarse. Las personas que combaten hoy a Petro deben darse cuenta que son ellos mismos los que han construido su figura por la torpeza con que se ha manejado este país en los últimos años; sobre todo por la insistencia en mantener el ‘modelo uribista’ del miedo en un momento en que el centro fundamental de la agenda es la lucha contra la corrupción y la atención prioritaria al problema social, agravado por la pandemia y la crisis mundial.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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