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Rumbo al sacrificio

Con antelación a su huida a Pasto, Tacón había robado el tesoro de la provincia consistente en 500.000 pesos en lingotes y oro amonedado, el cual envió hasta Pasto y Barbacoas.

11 de octubre de 2018 Por: Alberto Silva

Con antelación a su huida a Pasto, Tacón había robado el tesoro de la provincia consistente en 500.000 pesos en lingotes y oro amonedado, el cual envió hasta Pasto y Barbacoas. Pretexto más que justificado para emprender la tarea de recuperarlo. En julio de 1811 una división de casi mil hombres entre los cuales estaban los 120 cundinamarqueses marchó sobre Pasto al mando del general Antonio Baraya, ahora ascendido de rango y acompañado del presidente Cayzedo. En Popayán quedó encargado el vicepresidente Cabal.

Si les había sido arduo transitar por los caminos inundados del Valle hacia Popayán para dar la primera batalla de Independencia, las tropas patriotas integradas en su mayoría por vallecaucanos de clima cálido, no llegaron a sospechar lo que les esperaba en el ámbito geográfico donde se internaban, el cual rebasó en dureza a su anterior experiencia. Los páramos, despeñaderos, tierras ardientes, ríos impetuosos y desfiladeros de gran suplicio fueron la norma. La ruta los llevaba por las poblaciones realistas de Almaguer, El Trapiche, hoy Bolívar, El Patía, Mercaderes, La Venta, hoy La Unión, Buesaco y por los habitáculos de siete tribus indígenas, fervientes admiradoras del monarca español, en las estribaciones del volcán Galeras llamadas ‘los pueblos’ que rodeaban la ciudad.

Durante los cuatro meses siguientes a la batalla del Bajo Palacé, Miguel Tacón y Rosique había organizado su ejército. El 15 de agosto el presidente Joaquín de Cayzedo y Cuero y el general Baraya se presentan en Almaguer dispuestos a enfrentarlo. Tacón decide retirarse abatido y enfermo, según su coartada pastusa, por las márgenes del río Patía hasta Barbacoas, por la vía de ‘El Castigo’. El muy taimado ya tenía allá parte del tesoro.

A causa de las inclemencias del clima y las endemias de la región del Patía las tropas cundinamarquesas de Baraya enfermaron y solicitaron su retirada a Popayán, la cual se efectuó con la autorización de la Junta Superior de la provincia. Larga y fatigante fue su retirada que terminó con el general Baraya y su pequeña fuerza en la lejana Santafé, capital del virreinato. Mucha falta le iba a hacer al prócer caleño Joaquín de Cayzedo y Cuero, meses después, ese pequeño contingente de tropa para evitar su sacrificio. No debió causarle mucha gracia esta diplomática deserción de Baraya en momentos tan cruciales, que le obligó tomar el mando militar del resto de la tropa con la cual terminó su marcha hasta Pasto.

Poco antes de la retirada de Baraya y sus tropas, era conocido que Pedro Montúfar, liderando las tropas patriotas de Quito, había atravesado el río Guaitara por el paso de Funes derrotando a los realistas en el sitio de Guapuzcal, ocupando Pasto. Cayzedo apresuró su marcha a esta ciudad, cruzó el río Juanambú por el boquerón y dos días después, el 24 de septiembre, entró a Pasto donde tuvo muy buena acogida, síntoma claro de que la ocupación por Montúfar no había ocurrido de la mejor forma. La ciudad parecía haber sido tomada por la fuerza. Sus pobladores se encontraban escondidos en los montes vecinos.

La concertación de intereses entre los ejércitos patriotas, el caleño y el quiteño, no se logró fácilmente. De nada sirvieron las diplomáticas razones de Cayzedo y Cuero para reclamar los 100.000 pesos en oro, incautados por Montúfar en la ocupación de Pasto, a título de ‘merecido’ botín de guerra. A cambio aceptó retirarse a Quito con sus tropas. Más tarde el jefe patriota vallecaucano recibió la orden de la Junta de Popayán para trasladarse a Quito a reclamar los dineros que Tacón había enviado allí y que justamente pertenecían al erario de la Provincia de Popayán, así como también los tomados en Pasto por Montúfar.