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Calibío

Al campo de combate concurrieron las tropas vallecaucanas comandadas por el coronel José Ignacio Rodríguez que habían entrado al valle por Cartago y las del gran cuerpo militar de Nariño con Cabal en la vanguardia.

17 de febrero de 2019 Por: Alberto Silva

Durante los tres meses en que Antonio Nariño y José María Cabal compartieron juntos el duro camino que desde Santafé les llevó hasta la Provincia de Popayán para iniciar la campaña de liberación del sur de la Nueva Granada, el prócer en muchas oportunidades escuchó, de labios de Cabal, toda la tragedia en detalle del martirio de la región vallecaucana para iniciar el conflicto armado que ahora a él le correspondía liderar.

Antonio Nariño desde lo alto de la cordillera se dio cuenta de la magnitud del territorio de la cuenca hidrográfica del río Cauca que tenía a sus pies el cual llevaba por esa época, nada menos que tres siglos de colonización, idéntico período al llevado también por la cuenca del río Magdalena desde la Conquista.

Ya la gran selva caucana -hoy Valle del Cauca y Cauca- exhibía innumerables retazos de monte deforestados, sembrados con forrajes nativos traídos del Pacífico colombiano como los pastos Micay, Gramalote e Imperial, para alimentar la ganadería de origen español establecida después de un arduo proceso evolutivo el cual había dado como resultado la formación en curso de dos razas bovinas criollas: el Hartón del Valle y el Blanco Orejinegro BON, causantes de inocultable admiración del general Nariño. Apreció también los núcleos poblacionales integrantes de las ciudades confederadas vallecaucanas: Cali, Buga, Cartago, Toro, Anserma y Caloto, rodeadas de las correspondientes haciendas con sus capillas doctrineras y los infaltables trapiches paneleros los cuales daban el carácter de sostenibilidad tan necesaria como apoyo económico y humano a la campaña militar próxima a reiniciar.

Por supuesto también observó en esos espacios abiertos de monte el verde inconfundible de las suertes de caña de azúcar, la secular gramínea sembrada a todo lo largo y ancho de las cuencas del río Cauca y del Magdalena desde el mismo momento del inicio de la Conquista española. Ahí, Nariño se dio perfecta cuenta de la magnitud de aquel otro territorio del Nuevo Reino de Granada, conocido como Provincia de Popayán. Al constatar la existencia de esa comarca desconocida para él, sintió la vitalidad de la cuenca caucana con su capital Popayán y sus 15 iglesias.

En uno de esos espacios abiertos, cercano a Popayán, sembrado con pasto nativo Micay se levantaba la espléndida hacienda de Calibío -hoy conservada como monumento nacional- donde en sus potreros se desarrolló la segunda batalla de la campaña libertadora de Antonio Nariño.

Al campo de combate concurrieron las tropas vallecaucanas comandadas por el coronel José Ignacio Rodríguez que habían entrado al valle por Cartago y las del gran cuerpo militar de Nariño con Cabal en la vanguardia. Las antioqueñas enviadas por don Juan del Corral y comandadas por el coronel José María Gutiérrez que debían reunirse con las vallecaucanas, se negaron a hacerlo y ladinamente prefirieron quedarse en Cali, -desamparadas de sus tropas caleñas- que marchaban a Calibío. Trataban así los antioqueños de imponer la adhesión del valle geográfico del río Cauca a la provincia de Antioquia, con menoscabo del honor de sus armas que no quisieron participar en la memorable campaña de 1814, como lo criticó fuertemente el doctor Manuel Uribe Ángel en su ‘Compendio histórico de Antioquia’.

Los fuegos se rompieron a la una de la tarde y el combate duró dos horas con resultados sorprendentes para los republicanos, quienes coparon todos los espacios realistas. Juan Sámano se traslada a El Tambo en busca de escapar a Pasto. ¡Derrota española total! El coronel español José Ignacio Asín comandante de las fuerzas realistas fue hecho prisionero y degollado de manera infame por orden del coronel José Ignacio Rodríguez el cual mostró la cabeza a Nariño quien le reprendió con dureza públicamente. Se tomaron 400 prisioneros.