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Bla, bla, bla

Hablar por hablar, puro bla, bla, bla, es una costumbre del...

28 de agosto de 2013 Por: Alberto José Holguín

Hablar por hablar, puro bla, bla, bla, es una costumbre del ser humano desde la época del Paraíso. Y hace algunos años daba caché decir que cada vez que el expresidente López hablaba, ponía a pensar al país, estuviera opinando sobre fiestas vallenatas, los hijos del ejecutivo, sus muchas amistades femeninas de alta alcurnia y gran respeto, el MRL y… paremos de contar porque no acabamos.Guardadas proporciones, lo mismo ocurre con cuanto pazguato resuelve demostrar que tiene una gran idea y lanza una frase que, según él, tiene visos de lapidaria. En el siglo XVIII el rey Luis XVI salió con la belleza de “El Estado soy yo”, la más atrevida muestra de un absolutismo que empezaba a perder su popularidad; y en 1830 el Libertador se equivocó al decir “si mi muerte contribuye a que cesen los partidos, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, pues no podía pensar así quien luchaba por sembrar la semilla de la democracia en la que los partidos son indispensables.Entrando en nuestra época encontramos bellezas como éstas del presidente Santos: “Llegó la hora de la segunda independencia de Colombia”; “Colombia gobernada por Pacho sería una tremenda pesadilla”; “en este proceso el que decreta las pausas no son las Farc”; o, “Chávez es mi nuevo mejor amigo”. Y yo me pregunto, ¿a qué segunda independencia se refiere?; ¿no será peor la reelección que el mandato de Pachito?; ¿será cierto que las pausas las decreta el gobierno?; ¿de dónde saco el Presidente como “mejor amigo” a ese mamarracho? Su sucesor, Maduro, salió con esta perla hace unos días: “Confieso que en ocasiones visito por la noches al difunto Hugo Chávez y me quedo a dormir cerca de él”. Cada loco con su tema. Y contra Santos dice León Valencia: “Todo lo que toca Uribe se marchita”. Parece mentira pero ya no lo es tanto. El patriótico Pablo Catatumbo, con la diplomacia que le caracteriza, dijo en La Habana: “Al no haber vencedores ni vencidos y no habiendo terminado el conflicto, porque el gobierno no lo quiere, es el Estado el mayor responsable por las consecuencias de la contienda”. Y para cambiar de tercio lo dicho por el erudito Simón Gaviria: “Serpa puede ser la nueva figura del liberalismo”. ¿Que qué? Víctor Maldonado, por su parte, justificó el despelote de su empresa con esta maravilla: “Unos negocios salen bien y otros no. Pero en Interbolsa nadie actúo de mala fe”. ¿Qué tal que lo hubieran hecho?Para compensar el simplismo del bla, bla, terminemos con dos frases sensatas: la de Juan Guillermo González, líder de la propuesta de elevar las penas a los delincuentes menores de edad: “Debemos imponer penas ejemplarizantes porque estamos tratando como angelitos a verdaderos criminales”. Tiene toda la razón; un jayanzazo armado de 16 o 17 años es alguien del que hay que esconderse. Y la de Diego Martínez en su columna del viernes pasado: “Si las Farc van a usar el proselitismo armado para obligar a los campesinos a votar por los candidatos que ellos les señalen, como hoy obligan a la gente a apoyar la “protesta” social, es mejor que no firmemos ninguna paz. Ahora, al menos, sabemos dónde está el enemigo y tenemos claro cómo combatirlo. Pero una democracia construida a punto de intimidación es el peor escenario que podemos tener”. Totalmente de acuerdo. Y a propósito, que triste traer hoy a la memoria lo que un autor anónimo dijo hace años: “Ya ni en la paz de los sepulcros creo”.