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Hacinamiento y violencia, síntomas del infierno de las cárceles en Venezuela

La situación en las cárceles de Venezuela es invivible: en los 33 penales hechos en Venezuela para 14.500 personas, ahora hay 44.941. Adentro se libra una guerra que ya deja 304 muertos.

15 de septiembre de 2012 Por: Por Víctor Amaya Especial para El País, Caracas

La situación en las cárceles de Venezuela es invivible: en los 33 penales hechos en Venezuela para 14.500 personas, ahora hay 44.941. Adentro se libra una guerra que ya deja 304 muertos.

En Venezuela la sociedad está segmentada más allá de las clasificaciones socioeconómicas. En las calles la dicotomía puede ser entre civiles y militares. En las cárceles hay más: pran, lucero, rematado, bautizado, mundano, bruja, sapo, fresa. Así se identifican los presos, desde quienes ejercen el “liderazgo negativo”, como lo califica el Gobierno, hasta sus secuaces, los condenados, los religiosos, los no practicantes y los chismosos, respectivamente. Pero esta apenas es una parte de un diccionario complejo, cuyo uso se ha impuesto y cuya precisión es necesaria: el castigo por su mal uso, o por alguna confusión, puede ser la muerte.Eso lo sabe Tomás, un preso de Yare I, a unos 70 kilómetros de Caracas, que pide proteger su identidad porque adentro el código es “callar o morir”. Fue testigo de la balacera que comenzó el pasado 21 de agosto cuando, según la versión oficial, a uno de los internos se le escapó un tiro y las bandas pensaron que alguna de las rivales había iniciado un ataque. Tomás relata otra versión: se prendió la guerra para pelear por dos áreas controladas por uno de los ‘pranes’: Administrativo y Talleres. Toda una contradicción porque según la ONG Una Ventana a la Libertad, el 90% de los presos venezolanos vive en estado de ocio absoluto. La reyerta dejó un saldo de 26 muertos en tan solo un día y más de 40 heridos incluyendo familiares visitantes. Tomás salió vivo y respira hondo al saber que la vida le dio tiempo extra. Se salvó de engrosar la cifra que hasta julio de 2012 llegó a los 304 asesinatos en las 33 cárceles venezolanas y 567 en el primer año cumplido desde que se creó el ministerio de prisiones en julio del 2011. Los datos son de la ONG Observatorio Venezolano de Prisiones, OVP. La cuenta del mes de agosto aún está pendiente.Tomás se sabe sobreviviente y dice que se lo debe a Cristo. El tipo es evangélico, como muchos de quienes hacen vida en las cárceles, incluso fundando Iglesias adentro de los recintos y sirviendo como mediadores entre conflictos armados. Incluso.Juntos, revueltos y armadosAl igual que sus compañeros de culto, Tomás sabe que, allá adentro, la violencia es casi inevitable. Las paredes de Yare I fueron hechas para albergar 750 internos, pero él es uno de los 3.150 presos que se agolpan entre decadencia, oscuridad, suciedad y hasta ausencia de lugares para defecar. Un hacinamiento del 320%. En los peores lugares, las necesidades se hacen en cuencos de papel que luego se arrojan por alguna ventana. A Tomás no le toca, sin embargo; los evangélicos están en el piso tres del penal, una zona de cierta distensión. Y de baños.El esquema se repite en todas las cárceles del país. A escala nacional, el hacinamiento alcanza el 209%, según el último informe semestral del OVP. Es decir, en las 33 cárceles de Venezuela, con capacidad para 14.500 personas, hay cerca de 44.941 internos. Es la consecuencia de tener seis de cada diez reos sin condena y el 58% de ellos sin siquiera saber si serán enjuiciados, según un informe del extinto Consejo Superior Penitenciario.Por eso, como en las películas, en las cárceles no siempre hay celdas. La propia ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, dijo el pasado 43 de junio, refiriéndose a la penitenciaría de Tocorón: “No es una cárcel donde uno consiga sitios de reclusión, son como pueblos adentro. Hay hasta una parte que le dicen el Barrio Chino, otra compuesta por rancherías de plástico”. En aquél momento admitió que allí funcionaba hasta una discoteca y que en 15 penales, incluso, hay piscinas. Incluso.A Tomás no le hacen falta las cifras, tan solo mirar a su alrededor. En los pabellones se paga por los mejores espacios cantidades inimaginables de dinero, aunque sea para vivir en porqueriza. Ese impuesto, o “la causa” como le dicen del otro lado de los barrotes, sirve para seguir vivo y varía según el crimen cometido, el lugar asignado o ciertos beneficios. Solo en las cárceles Rodeos I y II, se estima que por ese concepto anualmente se mueven 3,3 millones de dólares. Un negocio administrado por el grupo de los ‘ pranes’ y que sirve como una de las fuentes de ingreso para, entre otras mil cosas, sostener caprichos como fiestas y actuaciones de artistas y prostitutas, pagar a custodios para que dejen pasar mercancías y drogas, y comprar armas. Muchas armas.Los ‘pranes’ controlan arsenales de guerra: granadas, morteros, rifles de alto calibre, además de centenares de miles de proyectiles y armas de calibre “normal”, como pistolas y revólveres. De acuerdo con un trabajo de inteligencia que hizo un grupo de funcionarios del Ministerio de Servicios Penitenciarios, podrían existir al menos siete mil armas de fuego, de todo tamaño y calibre, en las cárceles venezolanas, además de unos tres millones de proyectiles de distintos calibres.La cárcel por fueraLa vida de la cárcel no se limita solo a sus paredes. Afuera no solo se ejecutan acciones delictivas ordenadas y coordinadas desde adentro, sino que las mujeres de los presos, novias, esposas, algunas madres, tienen su propio lenguaje y sus reglas.En la cárcel de Uribana, ubicada en el occidental estado Lara y famosa por ser la más activa en “coliseos” (sangrientos combates a plena luz, sin intervención de las autoridades y con saldo de heridos graves), ellas son selladas y marcadas con números antes de entrar a la visita. Así se sabe cuántas son por si se produce un “autosecuestro” que busque evitar que los militares repriman a los internos.Para ellas tampoco hay dignidad: “A las embarazadas nos están pidiendo ecografías para demostrar que realmente lo estamos”, dice Carmen a las afueras de Uribana. El estudio la exoneraría del rato amargo que deben pasar en el chequeo, donde deben desnudarse por completo, brincar, agacharse unas cuantas veces, mostrar su pelvis y menear el cabello para demostrar que no llevan armas ni drogas.Los guardianes de las cárceles miran a las mujeres con más recelo que el natural: son las encargadas de llevar “la causa” así como de proveer insumos de cuidado personal, ropa y comida a los internos. También son las protagonistas de “la pernocta”: noches y hasta días consecutivos dentro del penal, en una suerte de visita conyugal extendida. Son esas mismas mujeres las que son fotografiadas exigiendo saber de los suyos y hasta siendo portavoces de ellos cuando se arman trifulcas, así como cuando hay huelgas de hambre y sangre; cuando hay heridos que deben ser trasladados porque debido a su gravedad no pueden ser cosidos dentro del penal. Estas acciones suelen ser el recurso para exigir mejoras y, especialmente, traslados a tribunales (para las audiencias) y a otras cárceles (para “descongestionar”), una práctica que aunque ejecuta la Guardia Nacional, muchas veces depende de la autorización de los ‘pranes’.La crisis carcelaria, continuada y sin mejoras aparentes o evidentes, no parece tener eco en el Gobierno Nacional. el presidente Chávez apenas ha hablado del asunto. Cuando terminó el motín de El Rodeo, en 2011, pidió “una gran autocrítica”. En mayo pasado, admitió haber negociado directamente y vía telefónica con uno de los ‘pranes’ para poner fin al conflicto de La Planta. Pero sobre los 26 muertos de Yare I del pasado 21 de agosto, nada ha dicho. El tema carcelario no está en su agenda sino en manos de su ministra Iris Varela, que luego de un año de gestión y al menos 4 motines grandes, no ha presentado un plan integral de atención carcelaria sino programas particulares para atender el problema por partes.

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