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Petronio Álvarez, músico bonaverense. | Foto: Archivo

PETRONIO ALVAREZ

¿Quién fue Petronio Álvarez, el hombre que inspiró el festival más importante del Pacífico?

Petronio Álvarez fue un músico, poeta e inspirador de la cultura del pacífico colombiano, a quien se le rinde homenaje al llevar su nombre en uno de los festivales más importantes del país, mostrando lo mejor de la región.

17 de diciembre de 2021 Por: Redacción de El País

Desde hace 25 años se realiza el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, un evento que ya es insignia en el país, mostrando lo mejor de la cultura de esta región: música, danza, gastronomía y arte.

Son 25 ediciones en las cuales caleños, vallecaucanos y visitantes han gozado al ritmo de marimba, cununo, guasá y demás instrumentos que dan vida a esta celebración.

Goce va, goce viene, pero, ¿quién fue Petronio Álvarez, aquel hombre en cuyo honor fue bautizado el evento?

Patricio Romano Petronio Álvarez Quintero fue un músico, poeta e inspirador colombiano de música del Pacífico, que nació en Buenaventura el 1 de noviembre de 1914. Durante su infancia, la música se convirtió en pilar importante en su vida, lo que lo llevó a dedicarse a la guitarra antes de los 20 años.

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Petronio Álvarez deleitaba con sus cantos incluso ayudando a vender las empanadas de cambray que hacía su madre Juana Francisca, improvisando para cautivar a los compradores: "empanadas de cambray, para las viejas, aquí hay, el que no me las compre, déjelas ahí".

Petronio Álvarez fue un músico, poeta e inspirador de música del Pacífico, que nació en Buenaventura el 1 de noviembre de 1914. Murió en 1966 a causa de un cáncer óseo.

Su etapa laboral la inició como notario, posteriormente, siguiendo los pasos de su padre, buscó trabajo en el puerto de Buenaventura. Allí comenzó como aguatero, luego pasó a los talleres y finalmente terminó como maquinista de La palmera, una locomotora.

En 1935, 'El rey del currulao', como fue conocido con el tiempo, creó el grupo musical ‘Buenaventura’. En su rol como músico, fuera de sus labores cotidianas, interpretó bambucos, merengues, huapangos, sones, abozaos y jugas. Los temas de sus composiciones hicieron parte de la cultura afrocolombiana, anécdotas del pueblo y costumbres funerarias. Bochinche en el cielo, El porteñito, Adiós al Puerto, son algunas de sus canciones.

Su tema más conocido es sin duda 'Mi Buenaventura', tema que compuso inspirado en el puerto que lo vio nacer.

En 1953 se casó con Veneranda Arboleda Rodríguez, tras once años de convivir, en la Iglesia de San Nicolás en Cali. En 1961, se mudaron a Cali, donde vivió en el barrio Salomia, de la comuna 4, en el norte de la ciudad.

Cinco años después, el 10 de diciembre de 1966, Petronio Álvarez murió a causa de un cáncer óseo

Así nació el Festival Petronio Álvarez

En 1996, por iniciativa del gobernador del Valle en ese entonces, Germán Villegas, acompañado del gestor cultural Germán Patiño Ossa, se dio 'vía libre' para este evento.

Gran parte de las agrupaciones provenían de los ríos del Pacífico y eran grupos de música tradicional, con instrumentos acústicos, lo que generó dificultades casi insalvables para técnicos e ingenieros de sonido. Pocas orquestas o conjuntos propiamente dichos participaron del evento.

Pese a ello, el festival fue un éxito. El público era, en su mayoría, afrodescendientes del Pacífico y sus familias, residentes en Cali. No lo fue tanto en la competencia musical, pues resultó absurdo que un grupo de marimba de Guapi se enfrentara con una ‘big band’ del Chocó como ‘La Contundencia’ o una orquesta de salsa como Bemtú, lo que en efecto sucedió. Llegaron críticas entre el jurado y sectores del público. Sin embargo, el festival dejó buen sabor entre asistentes y medios de comunicación.

La lección quedó aprendida. Y con aportes de Francisco Zumaqué, miembro del jurado, y los músicos Alexis Lozano y Jairo Varela se entendió que no se podía poner a competir a grupos tradicionales con agrupaciones de música urbana.

Buscando mejorar, se hizo un nuevo viaje desde Esmeraldas hasta Chocó donde se compartió con los músicos de cada poblado. La sensación fue que la música del Pacífico seguía viva, no en los conjuntos de música urbana con instrumentos electroacústicos, sino en agrupaciones tradicionales campesinas.

Pero surgió un problema adicional: la radio había hecho que la juventud le diera la espalda a la música tradicional y, si bien participaba de rituales comunitarios en donde esta música reinaba, no formaba parte de sus diversiones usuales. Reinaba el desinterés en niños y adolescentes hacia instrumentos como la marimba de chonta.

Durante el viaje se pudo constatar y escuchar el mismo problema, de voces autorizadas de viejos marimberos como ‘Papá’ Roncón, en Esmeraldas; Isaac Castro, en Tumaco; Silvino Mina, en Guapi; Guillermo Ríos, de Timbiquí y Baudilio Cuama, en Buenaventura.

En realidad, en todo el recorrido, al preguntar por intérpretes de marimba que fueran a la vez constructores del instrumento, sólo existían unos pocos y de avanzada edad. Los jóvenes, era triste, vivían de espaldas a la tradición.

El diagnóstico no pudo ser más demoledor: la música tradicional se hallaba en peligro de extinción. Lo mismo sucedía en Chocó con el conjunto de chirimía y otros formatos inusuales como los conjuntos de percusión con marímbula.

Urgía entonces replantear el festival. Ya lo importante no era la música del pacífico ‘orquestada’ a la manera de Peregoyo, sino la propia fuente de la que mana esta música. Nacieron entonces las categorías de conjunto de marimba y de conjunto de chirimía, que se correspondían con el tipo de agrupaciones musicales preponderantes en los dos grandes sectores del litoral: el Pacífico Sur y el Chocó.

Se creó además la categoría libre, para seguirle dando espacio a la música ‘orquestada’, pues ella también tenía vigencia, sobre todo en Esmeraldas, Tumaco, Buenaventura y Quibdó. Y era la que estaba más al alcance de Cali y de otras ciudades de Colombia.

El festival adoptó así su forma casi definitiva y con las modificaciones el segundo festival superó las expectativas: las inscripciones de grupos rebasaron lo previsto y la afluencia del público resultó extraordinaria. Para nuestra sorpresa, el público asistente se emocionó más con los grupos de las categorías tradicionales que con los de las agrupaciones libres. Y lo sigue siendo hasta ahora.

A partir de la tercera versión, el escenario de las presentaciones comenzó a quedarse corto, pero permitieron la participación de agrupaciones de gran calidad, algunas de las cuales habían grabado discos. ‘Bahía’, ‘Saboreo’, Markitos Micolta con ‘La Sabrosura del Litoral’ y ‘La Contundencia’, protagonizaron una competencia electrizante que llevó al público al paroxismo.

‘Saboreo’ logró imponer ‘La vamo’ a tumbar’, que se convirtió en éxito comercial. Desde entonces el Festival no dejó de crecer y ganó a su favor una audiencia numerosa de jóvenes universitarios de Cali que, cada año, organizan lo que ellos llaman “el parche del Petronio”.

El Festival dejaba entonces de ser para afrodescendientes del Pacífico y se convirtió en un evento masivo y multicultural. Por eso, de nuevo fue necesario cambiar de escenario y trasladarse a la Plaza de Toros.

Al tiempo, seguían sucediendo cosas en lo musical. Pronto comenzaron a aparecer conjuntos campesinos que traían violines, contrabajos, guitarras, tiples y percusión, procedentes del antiguo cantón vallecaucano de Caloto y del valle del Patía.

Interpretaban jugas, bundes, torbellinos y bambucos negros, una música similar a la de los conjuntos de marimba, especialmente. Pero no encajaban en ninguna categoría y cada vez se inscribían más en cada versión.

Fue preciso, pues, realizar otro sondeo, esta vez a cargo del investigador Carlos Alberto Velasco, quien inventarió a 45 de estas agrupaciones en el norte del Cauca y el Patía. La realidad impuso la creación de otra categoría: los ‘Violines caucanos’.

Y esos violines han tenido tal impacto en las regiones de donde vienen que en ellas renació el interés de los jóvenes por aprender la música de sus mayores. Ahora, son relevantes grupos como ‘Palmeras’, de Santander de Quilichao, y ‘Las Cantadoras del Patía’.

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