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Andrés Otálora, un alumno que obtuvo sus mejores pergaminos en la moda

En el colegio, el diseñador caleño no fue de los más destacados de su clase pero sí uno de los más queridos. Además, fue el primero en organizar una pasarela de modas escolar. Conozca más de Andrés Otálora, el único diseñador que ha participado en las 15 ediciones del Cali Exposhow.

11 de octubre de 2015 Por: Paola Guevara, editora de vé

En el colegio, el diseñador caleño no fue de los más destacados de su clase pero sí uno de los más queridos. Además, fue el primero en organizar una pasarela de modas escolar. Conozca más de Andrés Otálora, el único diseñador que ha participado en las 15 ediciones del Cali Exposhow.

Si a usted le dijeron que a los mejores alumnos del salón de clases les va mejor en la vida que a quienes se la pasan rayando cuadernos, haciendo dibujos, vendiendo brownies y aconsejándoles a las compañeras de clase cómo ir vestidas al Prom del colegio, refresque su manera de pensar y lea la historia de Andrés Otálora. Lea también: Andrés Otálora revelo su test de moda. En el Colombo Británico donde estudió desde los 3 años de edad, Andrés era famoso entre los profesores por su aversión a la física, a la biología  y a la química. Aunque a decir verdad  obtenía sobresaliente en matemáticas y en asignaturas  como charlar, socializar, hacer amigos y organizar fiestas, paseos, recochas  y desfiles. Sus maestros y compañeros lo querían tanto y su vocación por el diseño estuvo tan  clara desde siempre que el colegio le tuvo paciencia cuando repitió décimo grado. No solo impidieron que se retirara derrotado sino que le permitieron concentrarse en materias más afines a sus intereses,  como dibujo,  diseño y artes.  Lea también: Andrés Otálora rechazó París por amor a Cali. Andrés fue el primero en Cali que organizó una pasarela de modas escolar, con sus compañeras de curso como modelos.  Su primera colección se llamó ‘Colombian fashion’ y estaba compuesta por  vestidos muy patrióticos, inspirados en los colores de la bandera colombiana. Cabe resaltar, además, su temprana  vocación  para los negocios, porque la habilidad que le faltaba para los fenoles y los aldehídos le sobraba para  vender brownies, calcomanías, ropa y accesorios, confiesa el hombre que hoy es uno de los diseñadores de moda más representativos del Valle y de Colombia y el único que lleva 15 años ininterrumpidos con pasarela en el Cali Exposhow que se tomará la ciudad esta semana.  “Cuando me aburría en clase de física abría mi cuaderno y me ponía a garabatear mis diseños. Mis amigas del colegio me  pedían que les diseñara vestidos que luego les llevaban a sus respectivas modistas para que los hicieran realidad”, revela sobre esta época de su vida.  Al graduarse tuvo que enfrentar a su padre y confesarle que quería ser diseñador de modas en una época en que  no era vista como una profesión seria, y mucho menos rentable. El grito en el cieloPor supuesto que muchos le advirtieron:  ¡Te morirás de hambre! Su padre, Carlos Otálora,  también tuvo dudas pues su negocio no podía estar más alejado de las lentejuelas y las sedas.  En efecto, el padre de Andrés Otálora se dedicaba al comercio de autopartes y añoraba que fueran sus  hijos varones quienes dieran continuidad a su  legado empresarial. Pero Andrés, el tercero de  cuatro hermanos, cambió los repuestos y las bujías por aguja e hilo. Claro que al comienzo estudió Administración de Empresas en la Universidad de la Sabana, en Bogotá, pero a los pocos semestres desertó. Regresó a Cali y convenció a su papá de permitirle estudiar diseño de modas en la Academia de Dibujo Profesional. Su primer millónCon ganas de salir a devorar el mundo, Andrés se lanzó al agua más pronto que tarde: su padre le prestó $1 millón de pesos para hacer su primera colección.  “Fue la última suma de dinero que me dio en la vida, jamás volví a pedirle préstamos  pues me enseñaron que si quería lograr algo tenía que lucharlo, trabajarlo y conseguirlo por mí mismo”, recuerda Andrés con agradecimiento.  Con ese primer millón y los ahorros que había guardado tras más de una década de vender brownies y calcomanías, Andrés compró telas y otros materiales y emprendió la primera colección formal de su vida.  Con los vestidos en sus maletas viajó a varias ciudades a visitar proveedores. Era tan joven que muchos no le creyeron, pero logró pactos con almacenes de vestuario de Cali, Manizales, Pereira y Armenia. Vendió 80 prendas en 5 almacenes. Pero no hay historia de triunfos sin espinas. Le devolvieron las prendas tenían fallas de confección, y al verlo tan triste su padre -el mismo que al comienzo se oponía a que estudiara diseño- le exigió que creyera en su gran talento y lo intentara de nuevo. Pero debía lograrlo solo.   Andrés buscó ayuda en sus maestros y les pidió que le enseñaran todos los secretos de la confección perfecta. Así  aprendió sobre patronaje, telas, confección, y pronto acometió una nueva colección. Esta vez se vendió todo. Amo del colorY se sigue vendiendo con éxito hasta el sol de hoy, incluso en Bogotá, donde sus propuestas coloridas y sensuales  enloquecen a numerosas clientas aburridas del imperio del  negro y el gris.   “Don Andrés, no mande más negro, envíe  naranja, amarillo, morado y todos los estampados que pueda”, lo urge la vendedora de su tienda de la Zona Rosa en Bogotá cuando a Andrés le da por aplacar su fogosidad latina.   “De mi padre heredé el sentido comercial y la pasión por los negocios, la capacidad para el ahorro y el olfato para anticiparme a las coyunturas”, asegura Andrés, quien resuelve la pregunta que nos intriga a todos: ¿De dónde viene su lado artístico? “Mi lado estético viene de mi madre, ella fue una muy importante decoradora de interiores de Cali. La sensibilidad  artística, el sentido de la armonía y ese ojo certero que me muestra hasta la más minúscula variación en el cuello de una camisa  provienen de ella”, afirma Andrés.En efecto, confiesan las personas de su taller, Andrés es capaz de ver lo que todos pasan de largo.  Una vez detectó que a la manga de una camisa le sobraban unos cuantos milímetros. Nadie le creyó. Pidió que le trajeran el metro  y él tenía razón. Aunque ya temen su ojo detector de detalles, todos lo respetan y  lo definen como “un jefe ideal”.   Tanta lealtad siente por sus empleados que las personas que le ayudan esporádicamente en las labores del servicio cuando ofrece cenas para sus invitados, llevan 20 años a su lado, y los trata con la misma consideración que a miembros de su familia.  Y por supuesto,  en sus pasarelas, podrán encontrar a su padre sentado en primera fila.  Lo reconocerán  por su traje formal y el brillo de orgullo indecible en los ojos. Su hijo no sabe de partes de automóvil, pero es nada más y nada menos que Andrés Otálora.

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