DEPORTES
Los tres minutos de gloria de Jaime Echenique: el colombiano que hizo historia en la NBA (Perfil)
Su nombre ya está escrito en la historia: fue el primer colombiano en jugar en la NBA. ¿Qué sigue?
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8 de ene de 2022, 10:11 p. m.
Actualizado el 23 de may de 2023, 11:17 p. m.
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Tres minutos en el deporte pueden ser solo eso, tres minutos. O, quizás, un instante memorable de gloria. Para Jaime Jesús Echenique Salinas lo fueron. Porque el pasado 30 de diciembre, el muchacho de 24 años, hijo de un conductor de bus y una cocinera, registró su nombre en la historia al ser el primer colombiano en debutar en la NBA, la liga profesional de baloncesto de los Estados Unidos. La mejor del mundo.
Esos tres minutos tienen detrás una historia de largos años con piedras filosas en el camino, incertidumbre, desazones y llanto. Mucho llanto. Por eso, después de aquellos tres minutos hubo más lágrimas, pero esta vez de felicidad, como se vio en la conferencia de prensa donde Jaime soltó una frase tan sencilla como profunda: “Vale la pena soñar”.
Un día antes de que asomara el Año Nuevo, Jaime encontró por fin el premio a tanto sacrificio. Por cuenta del covid, que ha hecho estragos en las plantillas de los equipos de la NBA, los Washington Wizards convocaron de urgencia al pívot barranquillero, nacido en el hogar de don Jaime Echenique y doña Lidia Salinas el 27 de abril de 1997, para enfrentar a los Cleveland Cavaliers. Luego de firmar un contrato de solo diez días —que podrían ser la puerta para extender esos tres minutos de gloria—, el joven jugador debutó en la victoria (110-93) de su equipo.
Si antes de ese 30 de diciembre deportistas colombianos como Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez, Antonio Cervantes ‘Kid’ Pambelé, Lucho Herrera, Faustino Asprilla, María Isabel Urrutia, Juan Pablo Montoya, Falcao García, James Rodríguez, Egan Bernal, Caterine Ibargüen o Mariana Pajón pusieron sus nombres en boca de todo el país por cuenta de sus gestas, lo de Jaime Jesús Echenique Salinas no es un asunto menor. Porque llegar a la mejor liga de baloncesto del mundo ya es un logro. Y para un colombiano, toda una hazaña. Ya antes de Echenique habían fallado en el intento el bolivarense Álvaro Teherán y el llanero Brian Angola.
El beisbolista que supo que era malo
Una pelota, pero de béisbol, fue lo que primero sedujo a Jaime en el deporte. Y con 12 años ya integraba el equipo Once de Noviembre, donde jugaba de primera base, en su natal Barranquilla. Pero pronto, por fortuna, el chico supo que con la ‘pelota caliente’ no iba su vida.
“Yo era malo, pero bien malo, perverso. Tanto, que pagué para ir a mi primer torneo nacional”, confesó alguna vez Jaime en una entrevista con el diario El Espectador.
La estatura comenzó a empujarlo por otro camino. Un día, luego de unas cortas vacaciones en El Piñón, Magdalena (de donde es oriunda su madre), sus amigos de barrio se asombraron de ver cuan largo era. Con apenas 15 años, el chico ya tocaba los dos metros de estatura. Y un aviso de una convocatoria para la selección de baloncesto del Colegio Pestalozzi, de Barranquilla, cuando estaba en décimo grado, fue el comienzo de su incursión en el basquetbol.
Impulsado por quienes le decían, premonitoriamente con certeza, que probara suerte en la NBA, el muchacho se fue de su casa para enrolarse en el equipo Academia de la Montaña, en Medellín. Su madre lo apoyó. A su padre le dolió. Y don Jaime, que no quiso acompañarlo al aeropuerto y se negó a hablarle durante varios días, le pidió que le prometiera algo que su único hijo hombre supo cumplir: “Solo le pido que estudie, mijo”.
En la Academia la Montaña, Jaime tuvo un entrenador que fue el primero que avizoró el futuro del imberbe jugador. “Ese muchacho tiene todo para jugar en los Estados Unidos”, se atrevió a decir Hernán Darío Giraldo. Y vaya si acertó el técnico.
Al país norteamericano, Jaime llegó en el 2015, puntualmente a Texas, junto con dos compañeros de la selección Magdalena de baloncesto: Andrés Ibargüen y Yildon Mendoza. No hablaba una sola palabra en inglés, pero las ganas de triunfar derrotan cualquier barrera idiomática.
En estos seis años en Estados Unidos, Jaime no solo le cumplió la promesa a su padre —es sociólogo y psicólogo graduado—, sino que fue escalando en el baloncesto universitario, primero en Trinity Valley y luego en Wichita State, en Kansas, hasta dar ese paso definitivo al basquetbol profesional.
“Han sido muchos los obstáculos. Yo miro atrás en mi vida y siempre digo que no fue diseñada para estar donde estoy. Soy hijo de padres trabajadores de sol a sol, expulsados por la violencia, con hermanos mayores que no pudieron terminar de estudiar para contribuir en la casa. Me fui del país a los 17 años a uno donde no sabía el idioma, son muchas cosas. Estoy agradecido con Dios por haber podido superar todos estos obstáculos”, dijo el barranquillero.
Ahora recuerda, con el brillo que solo da la felicidad en sus ojos, que muchas veces le cerraron las puertas. “A mis padres les dijeron que yo era solamente un chico alto —mide 2,16 metros—, que era perezoso y nada atlético. Hoy les doy las gracias a esas personas, porque me ayudaron a no rendirme”.
Jaime no sabe qué pasará cuando terminen los diez días de contrato con los Wizards. Solo sabe que seguirá trabajando, para ser algún día como Tim Duncan o LaMarcus Aldridge, sus ídolos. Entonces, ya no habrán sido solo tres minutos de gloria.
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