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La fotografía decisiva. Gracias a esta imagen encontrada en Facebook se ubicó en el sur de Bogotá a la madre biológica de Jamiro. | Foto: Especial para El País

DEPORTES

La increíble historia del futbolista belga que con ayuda de El País encontró a su familia en Colombia

Tras un paciente trabajo de investigación del diario El País, el futbolista belga de origen colombiano, Jamiro DeClerck, logró reencontrarse con su familia criolla.

3 de diciembre de 2017 Por: Juan Carlos Pamo y Hugo Mario Cárdenas López - reporteros de El País

La historia de Jamiro DeClerck, un defensa del equipo KV Oostende de la primera división del fútbol de Bélgica, parece extraída de la imaginación de un guionista de cine.

Todo comenzó en marzo de 2016 cuando Joel Macadar, agente español de jugadores juveniles con sede en Londres, contactó a un redactor del diario El País para ver la posibilidad de publicar la historia de uno de los futbolistas que él representaba.

Jamiro DeClerck, un chico que para entonces terminaba su proceso formativo en el Brujas de Bélgica, compartía sus pasiones y sueños entre el amor por el fútbol y el anhelo de conocer su verdadera procedencia, tal como lo contó a El País en el informe publicado a comienzos del 2016.

Desde muy chico sus dudas afloraron. Tener un color de piel más oscuro que el de sus compañeros de colegio, o de equipo de fútbol, despertó en él no solo curiosidad, sino suspicacia sobre su posible origen.

“Les pregunté a mis padres ya que empecé a notar diferencias. Yo era un poquito más oscuro que mis papás y notaba que mis amigos eran más blancos. Creo que fue cuando tenía cinco años y las dudas empezaron a llegar. A los siete años ellos me contaron absolutamente todo sobre mí. Me dijeron que había sido adoptado en un orfanato colombiano, específicamente de la ciudad de Bogotá. También me contaron que tenía dos hermanos y una hermana por el lado de mi mamá biológica”, comentó Jamiro en aquel momento.

Desde entonces su sueño, más allá de las canchas, era cumplir los 18 años, la mayoría de edad colombiana para comenzar la búsqueda de su familia biológica.

Lo único que lo aferraba a ese cordón umbilical con su pasado, al otro lado del Océano Atlántico, era la copia de la cédula de ciudadanía de su madre. “De ella sé su nombre y no pude intentar hablar con ella porque la ley no me lo permitía”.

Sus padres adoptivos en Bélgica, Oliver, un arquitecto de profesión y Els Ledeganck, una fisioterapeuta, han sido su apoyo en el proceso para que el reencuentro de Jamiro con sus padres y hermanos biológicos sea una realidad después de tantos años.

El pasado 13 de marzo Jamiro festejó su esperado cumpleaños número 18. Sabía que desde ese día sus objetivos y esfuerzos estarían encaminados en la búsqueda de sus padres biológicos, para quienes ya tenía un largo listado de preguntas.

A más de 9400 kilómetros de distancia desde su casa, en la ciudad de De Haan (Bélgica), hasta Bogotá, el primer salvavidas que lanzó Jamiro fue de nuevo al diario El País de Cali con un mensaje escueto: “Me pueden ayudar a buscar a mi mamá”.

Tras un trabajo conjunto entre las sección de deportes y la unidad investigativa de El País, Jamiro se despertó en Bélgica dos días después con el mensaje que le cambió la vida.

La razón que esperaba

Aunque en principio no lo creía, en el amanecer del 8 de junio pasado Jamiro se despertó con este mensaje de Wathsapp en su teléfono enviado por el periodista Juan Carlos Pamo: “Encontramos a tu mamá”.

Respondió con un rosario de preguntas y con la ansiedad de saber cuándo podría conocerla a través de una videollamada. Como la mañana de Bélgica es el anochecer en Colombia, debió esperar hasta el siguiente día para organizar el encuentro virtual.

El momento crucial estaba fijado para las 2:00 de la tarde, pero terminó siendo más complicado y tedioso conectar las videollamadas que encontrar a la madre de Jamiro.

Sus padres humildes no tenían internet y menos una cuenta en Skype; durante cuatro horas anduvieron por varias salas de internet en el sur de Bogotá esperando que alguien les ayudara a abrir una, pero increíblemente ninguna les permitía conectarse.

Cerca de las 6:00 de la tarde, y cuando la madrugada ya asomaba en Bélgica, donde Jamiro aguardaba en una cena especial junto a sus padres adoptivos, abuelos de crianza, hermanastros y varios amigos, sus padres biológicos estaban a punto de tirar la toalla luego de recorrer por varias calles y salas de internet pidiendo ayuda sin éxito.

Pese a la ansiedad que embargaba a todos en Cali, Bélgica y Bogotá por el encuentro, asomó entonces la posibilidad de cancelar la reunión y dejarla para el día siguiente, pero Erika Mantilla Sánchez, la periodista de El País que realizaría la traducción para Jamiro, quien no habla español, fue incapaz de decirle que se fuera a dormir y que esperara por un día más.

Tras muchos intentos y el obstáculo de la tecnología que jugaba una mala pasada, el último recurso estaba a la mano.

Un teléfono celular sería la llave que abriría la puerta giratoria del pasado y el presente. En Bogotá sus padres biológicos lograron por fin la conexión que por años esperaron para saber de ese chico que hoy sería el orgullo de cualquier familia.

La aceptación de la llamada vía Skype sirvió para que se abrieran dos mundos que tras 18 años se volverían a unir en medio de la expectativa y los nervios de una madre que ansía conocer al menor de sus hijos.

En Cali no fue menos emocionante el instante. En medio de aplausos y abrazos, la redacción del diario El País se paralizó y a través de la videoconferencia se convirtió en un miembro más de la familia.

La primera reacción para Jamiro fue abrupta y sorpresiva. Las lágrimas ahogaron sus sentimientos; la nostalgia lo invadió y la curiosidad por querer indagar su pasado lo dejaron sin palabras.

“Jamiro está muy emocionado, no puede hablar, ha esperado mucho este momento, 18 años de espera”, dijo una allegada a la familia DeClerck en Bélgica, quien ayudó en la comunicación con sus padres.

“Sé que él tiene muchas preguntas, yo también debo responder muchos interrogantes, quiero que aprenda español para que nos podamos comunicar y podamos hablar de muchas cosas”, expresó Sandra entendiendo el momento por el que atravesaba su ‘nuevo’ hijo.

Su madre biológica relató con voz entrecortada las razones por las cuales entregó en adopción al menor de sus hijos.

“Yo estaba pasando por una situación económica muy difícil, entonces me hablaron de la fundación y por no querer hacer algo peor, me tocó dejarlo allá”, agregó.

Una de las primeras preguntas que surgió en Jamiro es por qué no han intentado buscarlo.

“Yo lo fui a buscar pero nadie me dio razón; en la fundación no me dieron respuestas, me comentaron que las personas que me recibieron al niño ya no trabajaban allí. Lo único que me expresaron es que podía ser que estuviera en Colombia o en otro país”, apuntó Sandra.

La privacidad llamó a la razón y el diálogo entre Bélgica y Bogotá continuó en privado.

La comunicación se suspendió en la redacción en Cali y las familias continuaron hasta altas horas de la noche hablando de los momentos que obligaron la separación y las decisiones del pasado.

Wathasapp y el traductor de Google se convirtió en los días siguientes en la herramienta de comunicación directa entre Jamiro y sus padres, quienes le pidieron al diario El País no publicar su historia hasta que ellos enfrentaran a sus otros tres hijos y reunieran al resto de la familia para contarles el secreto que han ocultado durante 18 años.

Pero hasta hoy solo una hermana de Jamiro sabe de su existencia y sus padres no se atreven aún a enfrentar el resto de la familia.

“Tengo derecho a que mis hermanos sepan que yo existo y que conozcan mi historia. Que sepan que tienen un hermano en Bélgica”, aseguró Jamiro, quien está próximo a graduarse de secundaria y estudia para traductor de textos en holandés, inglés, francés y español.

Sin embargo, espera viajar a Colombia el próximo año, ir a buscar a sus padres en donde viven en el sur de Bogotá “y pararme frente a la puerta y decirles: Hola, soy Alfonso Rodríguez Melo, su hijo”.

*Traducción Érika Mantilla Sánchez

En video: historia de Jamiro 
Unidos ‘umbilicalmente’ por la pasión del fútbol

Sin imaginarlo siquiera, Jamiro y sus padres biológicos empezaron a reencontrarse un año y medio antes de que la ansiedad por conocerlos lo impulsara a enviar el mensaje de auxilio a El País: “Me pueden ayudar a buscar a mi mamá”.

Ese domingo, mientras el defensa de origen colombiano hacía realidad sus sueños en la segunda división del Brujas, de Bélgica, en una vía del barrio San Marcos, al sur de Bogotá, se disputaba un ‘clásico’ callejero con porterías improvisadas de lona color azul, camiseta cualquiera y unas cuantas cervezas como bebida hidratante.

Pero clásico es clásico, independientemente de dónde se juegue, y las fotos del partido no podían faltar. Esas imágenes, que jamás estarían en la portada de un periódico, fueron subidas el mismo día a Facebook.

En una de ellas, un puñado de espectadores observa el partido recostado a una pared y en la parte alta de la vivienda una placa verde y blanca advierte que el juego se disputa en plena vía pública en la Cra. 76 con Cll. 70.

Esa foto fue crucial para que Jamiro DeClerck, o Alfonso Rodríguez Melo como ha escrito entre paréntesis en su perfil de Facebook, conociera a sus padres biológicos a través de una video llamada realizada desde el diario El País, en Cali, y a las ciudades de Bogotá y De Haan (Bélgica).

El hallazgo

El único dato que teníamos para iniciar la misión que nos encomendó Jamiro era el nombre de Sandra Rodríguez y una foto en blanco y negro extraída de la que fuera la cédula de la madre biológica, la cual han conservado los padres adoptivos de Jamiro durante estos 18 años, seguros de que él un día iría tras sus raíces.

Iniciamos la búsqueda a través de Facebook, sabiendo que probablemente no tendría un perfil en redes sociales por su condición humilde. El nombre de 'Sandra Rodríguez' arrojó 98 resultados de los cuales 14 tenían paisajes o mensajes como foto de perfil y 4 más que ni siquiera tenían fotografía.

Aunque los padres adoptivos de Jamiro le contaron que fue adoptado en una fundación en la ciudad de Bogotá, era probable que la mujer hubiera llegado de otra ciudad del país para entregar a su hijo.

Empezamos entonces a descartar mujeres que aparentaban más de 50 años o menos de 40, a eliminar del listado a negras y rubias, a aquellas cuyas imágenes mostraban una alta condición económica y a quienes residían fuera del país.

Habíamos estrechado la búsqueda a nueve mujeres cuando, Jamiro se comunicó de nuevo porque entre los documentos de su proceso halló el número de cédula de su madre.

Con ese número revisamos las bases de datos del Sisbén, del Sistema de Seguridad Social y de la Registraduría, y al cruzar la información descubrimos que la mujer vivía en el sur de Bogotá.

Del listado de mujeres en Facebook eliminamos a todas aquellas que no fueran de la capital colombiana y solo nos quedaron cuatro: cualquiera de ellas podía ser la madre de Jamiro.

Sabiendo el lugar donde estaba inscrita para votar, empezamos a revisar las fotos y los contactos de cada una de ellas esperando hallar un detalle que nos permitiera descartar o reducir más el grupo de probables progenitoras.

Mediante un mapa satelital de ‘Google Earth Pro’ ubicamos el lugar de votación de la ‘Sandra Rodríguez’ que buscábamos y revisamos si alguna de las fotos de las personas con sus mismos apellidos tenía ubicación GPS para ir midiendo las distancias al lugar de votación.

Estábamos revisando los contactos de la tercera de ellas y las fotografías de supuestos familiares cuando milagrosamente apareció la foto del ‘clásico capitalino’. Al poner sobre el mapa la dirección que se ve en la imagen, supimos que fue tomada a solo cinco cuadras del lugar donde se inscribió para votar la madre de Jamiro.

A cuatro de sus posibles hermanos o hijos se les envió solicitud de amistad y el mismo mensaje: “Hola soy periodista del diario El País de Cali y necesito conversar con usted urgente”.

La rápida respuesta

No pasó más de media hora para que llegara la primera y única respuesta que se obtuvo: “Perdón… quién es usted?”

-Soy periodista del diario El País de Cali y nos buscó un joven que vive fuera de Colombia para que le ayude a buscar a sus padres biológicos…
-¿Y qué necesita de mí?, preguntó.

-El nombre del padre coincide con el suyo. La mamá se llama Sandra.
-Pues así se llama mi esposa.

-Él fue dado en adopción hace 18 años y quiere buscar a su familia…
-Y yo cómo sé que esto es verdad…

-¿Usted y su esposa dieron un niño en adopción hace 18 años o estoy hablando con la persona equivocada?

-Pues este es mi teléfono (envía el número) si quiere márqueme...

Telefónicamente, el padre de Jamiro no confirmó si eran los padres, pero tampoco lo negó. Aseguró que primero iba a hablar con su esposa y que salía de inmediato para su trabajo a buscarla; que le marcara dentro de una hora.

Quince minutos después, de nuevo un mensaje en el chat de Facebook escrito por el señor pedía que por favor le marcara de inmediato.

“Ya le pasó a mi esposa”, fue la voz que precedió la entrevista con la mujer que estábamos buscando.

-“Sí señor… cuénteme...

-Imagino que su esposo le habló de las razones por las cuales hemos tratado de ubicarlos...

El silencio, antesala a un largo llanto de la mujer al otro lado de la línea, nos respondió esa primera pregunta que le teníamos y que no tuvimos necesidad de hacerla.

De inmediato empezó a explicar las razones por las cuales debió dejar a su hijo en una fundación para adopción de niños y las veces que intentó buscarlo sin éxito.

“Si habla con él, dígale que lo queremos mucho, especialmente yo, y que le voy responder todas las preguntas que me haga”, dijo Sandra, quien no paraba de agradecer.

Luego de colgar la llamada, de nuevo un mensaje en Facebook irrumpió en la pantalla: “Me parece excelente lo que hacen. Gracias y qué regalo porque yo estoy hoy de cumpleaños. De corazón se los agradezco y me siento feliz por esa noticia. Por la labor que está haciendo que mi Dios lo bendiga”, nos dijo el padre.

Un par de horas después, cuando ya amanecía en Bélgica, Jamiro se despertó en con un mensaje que lo expulsó de la cama en el que leyó textualmente: “Encontramos a tu mamá”.

“Mi gran deseo es jugar para mi país de origen”

El fútbol para Jamiro es una pasión que corre por sus venas. Tal vez su sangre latina lo hace poseedor de unas condiciones especiales que lo ha convertido en una de las grandes promesas del fútbol belga.

Su proceso formativo lo comenzó a los 14 años cuando arribó a las divisiones menores del Brujas.

Estuvo durante cuatro temporadas con una escuadra que ha sido de las más poderosas en ese país.

En el segundo equipo de esa escuadra, que ha ganado 14 títulos de Liga, tuvo la posibilidad de compartir en algunos entrenos con el delantero colombiano Carlos Bacca, quien fue figura antes de dar el salto al Sevilla de España.

Posteriormente conoció al pereirano José Heriberto Izquierdo, el otro atacante cafetero que jugó en Brujas hasta la temporada pasada.

Con Brujas se dio a conocer en los torneos juveniles europeos. Su posición es defensa con perfil izquierdo.

Buscando más opciones para jugar, Jamiro tomó la decisión de cambiar de club y en junio fichó por el KV Oostende, equipo que también milita en la primera división de Bélgica.

Fue preseleccionado en una oportunidad para integrar una selección belga juvenil.

Su sueño es darse a conocer en Colombia y poder estar en la órbita de los seleccionados nacional juveniles y porque no de algún club en nuestro país.

Al ser interrogado sobre la posibilidad de jugar en Colombia, Jamiro asegura que “su mayor sueño es jugar fútbol profesionalmente, pero mi gran deseo es jugar para mi país de origen, el lugar donde nací. Con mi club en Bélgica las cosas van muy bien y mi agente tiene casi todo resuelto para que pueda disfrutar de las dos nacionalidades. Por ahora la prioridad al viajar a Colombia es conocer a mi familia, entonces veré qué quiero hacer. Si algún club allí se interesa en mí, pues lo miraremos”, opinió Jamiro, que goza y sufre con los logros de los deportistas colombianos.

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