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Ubaldo Matildo Fillol, exarquero campeón con la Selección Argentina. | Foto: Foto: AFP

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Memorias del Mundial: Ubaldo Matildo Fillol, el 'Pato' más grande (Opinión)

Solo pronunciar su nombre era un deleite. Y verlo dentro de los tres palos, un espectáculo.

15 de mayo de 2022 Por: César Polanía - Editor de Afición del diario El País

Ubaldo Matildo Fillol. Solo pronunciar su nombre era un deleite. Y verlo dentro de los tres palos, un espectáculo. El ‘Pato’, le decían. Y fue el primer arquero que me llevó a sentir una atracción especial por esa, la posición más ingrata del fútbol.

Sucedió en el Mundial de Argentina 78, donde Fillol no solo se coronó campeón con la ‘Albiceleste’ en medio de una alegría que sirvió de escape por toda la opresión que sufría el pueblo argentino por cuenta de la dictadura, sino que fue elegido como el mejor cancerbero del torneo.

Sus estiradas coparon las tapas de todas las revistas y diarios argentinos a lo largo del Mundial, entre ellas la de un penal que le atajó al polaco Deyna. Ya había estado con Argentina cuatro años atrás en la cita mundialista de Alemania 74, pero era el tercer arquero.

Y muy pronto, gracias a su portentosa carrera con el River Plate, con el que ganó siete títulos, se convertiría en el dueño absoluto de los tres palos con sus 1,81 metros de estatura, que no eran mucho, pero la fuerza y saltabilidad de sus piernas hacían ver gigantesca su figura.

Usaba, insólitamente, el número 5, pues a su técnico, César Luis Menotti, le gustaba que los jugadores llevaran la dorsal de acuerdo con el orden alfabético de su apellido. En España 82 tuvo que usar el 7.

Un buzo verde era su preferido. Y siempre con pantalón negro. Cuando se empinaba en las puntas de sus guayos y anchaba su cuerpo con sus brazos cuan largos eran, había que prepararse para ver una monumental atajada.

Cuando lo vi por primera vez, por televisión, fue a blanco y negro, pero luego buscaba afanosamente sus fotos en las revistas de El Gráfico, que con una semana de retraso llegaban a los estantes de la Librería Nacional, en la Plaza de Cayzedo. Ya para entonces, Fillol se había ganado un lugar especial en la preferencia de todos.

Algunos, inclusive, lo catalogan como el mejor arquero de la historia de Argentina. Otros se atreven a decir que del mundo entero. Para mí, el mejor de todos, por siempre.

Y qué suerte tuve mucho tiempo después. Cuando yo era un chico de 7 años, empecé a idolatrarlo desde mi casa frente a la pantalla de un televisor Sharp en blanco y negro; y luego, frente a la de un Sony a color. Y ya en los 80, los recortes de sus fotos dormían debajo de mi colchón. Hasta que un día, muchos años después, tuve la fortuna de encontrarme con él en un café de Buenos Aires. 7 de agosto del 2019.

Yo andaba con el rodaje del documental ‘Palomo’, y en una zona exclusiva de la capita argentina, habíamos pactado una cita con Burruchaga, quien había sido compañero de Usuriaga en Independiente. Y de pronto vi al ‘Pato’ allí al lado, en una mesa. Con su abundante cabello plateado y una campera —como dicen los argentinos— del River Plate. Lo saludé y le expresé, con la voz entrecortada y las manos temblorosas, mi admiración. Sonrió. Nos abrazamos.

Y vino la foto. Los que vivieron aquella época, los que supieron quién fue Fillol, podrán entenderme. A los que nacieron tiempo después, les cuento que Ubaldo Matildo Fillol fue inmenso. Inmenso. Y humilde, porque me preguntó por Willington Ortiz, quien tuvo la osadía de dejarlo vencido y marcarle gol en el Monumental de Núñez vistiendo la camiseta del Cali, en una Libertadores contra River Plate.

Le respondí cualquier cosa. Ni lo recuerdo. Y el ‘Pato’ sonrió. Así es el fútbol. Te regala felicidad. Y a veces ni se la pides.

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