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Queensaray y Lizsurley Villegas son gemelas y juntas persiguen sus sueños.

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De salto en salto quieren llegar a los Olímpicos: la meta de las gemelas Queensaray y Lizsurley Villegas

Buga vio nacer a las gemelas Villegas, jóvenes promesas del BMX freestyle, que ya compitieron en Estados Unidos y Europa.

17 de mayo de 2020 Por: Natalia Arboleda Moncayo, Semillero de El País-Uao

Desde un par de bicicletas y a casi 30 kilómetros por hora, las gemelas Queensaray y Lizsurley Villegas Serna, de 16 años, practican los saltos con los que llegan al podio. Cuando pasan por la rampa y antes de caer a un improvisado cajón con espuma, vuelan por algunos segundos.

No piensan en nada durante ese momento, solo sienten la adrenalina que les otorga no soltar esas bicicletas. Primero salta una, después la otra. Primero vuela una, después la otra. Por turnos, pero nunca separadas.

A ‘Wenchi' y ‘Liz’, como las llaman sus allegados, la vida les dio dos regalos: una familia a la que nada la detiene y el BMX freestyle. A los dos llegaron por casualidad, pero no se imaginan sus vidas sin ninguno de esos regalos.

A los 12 años, cuando sus manos aún no cogían una bicicleta, las gemelas Villegas dedicaban sus tardes a bailar en una academia de danza en Buga. Ahí aprendieron a bailar salsa y bachata, pero eso nunca las enamoró. Sus pies estaban destinados para los pedales. Sin embargo, estar en esa academia les sirvió para encontrarse con lo que las pondría a volar, el BMX freestyle.

El BMX es un deporte que se practica desde una bicicleta. Existen dos modalidades: ‘race’, que consiste en atravesar un terreno de arena arcillosa con el fin de ser más rápido que el rival; y ‘freestyle’, en la que el deportista utiliza su bicicleta para subir rampas y hacer trucos y saltos.

Fue en una tarde, hace 4 años, mientras volvían a su casa después de una clase de danza, en el parque Ciudad Paraíso, que vieron a algunos jóvenes haciendo trucos en unas bicicletas. Unos subían rampas a toda velocidad para terminar al otro lado, y otros, antes de llegar al otro extremo, se elevaban en su bicicleta y hacían piruetas.

No saben qué fue exactamente, si el impacto de ver a esos chicos volando o la cara de emoción de ellos cuando llegaban al otro lado. Pero desde ese día no quisieron volver a baile. Solo querían montar en una bicicleta.

“Cuando comenzamos a practicar, los chicos nos molestaban. De hecho, no les gustaba mucho que dos chicas practicaran su deporte, pero no nos dejamos sacar de la pista. Íbamos todas las tardes después de hacer tareas. Nos encantaba, y aunque nos caímos muchas veces, nunca dejamos de aprender con cada caída”, comenta Lizsurley al recordar esos días.

Esas cicatrices han sido símbolo de experiencia. Para ‘Liz’ —que se fracturó el peroné el año pasado y ha visto sangrar su tabique un par de veces—, las caídas son tan necesarias en el deporte como en la vida. Para ‘Wenchi’ —que se fracturó la mano dos meses después que su gemela y lleva en sus piernas las marcas de su persistencia—, las caídas la impulsan a subirse de nuevo a su bicicleta. Sus padres, en cambio, harían lo que fuera para evitarles cualquier golpe.

Un impulso llamado familia

Detrás de su casa y gracias a las manos de Uberley Villegas, padre y artesano, las gemelas hoy saltan seguras.

En medio de una pista de madera rodeada por árboles y una sequía, Queensaray y Lizsurley perfeccionan la técnica de los 65 trucos que saben hacer entre ellas.

Su padre, que antes no podía estar cerca para cuidarlas tras las caídas, y a quien lo agobiaban las llamadas de su esposa que anunciaban un nuevo golpe, les construyó con esas manos de artista un fompi a sus hijas.

El fompi es una especie de pista improvisada en la que el deportista puede practicar sus trucos en el aire de forma segura, porque, al caer, su cuerpo impacta sobre un cajón lleno de espuma, que mide unos seis metros. Esa espuma la recogió su padre a lo largo del país.

La primera vez que Uberley vio un fompi fue en Medellín, adonde viajó con sus hijas para una competencia. Ahí supo que eso era lo que ellas necesitaban. Así que en cada ciudad a la que iba por su trabajo como comerciante, buscaba algo para darles a sus hijas un aterrizaje seguro.

“Me fui a trabajar a Yopal, en Casanare, y me contaron que había allí una fábrica de colchones en la que podía conseguir espuma, pero el kilo era muy costoso y no lo podía pagar. Entonces le conté al dueño para qué era y me colaboró con un descuento. Y tenía que pensar en el precio del transporte hasta Buga, así que también le conté al conductor para que me ayudara, esa fue la primera espuma que conseguí”, comenta un padre orgulloso.

Con el tiempo, consiguió más espuma de colchones de un vecino o un familiar. También madera de un techo viejo para darle la forma al fompi, y llantas desechadas que usó como protección en los bordes de la pista.

Un año tardó en conseguir todo y dos meses en construir el escenario para las gemelas. El corazón se le quería reventar de alegría la primera vez que vio a sus hijas saltar allí en sus bicicletas.

“Él me llamaba y me decía que llegaba una carga a la casa. Yo se la guardaba y le preguntaba para qué iba a usar eso, pero nunca me decía.

Un año después, cuando se devolvió del todo para Buga porque el trabajo se lo permitió, se dio a la tarea de trabajar todas las tardes en esa pista. A los dos meses, cuando ya tenía todo listo, llamó a las niñas para mostrarles. Fueron muy felices”, afirma Mary Luz Serna, la madre de ‘Wenchi’ y ‘Liz’.

Las hermanas Villegas, nacidas el 3 de junio del 2003, fueron el tercer parto de Mary Luz en su vida. Nunca pensó que iban a ser gemelas, pero después de siete meses de embarazo le llegó la noticia. Desde ese momento, hasta el día de hoy, Mary y Uberley piensan para dos, en el colegio, con los útiles escolares, y en el deporte, con las bicicletas e implementos.

Queensaray y Lizsurley cursan el último año de secundaria de manera acelerada en el Colegio Gimnasio Moderno de Buga. Toda su vida estudiaron de manera presencial, pero cuando comenzaron a entrenar y decidieron practicar BMX freestyle de manera profesional, el tiempo no les alcanzaba.

Y mucho menos con las clases de inglés que empezaron a tomar, gracias a la ayuda del Ingenio Carmelita, pues saben que el llamado idioma universal es un aliado en las competencias en el exterior.

Sostener una familia no es fácil, porque además de las gemelas, Uberley y su esposa tienen otros dos hijos, pero hay algo a favor de él: su incansable deseo de trabajar y el talento de sus manos, con las que construye artesanías con material reciclable, que luego pone a la venta.

Y claro, también ha trabajado en la construcción y ha vendido manjar blanco, ese típico dulce vallecaucano que, empacado en mates, ha llevado allende las fronteras para conseguir dinero para los hospedajes, el transporte y la alimentación en días de competencia. Los espectadores le suelen comprar.

“Nuestros padres son nuestro motor, sabemos el esfuerzo que han hecho por apoyarnos y nunca dejaremos de agradecerles. Mi mamá nos apoya en cada carrera y mi papá se esfuerza para que podamos seguir en competencia. Por ellos también hacemos esto, para que se sientan orgullosos”, coinciden las gemelas.

BMX: un sueño múltiple

Un día, mientras las gemelas llegaban a Medellín, Uberley les preparó una sorpresa. Iban a conocer a su ídola, Mariana Pajón, la doble medallista olímpica de BMX.

Aunque las Villegas decidieron seguir la modalidad de freestyle y Mariana practica race, a ellas siempre les causó admiración la historia de Mariana y las ilusionó con representar alguna vez al país en un podio.

Una vez en Medellín, el papá las llevó a la pista donde entrena la medallista regularmente. Las presentó y cruzaron un par de palabras. Después de eso, Mariana las invitó a competir junto a ella. No ganaron, pero esa experiencia las llenó de sueños. Desde ese día, ven a ese par de bicicletas como una oportunidad para llegar lejos, muy lejos.

De Colombia salieron por primera vez para competir en Carolina del Norte, en Estados Unidos. También compitieron en Budapest (Hungría), en el World Urban Games. Siempre han ocupado los primeros cinco puestos. Incluso en Bogotá, cuando se midieron en la pista con hombres.

Y pisaron podio en Francia, en el Mini Spine Ramp. En esa oportunidad, las bicicletas no llegaron a tiempo y tuvieron que competir con unas prestadas. No fue lo mismo, desde luego, porque cada una atesora y personaliza su bicicleta como una extensión de ellas.

La de ‘Wenchi’ es azul con morado y la de ‘Liz’ es roja. Sin embargo, ese día lograron llegar en cuarto y segundo puestos. En la pista, aunque compiten de manera individual, siempre se aconsejan la una a la otra. No hay rivalidad. “Si nacimos juntas, justas cumpliremos nuestros sueños”, dicen.

Esas bicicletas de las que no se bajan, en las que pasan la mayor parte del día, también las llevan impregnadas en la piel. Cuando recién cumplieron los 16 años, las gemelas lograron convencer a sus papás para que las dejaran hacerse un tatuaje. Cada una tiene en su brazo derecho una bicicleta que son unidas con un cordón cuando juntan sus extremidades.

Debajo de las llantas y en letra cursiva, ‘Liz’ tiene escrita palabra ‘always’, y ‘Wenchi’, la palabra ‘together’, dos términos en inglés que, traducidos al español, dejan leer la frase “siempre juntas”. Juntas en la vida, juntas en el deporte.

Gracias a su desempeño, el año pasado, Queensaray y Lizsurley consiguieron el patrocinio de RedBull, una firma de bebidas energéticas que sabe poner sus ojos en los nuevos talentos del deporte.

La comunión entre esta marca y las gemelas sucedió el pasado 10 de diciembre del 2019 en Ciudad de Panamá. Todo era una sorpresa. Se las habían llevado de viaje con la excusa de ver una producción audiovisual.

Pero esa misma noche, al momento de la cena, Kennet Tencio, figura mundial del BMX freestyle y a quien la empresa también patrocina, se les acercó por detrás con un par cascos con el logo de RedBull.

En ese momento, les dieron la noticia de que en adelante seguirían saltando en sus bicicletas junto con la bebida energética. Sus mejillas se empaparon de felicidad por cuenta de las lágrimas. Una vez asimilada la noticia, llamaron a sus papás en Buga, a 700 kilómetros de distancia, para ponerlos al tanto. Casi ni les salían las palabras de la emoción.

Ahora se ilusionan con estar en los Juegos Olímpicos de Tokio, luego de que el MBX freestyle fuera aceptado en la cita en la que todos los deportistas quieren tocar el cielo. Como ellas. Como las gemelas Villegas, que van de salto en salto como si fueran una sola.

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