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Caterine Ibargüen dejó el atletismo para convertirse en candidata para el Senado de la República. | Foto: Foto: AFP

CATERINE IBARGÜEN

Caterine Ibargüen: cuando la gloria se convierte en votos (opinión)

El 13 de marzo habrá terminado esta carrera de Caterine. Ese día sabrá si el pueblo le creyó para elegirla y cruzó la meta.

20 de febrero de 2022 Por: César Polanía / Editor Afición de El País

La valla muestra a Caterine Ibargüen vestida de atleta, exhibiendo esa sonrisa blanca y contagiosa, y con los brazos arriba en señal de triunfo.

“Un salto hacia el cambio”, dice la publicidad. Es gigantesca. Está en la Avenida Sexta con Calle 46 Norte de Cali, en pleno cruce de semáforos.

Imposible no verla mientras la luz verde aparece. Se me viene a la cabeza, mientras cambia el semáforo, que en diciembre la entrevisté. Qué curioso: nunca fue posible hablar con ella mientras fue atleta.

Siempre quise hablar con la campeona del mundo. Con la campeona olímpica del salto triple. Y vine a tenerla frente a frente cuando ya se había ido del atletismo para saltar a la arena política.

Me pidió que no habláramos de política. Quedé desubicado, porque desde el 20 de octubre ella había sido proclamada como cabeza de lista del Partido de la U al Senado. Le insistí. Llevaba preparado yo un cuestionario donde combinaba su carrera deportiva con sus nuevas metas en la carrera política. Accedió a regañadientes.

Una de las preguntas que le hice en el jardín de la piscina del Hotel Intercontinental fue que si, como tantas otras veces ha sucedido, la política se estaba aprovechando de su fama y su nombre para ponerla como una ficha en el Congreso. “No, para nada, yo tengo la convicción de que puedo trabajar por mi país y a eso le apuesto. Tenemos que trabajar por Colombia todos, sea cual sea el escenario, sin temores”, contestó.

Camino a casa, luego de que cambiara la luz roja del semáforo y se perdiera de mi vista la valla de Caterine, pensé en aquellos otros deportistas que se han dejado seducir por la política —por los políticos, mejor— para “trabajar por el país”. Y recordé a María Isabel Urrutia, nuestra primera medallista olímpica, que estuvo dos períodos en el Congreso y se quemó cuando aspiró a un tercero. Y pensé también en Willington, quien se la pasó más tiempo defendiéndose por los ataques de quienes le cuestionaban su aparición en la Lista Clinton, que legislando. Y en ‘Cochise’, que llegó al Concejo de Medellín y dijo “no más” cuando terminó su período. Y bueno, también en tantos otros que engrosan la lista, como Pacho Maturana, Higuita, ‘Bolillo’, Lozano, Pantano y etcétera.

¿Han escuchado a los deportistas hablar de política? ¿O han escuchado a los políticos hablar del deporte? Se podrían contar con los dedos de una mano los casos, ¿verdad? Pero en épocas electorales unos y otros terminan siendo un matrimonio indisoluble, porque —y no es un descubrimiento— los políticos conocen el arte de transformar en votos la gloria de los deportistas.

Ignoro si el salto de Caterine le alcanzará para llegar hasta el Senado. Pero si logra esa ‘marca’, ojalá pueda trabajar por el deporte como lo ha prometido, y no se convierta en la ficha de un movimiento político con otros intereses. Ella, mejor que nadie, sabe cuántos sacrificios hacen los atletas para entrenar. Sabe que muchas veces inician la jornada sin meterle un pan al estómago. Sabe que a veces no tienen la indumentaria ni el dinero para el transporte. Sabe que deben mendigar para ir a una competencia si carecen de patrocinio. Sabe que son maltratados por dirigentes y, muchas veces, las mujeres, víctimas de acoso sexual. Sabe que no gozan de una pensión. Sabe que el presupuesto para el deporte suele ser diezmado por los gobiernos de turno. Y sabe que los primeros que se montan en el bus de la victoria son los políticos, que sacan pecho como si siempre apoyaran. Algunos, muy pocos, sí lo hacen.

El 13 de marzo habrá terminado esta carrera de Caterine. Ese día sabrá si el pueblo le creyó para elegirla y cruzó la meta. Mientras tanto, vuelvo a pasar por la valla de la Avenida Sexta con 46 y me quedo mirando su sonrisa. La del triunfo en las pistas de atletismo.

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