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Martha Soto es magíster en estudios políticos, consultora en producciones de Netflix y NatGeo sobre temas de narcotráfico. Entre sus galardones se encuentran el premio Global Shining Ligth en 2015, y un Premio del Círculo de Periodistas de Bogotá en 2019. | Foto: Foto: Laura Morales

LIBROS DE PERIODISMO

Martha Soto cuenta detalles de su nuevo libro de periodismo: 'El abogado de la mafia'

La periodista Martha Soto acaba de publicar ‘El abogado de la mafia’, una investigación minuciosa en la que, a partir de los casos de Joaquín Pérez, el abogado que representa a más colombianos procesados en Estados Unidos, descubre información clave sobre la reciente historia criminal de Colombia.

9 de octubre de 2022 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, periodista de Gaceta

Cuando un criminal colombiano se somete a la justicia de Estados Unidos y negocia privilegios a cambio de información, hay muchas verdades de nuestro país que parecen condenas a perderse para siempre en archivos federales y juzgados, inaccesibles como secretos debido al poco conocimiento que en Colombia tenemos del sistema judicial norteamericano. Pero, ¿quién nos podría guiar para encontrar la verdad en ese laberinto? Solo la periodista Martha Soto, experta en la cobertura de narcotráfico, paramilitarismo y corrupción, directora desde 1998 de la Unidad Investigativa de El Tiempo, supo identificar el eslabón que une a algunos de los criminales colombianos tristemente más famosos —como Víctor Patiño Fómeque, Salvatore Mancuso alias El Mono, Rodrigo Tovar alias Jorge 40, o incluso el mismo Carlos Castaño—, con Estados Unidos y las verdades guardan de nuestro país.

Ese eslabón no es otro que un abogado, el cubanoamericano Joaquín Pérez, cuyos más de 2.000 clientes “son parte de la historia criminal no contada de Colombia que involucra con la mafia a políticos de alto nivel, generales de la Policía y del Ejército, poderosos empresarios, congresistas activos, dirigentes gremiales y reputados abogados”. Joaquín Pérez, quien se precia de “tener más casos de extradición que ningún otro abogado” en Estados Unidos, es el protagonista del nuevo libro de Martha Soto, una investigación fascinante que revela todas esas verdades dichas por criminales colombianos en el país del Tío Sam, pero que casi nunca se conocen en el país del realismo trágico.

Al mismo tiempo que narra la vida de este sin igual hombre de leyes, así como las condiciones y procesos que viven los colombianos encarcelados en el extranjero, la periodista contrasta y ata cabos de múltiples versiones para iluminar hechos de corrupción, narcotráfico y violencia en Colombia que hoy siguen en el limbo.

La autora de profundos perfiles periodísticos, como son ‘El renacimiento de Natalia Ponce de León’ y ‘Velásquez, el retador del poder’, así como de reportajes sobre el narcotráfico, vuelve con una investigación en la que un solo personaje aporta luz sobre múltiples hechos delictivos de nuestra historia reciente. Desde su escritorio en una sala de redacción bogotana, Martha Soto habla de cómo descubrió a ‘El abogado de la mafia’.

—¿Cómo conoció la historia del abogado Joaquín Pérez? ¿Fue en su trabajo dentro de la unidad investigativa?

Estoy en la Unidad Investigativa del diario El Tiempo desde 1994 y por agenda del país, además de temas de corrupción estatal y privada, pues el tema del narcotráfico es algo que obviamente nos acosa. Recuerdo que cuando estábamos en pleno proceso con los paramilitares, también estábamos en el tema del narcotráfico y empecé a encontrar de manera reiterativa el nombre de Joaquín Pérez; entonces, inicialmente como abogado de ciertos personajes de la mafia, pero después supe que tenía relación con un grupo de pilotos. Por esos días intenté contactarme con este abogado cubanoamericano. La verdad, fue bastante difícil, y como lo he dicho antes, en los primeros intentos fueron colgadas de teléfono literales de una persona bastante infranqueable, muy muy difícil. Y yo lo entiendo, por el tipo de información que maneja.

Poco a poco se empezó a dar cuenta del trabajo que nosotros hacemos en la unidad investigativa, de cómo cubríamos temas que tocaban también a sus clientes, y yo creo que en algún momento ya la respuesta no fue una tirada de teléfono, sino de diálogo y así empezamos a, digamos, construir una relación de periodista y fuente. Y siguió siendo difícil, porque él siempre está ceñido al secreto profesional como abogado, él no entregaba datos, yo siempre llamaba era a confirmar. Después yo empecé a ver cómo él iba acumulando a sus más de 2000 clientes, a personas que lamentablemente han protagonizado la historia criminal de Colombia, y empecé a preguntarle más; entonces me di cuenta que tenía muchas respuestas a interrogantes que hay en Colombia, sobre cómo funciona el sistema americano, qué información llega, ya que aquí nunca hemos logrado conocer cómo son las cosas allá. De este modo empezamos a trabajar hace 5 años, mi idea era contarle al país la perspectiva de un abogado pero, también la de una reportera investigativa, la verdad sobre algunos casos emblemáticos de la historia criminal nuestra, que todavía no se conocen.

—¿Y cómo logró superar esa barrera y llegar a una información más profunda de la que normalmente brinda un abogado? ¿Cómo manejó los límites que le imponía el secreto profesional al abogado?

Los periodistas investigativos estamos acostumbrados a que cuando no nos abren una puerta, empezamos a tocar otras y a meternos por las ventanas. A veces, lo que Pérez no podía contarme por el secreto profesional, resulta que estaba en grabaciones públicas o en “indictments” a los que pude tener acceso. O, por ejemplo, él me contaba el inicio de una historia y yo buscaba a los otros protagonistas. Esto último, el desenterrar gente de esa época fue algo que me ayudó mucho. Por ejemplo, él contaba sobre algún tipo de cumbre con mafiosos, y me decía que habían estado otros abogados, así yo localizaba a los otros, por ejemplo a uno que estaba en España y que me pudo contar una parte más de esa historia. Pérez también me decía la avanzada que hicieron, por ejemplo, los paramilitares para que se les reconociera en Estados Unidos en busca de una de una negociación, y cuando Carlos Castaño estaba empezando a explorar un posible sometimiento a la justicia de Estados Unidos, y no dijo más. Desde allí, yo empecé a buscar a los protagonistas de esa época, a los que estuvieron, y pude construir historias a partir de documentos que conseguí con otras fuentes que he venido cultivando durante muchos años de reportería. Es decir, que cuando se me aparecía, que fue muchas veces, el dique del secreto profesional de Joaquín Pérez, la reportera entraba a buscar la información a través de otras fuentes.

—Un aspecto interesante que deja entrever el abogado es cómo la farándula ha estado conectada con el narcotráfico. ¿Cómo analiza esa conexión que se ha venido haciendo cada vez más más evidente?

A través de este trabajo periodístico de muchos años es evidente esa relación, con lo que pasa con políticos presos, con equipos de fútbol infiltrados por la mafia, con caballos de paso fino en manos de grandes narcotraficantes, entre otros casos, y la conclusión a la que se llega es que el narcotráfico ha permeado las diferentes capas de la sociedad, no solamente en el tema que menciona de la farándula y de algunas exreinas de belleza que terminaron, por ejemplo, casadas con jefes de cárteles del narcotráfico. Lo he evidenciado en otras investigaciones y libros que he publicado. En ‘Los goles de la cocaína’ cuento como el narcotráfico infiltra varios equipos de fútbol muy importantes y que, incluso, parte del dinero que se pagó de la transferencia de James Rodríguez al Real Madrid sirvió para pagar a unos abogados que debían sacar de la lista Clinton al Envigado Fútbol Club. En el libro ‘Los caballos de la cocaína’ cuento como los grandes campeones de nacionales de paso fino y criaderos muy importantes terminaron en manos de grandes narcotraficantes. Aquí hay dos cosas para analizar, que algunos lo hacen como una manera de mimetizar y de lavar activos, pero otros también lo hacen porque tienen tanto dinero que invierten en fútbol, en reinas, grandes fiestas, en una cantidad de negocios y por supuesto, también sobornando a políticos. Así que lo que muestra ese punto, es hasta dónde el narcotráfico ha permeado nuestra sociedad.

—En la investigación para este libro, ¿qué diferencias encontró entre el sistema judicial colombiano y el sistema judicial norteamericano? ¿Cómo es ese contraste entre lo que pasa con todos estos criminales colombianos que llegan a la justicia norteamericana y que muchas veces tienen miedo de volver a Colombia?

Son dos mundos absolutamente diferentes, que buscan cosas diferentes. Estados Unidos está tratando de conseguir información para tratar de frenar el ingreso de cocaína a su país, en donde hay altos índices de criminalidad y también de consumo, que les preocupa mucho. Ya es un tema de salud pública, también pasa en Europa, mientras que acá este es un tema casi que endémico. Por lo que aquí el sistema carcelario, el sistema judicial, están permeados por el narcotráfico. En ese sentido para ellos es diferente ir a negociar en Estados Unidos, allá entregan una ruta, entregan dinero, entregan a un par de socios y después de pagar unas penas benévolas pueden, si la información es relevante, quedarse a vivir allá con seguridad.

Incluso, hay un agente federal que siempre me ha dicho que los colombianos, los narcos colombianos, prefieren una casa en Miami, que una cárcel en Colombia. Fíjese ese contraste con lo que pasaba en los 80. Aquí, por ejemplo, con el tema de la Paz Total que está planteando el presidente Gustavo Petro, la pregunta es si el sistema judicial colombiano y el sistema carcelario están preparados para asumir lo que pasa en Estados Unidos, para corroborar que la información que están entregando es verídica, que los bienes que están entregando en esa justicia restaurativa no es como legalizar algún tipo de despojo, creo que ese es un reto.

Por otro lado, si tú comparas una cárcel colombiana, la de Cómbita, o también La Tramacúa en Valledupar, tienen muchas similitudes al sistema de Estados Unidos, pero el resto de cárceles del país no garantizan que narcotraficantes de grandes ligas realmente sientan temor de pagar 5-8 años de cárcel en una negociación como la que se está planteando. Creo que todo el mundo espera que a esa Paz Total le vaya bien, la pregunta es si el sistema judicial y el sistema carcelario nuestros están preparados para tratar de emular lo que hace Estados Unidos.

—¿Cuál fue la impresión de Joaquín Pérez cuando le planteó la posibilidad de hacer un libro sobre él, exponiendo su integridad? ¿Tuvo algún tipo de reticencia para acceder a ser el protagonista?

De los siete libros que yo he escrito, hay tres que han tenido protagonistas: el de Natalia Ponce, el de Iván Velásquez, actual ministro de Defensa, y el de Joaquín Pérez. Y en todos los casos ha sido un tema difícil, porque son el hilo conductor para contar una realidad en torno a ellos. En el caso de Iván Velázquez, fue particularmente complicado porque es una persona bastante hermética, muy similar a Joaquín Pérez. Pero, en el caso de Pérez, él fue entendiendo la necesidad de que en nuestro país se supiera cómo se hacen este tipo de negociaciones con narcotraficantes, criminales, paramilitares, lavadores y más, en Estados Unidos. Incluso un colega de él me dijo, “ustedes en Colombia están acostumbrados a enviarnos la basura para que nosotros nos hagamos cargo de ella, y cuando cumplen sus penas devolverlos, pero ya es hora de que se hagan cargo”. La gran pregunta es si estamos carcelariamente, y como sociedad, preparados para tratar de manejar un tema bastante complejo que incluso en Estados Unidos algunas veces se les sale de las manos.

—¿Por qué le pareció importante profundizar en este aspecto, las negociaciones de criminales colombianos en Estados Unidos para acceder a beneficios? ¿Por qué es necesario que en Colombia se entienda esto en profundidad?

En el libro cuento casos de criminales que no pagaron un solo día de cárcel y que, por ejemplo, ingresaron 8.000 fusiles búlgaros para alimentar la guerra en Colombia. Hay lugartenientes de personajes como alias Jorge 40, que tampoco pagaron un día de cárcel, teniendo mucha información sobre el conflicto armado colombiano. El libro da cuenta de cómo la justicia de Estados Unidos se enteraba primero de lo que hacían políticos, militares, empresarios, delincuentes y que tuvieron que pasar, por ejemplo, en uno de los casos, 10 años antes de que Colombia se ocupará de uno de esos personajes. Entonces se trata de traer esa verdad que se queda en Estados Unidos, porque ellos van por el gran narcotraficante, por las rutas, por los socios, por los tentáculos con Venezuela, con México, y no les interesa un gobernador o exgobernador, o un senador o exsenador de la República corrupto, y yo creo que ahí falla la justicia colombiana, por lo que es valioso rescatar esas verdades. Como me decía ese otro abogado, enviamos a esos personajes para que Estados Unidos se haga cargo de ellos, pero también se llevan parte de la verdad que Colombia necesita para sanear muchas instituciones, para saber dónde está la corrupción, y yo creo que esta es una manera, una contribución para que la gente sepa cómo se manejan las cosas.

—¿Considera que esta historia y todas las implicaciones que tiene con el pasado deben ser también incluidas dentro de lo que es la verdad del conflicto, incluso asumidas por la JEP, que se centra en lo que ha pasado al interior del país?

Había alguien que me decía, un abogado, que hay varios tipos de verdad: una que es la verdad judicial, otra que es la verdad que se conoce en los medios de comunicación y otra que es la verdad verdadera; y en muchas ocasiones no llegamos a completar esos tipos de verdad. Creo que la JEP, al igual que la justicia, y que otras jurisdicciones como es Justicia y Paz, hacen lo que pueden y llegan hasta cierto punto, pero hay baches judiciales en estos capítulos oscuros que es necesario que se sepan. Tengamos en cuenta esto, una frase muy interesante de Joaquín Prez en el libro, donde dice que más allá de defender a narcotraficantes, uno de los grandes negocios de los abogados en Estados Unidos es recuperarle las visas discretamente a muchos empresarios y a sus familias, a los que Norteamérica se las ha quitado por vínculos con grupos criminales, y estos personajes, muchos de los nombres que conocí, acá posan de grandes empresarios y nunca pasa nada. Ahí es donde uno se da cuenta que faltan muchas verdades que ayudarían a completar ese rompecabezas de la verdad en Colombia, en temas de narcotráfico, de parapolítica, de lavado de grandes mafias y de otras organizaciones criminales.

—¿Joaquín Pérez tuvo algún inconveniente con sus clientes a partir de la publicación de este libro?

Joaquín Pérez asumió riesgos desde el primer momento que puso un pie en Colombia, haciéndose cargo de casos de grandes narcotraficantes y paramilitares. En este caso él fue bastante celoso con no mezclar temas confidenciales de sus clientes, esa parte corrió por cuenta de la periodista con las investigaciones que adelanté de cada caso, también fue bastante celoso con guardar esa información y solamente habló y publicó lo que legalmente se podía, así que cuando el lector entre a este libro va a encontrar muy bien definidos los diálogos que tuve, la información que me entregó, las entrevistas que tuve con ese abogado de la mafia, y cuando se trata de la reportería y la información que obtuve, la investigación periodística.

—En el libro se puede conocer la posición que tiene Joaquín Pérez sobre el problema del narcotráfico y lo que implica defender a criminales, ¿por qué consideró pertinente mostrar la moral con la que este abogado se guía?

Puede impresionar a algunos ese pragmatismo que tiene Joaquín Pérez cuando ve el tema del narcotráfico, porque es diferente la perspectiva que tiene, por ejemplo, alguien que vive en Estados Unidos de alguien que viva en Colombia. Allá no hay cultivos de coca, allá no asesinan a la gente por este tipo de cargamento, allá no hay carteles extranjeros aterrizando como está pasando aquí en Colombia; su mirada es diferente y yo creo que eso nos enriquece. Me parece interesante saber cuál es la lectura de nuestra realidad de un personaje como estos, cuál es el tratamiento que tiene con sus clientes y cuál es esa perspectiva cuando él habla de superar el delito que cometen sus clientes, un delito que puede incluso prescribir según como lo están proponiendo muchas personas, cómo será en el momento que se legalice la droga. Él no habla ni en contra ni a favor de la legalización, pero sí dice que, por ejemplo, en algunos lugares de Estados Unidos ya la marihuana está legalizada, que es una manera interesante de ver un problema, ayudándonos a abordar el tema del narcotráfico con una perspectiva tal vez más integral. Aquí nosotros estamos pensando solamente en cultivos ilícitos y en bandas criminales, y allá, la visión que hay en Estados Unidos, es muy diferente. Conocer perspectivas diferentes enriquece incluso para plantear políticas públicas en contra del narcotráfico.

—De acuerdo a toda su experiencia como periodista de investigación, ¿cuáles son los principios que debe tener en cuenta un periodista para no caer en errores comunes frente al abordaje del narcotráfico, la corrupción política y el conflicto armado?

La investigación en temas de narcotráfico o en temas de corrupción o en cualquier otro tema, la tiene que abordar un periodista con responsabilidad, conociendo cuáles son las fuentes idóneas, verificando información, evaluando realmente la información que va a entregar y decirle a la sociedad, acuérdese que nosotros trabajamos para nuestros lectores, para el país, y que cuando uno sabe que está entregando información relevante, con responsabilidad y verificada, puede dormir tranquilo.

—En cuanto al cliché del narcotráfico y los mafiosos que se ven en algunos medios, y que se presenta a veces como una idea romántica, ¿cómo se aparta su libro de esa tendencia?

La verdad es la única que se encarga de bajar, de quitarle como ese velo que algunos tratan de explotar. En mi libro cuento simplemente la verdad, sin ningún tipo de filtros. Eso ayuda a poner las noticias, la información, en perspectiva y a complejizar. Obviamente el libro está escrito de una manera, digamos, que muy agradable. No es un tema de un expediente judicial seco, sino que tiene muchos detalles de otro tipo que ayudan a suavizar toda esa información. Pero yo creo que cuando uno entrega la información de manera tajante, sin ningún tipo de filtro, eso hace que la gente sepa cuál es la realidad y qué es ficción.

—¿Considera que describiendo la perspectiva del abogado que los defiende, se logra humanizar a estos hombres: guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares?

No lo había considerado. Pero esto se puede comprobar cuando nos enteramos, por ejemplo, que un personaje tan sanguinario y nefasto para el país como Don Berna, está pidiendo mejores condiciones carcelarias; porque uno sabe que estos hombres llevan muchos años privados de la libertad, 15 en el caso de Mancuso, y conoce los entretelones que sufren en un sistema carcelario eficiente, y no como lo que pasa acá en Colombia.

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