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Margo Glantz nació en Ciudad de México el 28 de enero de 1930. | Foto: Foto: Omar Torres / Afp

FERIA DEL LIBRO DE CALI

Margo Glantz, la escritora mexicana que cierra hoy la Feria Internacional del Libro de Cali

La mexicana Margo Glantz es una de las autoras invitadas a cerrar el último día de la Feria Internacional del Libro de Cali. Diálogo con una maestra de la prosa en español.

25 de octubre de 2020 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País

Margo Glantz es una de las mayores expertas en la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, tuvo una cátedra dedicada a Borges en la UNAM donde se jubiló hace años, es una historiadora de moda clásica y ha estudiado la evolución de los zapatos bajos y de tacón desde el medioevo a la fecha, con una mirada es capaz de reconocer las telas, cortes, puntadas, filigrana, año y diseñador de la vestimenta que lleva su interlocutor, para ella la ropa y los accesorios revelan más de las personas, que sus propias palabras. Pero Margo Glantz es además una de las críticas literarias más influyentes de México con una extensa obra dedicada a autores modernos y del barroco español, así como a los autores americanos de la conquista. En su casa del D.F. tiene una biblioteca de dos pisos con más de 10.000 libros, el 28 de enero pasado antes de que el mundo se transformara por el contagio, Margo Glantz cumplió 90 años, y nunca en todo este tiempo ha dejado de vivir en el presente, parte de su excentricidad es que no sufre de nostalgia.

Es una de las intelectuales mexicanas, que a su edad, tiene una cuenta de Twitter (@Margo_Glantz) más activa que la de muchos ‘millenials’, desde allí opina sobre lo divino y lo humano; comenta las series que ve en Netflix, sus reflexiones sobre astrofísica “no me consuela saber que el universo está hecho de agujeros llenos de materia oscura”, o del dilema de las redes sociales “son aliadas de los neofascismos y sin embargo las usamos”, incluso, hace unos días, cuando se anunció la nueva ganadora del Premio Nobel de Literatura, no tuvo el menor reparo en confesar que: “No sabía quién es Lourdes Glück”. “Louis, maestra, no Lourdes”, comentó de inmediato una de sus seguidoras. “Louise”, corrigió la escritora, y en un tuit posterior: “Escribí Louise y el corrector escribió Lourdes. La vida inclemente me separa de la verdad”.

Así es Margo Glantz, honesta y sin miedo a equivocarse, las demasiadas lecturas no la han vuelto pesada, conserva una curiosidad intacta pese a sus más de 60 años dedicados a la crítica literaria. Si bien su primer libro ‘Las mil y una calorías, novela dietética’ se publicó en 1978, ya llevaba años publicando en revistas y periódicos, su primer ensayo es de 1963. Podría decirse que ella desde pequeña, como Borges, supo que su destino sería literario. No obstante, haber publicado más de una treintena de libros entre ensayo y narrativa, obras como ‘Las genealogías’, ‘De la amorosa inclinación a enredarse en los cabellos’, ‘El día de tu boda’, ‘Síndrome de naufragios’, ‘Saña’, ‘El rastro’, ‘Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador’ y ‘El texto encuentra un cuerpo’; cuando descubre un autor nuevo con calidad literaria, no duda en compartir su entusiasmo, incluso se si ha ganado un Nobel de Literatura.

La obra de Margo Glantz es de una diversidad temática y formal difícil de clasificar, así como ha escrito profundos estudios sobre literatura colonial, igualmente es pionera de la crítica feminista a partir de sus ensayos sobre Sor Juana Inés de la Cruz y la figura de la Malinche en México, y entre los límites de los géneros literarios ha escrito libros como ‘Saña’ compuesto de centenares de microensayos y fragmentos que van desde anécdotas de pianistas mancos, pintores como Francis Bacon y Lucien Freud, costumbres judías, sobrevivientes del Holocausto Nazi, la vida de Rimbaud después de abandonar la poesía y apuntes históricos sobre moda y cosméticos.

En uno de esos fragmentos, a partir de un simple detalle, que podría parecer frívolo para algunos, se revela toda la rebeldía femenina: “La reina de Jordania asistió a la boda de Doña Letizia y el Príncipe Felipe de Borbón vestida con una blusa de seda blanca y una falda de varias capas en tonos malva y paneles de encaje blanco. Con ese atuendo transgredió el protocolo establecido para la ceremonia: sólo la Reina y la novia podían vestir de largo. Los zapatos dejaban ver los dedos de sus pies, dato sacrílego en una musulmana”.

Margo Glanz tendrá una charla virtual sobre su obra con el escritor Juan Cárdenas, hoy a las 5:00 p.m. en la Feria Internacional del Libro de Cali. El evento se transmitirá por: www.filcali.com

Por sutilezas como estas, no es raro que su obra inclasificable, sea la delicia de algunos círculos de lectores que se vanaglorian de su fino gusto literario, y prefieren guardarse para ellos a raras avis como Margo Glantz. Pero, ¿cómo una autora como ella ha pasado casi en secreto para la mayoría? Tal vez, como a muchas autoras extraordinarias que ahora estamos redescubriendo -otras de ellas son la norteamericana Lucia Berlin y la argentina Silvina Ocampo- pese a que sus obras fueron publicadas hace años, les sucedió que atravesaron un momento de la cultura, en los años 60, 70, 80, incluso los 90, cuando los medios, la crítica y el mundo editorial privilegiaron a los hombres. Y aunque Margo Glantz perteneció a una gran generación de autores mexicanos, o radicados en ese país, amigos suyos como Juan Rulfo, Augusto Monterroso, Juan José Arreola, José Emilio Pacheco, Carlos Monsivais, Salvador Elizondo, Octavio Paz, Alejandro Rossi y Sergio Pitol, entre otros, y sin olvidar a Gabriel García Márquez, todos hoy fallecidos, “los admiro y releo: fueron todos amigos míos, muy amigos, sobre todo Pitol y Monterroso”, ella, igual de erudita y genial, construyó una obra literaria no menos valiosa, de hecho, sus novelas y ensayos son de una originalidad que se mantienen tan vigentes hoy como cuando se publicaron en las décadas del 70 y los 80.

Cuando se lee una novela como ‘El rastro’ (2002), se comprueba la actualidad de Margo Glantz, ya que logró, como ningún compañero de su generación, crear con palabras mujeres absolutamente complejas, ficciones vivas. Esa es la impresión que deja Nora García, la protagonista de ‘El rastro’, una violonchelista y exesposa de Juan -un compositor que acaba de morir-, por eso la conocemos cuando asiste a su velorio, donde llevada por una corriente de consciencia abrumadora, que avanza en múltiples planos a la vez, empieza una serie de digresiones sobre la vida como una obra musical o como un mapa de sangre movido por el corazón -Juan murió de un infarto-, al tiempo que apunta con ojo clínico cada uno de los detalles del ritual fúnebre, y no pierde oportunidad de describir las prendas y accesorios que llevan puestas los asistentes, entre estas alguien con un Armani que ella deseaba, porque es el “diseñador que admiro con locura”, pero cuyas prendas jamás compra “por avara”. ¿Cuánto tiempo pasa en la novela? Tal vez el necesario para abarcar la historia universal, de la civilización y la barbarie, pero no tanto como para que una mujer no alcance a verse a sí misma y admirar el nuevo peinado que escogió para la ocasión, y desde luego “que la rejuvenece”.

Más allá de habitar a lo largo de estas páginas en la mente intrincada de Nora García, poco a poco se va imponiendo una forma musical, pero no es una sinfonía o una sonata, se trata de una estructura barroca, igual a las fugas de Johann Sebastian Bach, a las complejas Variaciones Goldberg grabadas por Glenn Gould en 1955. Al final descubrimos que la novela y las palabras fueron el pretexto para que la autora en una demostración de genio prosístico, interpretara sus variaciones de tal forma, como sucede en la música, que el lector olvide el tema, la historia que pretendía narrar, pues el motivo se va y vuelve sobre sí mismo, las palabras se hacen bucle y el lector se complace por el estilo excéntrico que logra despertar su inteligencia y ponerla a jugar sin descanso.

Su amigo Sergio Pitol estaría de acuerdo en incluir a Margo Glantz entre la familia, o mejor, entre la genealogía de escritores raros o excéntricos, que como escribió en ‘El mago de Viena’, son escritores que: “aparecen en la literatura como una planta resplandeciente en las tierras baldías o un discurso provocador, disparatado y rebosante de alegría en medio de una cena desabrida y una conversación desganada. Los libros de los "raros" son imprescindibles, gracias a ellos, a su valentía de acometer retos difíciles que los escritores normales nunca se atreverían. Son los pocos autores que hacen de la escritura una celebración”.

"He estado en varias ciudades de Colombia, nunca en Cali, fue Juan Camilo Sierra quien me invitó, gran amigo mío desde hace ya tiempo y por desgracia fallecido prematuramente…".
Margo Glantz

—¿Cómo descubrió su vocación literaria?

Mi padre era poeta y tenía una biblioteca desordenada y nos compró muchos libros para niños y jóvenes a mis hermanas y a mí. Mi madre era una mujer muy culta y fue gracias a ella que me interesé en Dostoievski y otros autores rusos. No sé bien, Supongo que desde muy jovencita empecé leyendo vorazmente, y pensaba que de grande iba a ser escritora. Para empezar, supe desde el principio que mi carrera serían las letras, impulso que me llevó a cursarlas y luego a enseñarlas y escribir sobre ellas.

—¿Cómo nació su interés por la moda?

No tengo idea, sólo sé que siempre me ha interesado o quizá también mi madre que era muy bella y elegante me contagió. Quizá también sucedió que como a los 10 años nos mudamos de casa y en el nuevo departamento donde íbamos a vivir por un tiempo, los anteriores inquilinos habían abandonado un libro de fotos de estrellas de cine de Hollywood, maravillosamente ataviadas. La moda es parte fundamental de la cultura de todos los tiempos. Por ejemplo Walter Benjamin le dedica muchos ensayos maravillosos a la moda y los mismo Barthes, y en la narrativa abundan los ejemplos de escritores y escritoras y que se interesaron enormemente en la moda: por ejemplo Proust o Virginia Woolf, entre muchos otros. En México es notable el caso del escritor del siglo XIX, José Tomás de Cuellar, que hace un tratado magistral especialmente sobre el calzado.

—En contraste con el refinamiento de la moda, en su obra también hay una constante referencia a la deformidad, las amputaciones y las imágenes escatológicas…

La literatura puede y debe tratar absolutamente de todo, la invalidez, la deformidad, lo inestable, lo corrupto, lo sórdido existe y ha sido tema constante de muchos escritores, vuelvo a Sade, Dostoievski, a Arlt en Argentina, a Bellatín en México, a mi libro Saña, por ejemplo, ¿y qué decir de los libros que hablan del nazismo, estalinismo, los campos de concentración?

—En su prosa hay mezcla constante de relato y ensayo. ¿Cuál el atractivo que encuentra en la hibridez literaria?

Creo que ya no es una novedad, hay muchos ejemplos de esta hibridez en la escritura de los jóvenes, en mi caso, ha sido un obstáculo a la difusión de mis obras, entre otras muchas razones, además de la fragmentación, de la no observación a las autoritarias reglas aristotélicas, linealidad, causa y efecto, tiempo y espacio, etc. Además de la muy grande pluralidad de temas que hacen difícil hacer una crítica coherente de mi trabajo. Muchos autores y autoras jóvenes se mueven con agilidad dentro de estos parámetros, yo los había practicado desde el principio de mi incursión en las letras, hacia 1960 en adelante, tanto en el ensayo propiamente dicho como en la ficción… No creo en los géneros absolutos… creo en la variación genérica.

—¿Y cómo sabe cuándo una idea es para un ensayo o para una narración?

Bueno, si estoy trabajando sobre un tema académico como por ejemplo, sobre las crónicas de la Conquista o Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros de los temas que he perseguido, me inclino más hacia la forma canónica del ensayo, pero no me apego como se suele hacer, a las teorías que han ido prevaleciendo, aunque las lea y las utilice cuando lo creo necesario. Creo que son ensayos creativos. En la ficción, salto de uno a otro campo cuando me lo exige lo que estoy haciendo.

—Otro recurso presente en su obra narrativa es la digresión, ¿cuál es su concepto sobre el uso de las digresiones en la literatura?

No tengo una respuesta teórica, aparecen en ese juego de fragmentación que manejo, son asociaciones repentinas, momentáneas, chispazos de memoria y reflexiones pasadas que se han ido sedimentando y que aprovecho: me vienen justo a tiempo en el momento de estar escribiendo el texto, si me sirven las incluyo.

—Se conmemoraron los 80 años de la muerte de Walter Benjamin, un crítico por quien ha manifestado gran admiración, ¿para usted qué importancia tiene Benjamin para la literatura?

Para contestarle tendría que hacer un tratado de 100 páginas por lo menos, pero le diré que me interesan más para mi escritura los textos creativos de Benjamin como ‘Calle sin salida’, sus Diarios, sus escritos sobre la infancia, etc. Me recuerda a Kafka de otra forma, pero está en esa genealogía.

—Para usted, ¿cuáles son las condiciones que debe cumplir un buen ensayo?

Otro tratado haría falta. Y de alguna manera le diría lo que para mí un ensayo, debe ser tan creativo como la ficción, vasos comunicantes.

—Usted ha desentrañado la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz, ¿cómo analiza el legado de la poeta mexicana en la actualidad?

Sor Juana fue una de las más grandes escritoras en cualquier lengua, su pensamiento fue grandemente innovador y audaz, al mismo tiempo que respetó la tradición y se integró a ella, y se puede decir, como de María de Zayas y otras escritoras de otros siglos, que fue lo que llamaríamos una proto-feminista.

—Desde que usted empezó su carrera literaria, ¿cómo considera que ha evolucionado la literatura latinoamericana?

Creo que es muy muy muy importante la irrupción de la gran literatura femenina tanto en Latinoamérica como en el mundo, ahora ya bien reconocida y profundamente disruptiva. Hay muchos autores recientes que me gustan, puedo mencionar arbitrariamente y de repente algunos colombianos: Juan Cárdenas, Carolina Sanín, Giuseppe Caputo, et al.

—Me interesa profundizar un poco sobre su concepto particular de la forma, ¿cómo nació su estilo literario?

Es difícil contestar con unas cuantas frases, fue naciendo, madurando poco a poco, haciéndose consciente, como la única manera que tenía yo de expresarme, por eso empecé a escribir ficción, y aun ensayo, pero bastante tarde.

—¿Para usted qué valor tiene la literatura frente a esta nueva realidad de contagios, fanatismos y redes sociales?

Muy larga sería mi respuesta, de nuevo, pero abomino del terraplanismo, de todos los maniqueísmos, de los nuevos fascismos, de la intolerancia, del discurso del odio, de los evangelistas, de muchas cosas más, que por desgracia abundan, renacen y rebrotan como el Covid.

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