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Alberto Silva Scarpetta, historiador. | Foto: Raúl Palacios / El País

COLOMBIA

Las heroínas vallecaucanas olvidadas de la Independencia

Conversamos con el historiador Alberto Silva Scarpetta sobre el papel que jugaron las heroínas vallecaucanas de la Independencia que han sido olvidadas por la Historia.

4 de agosto de 2019 Por: Andrés Rivera Arizabaleta / Especial para Gaceta

En el marco del Bicentenario de la Batalla de Boyacá, conversamos con el historiador Alberto Silva Scarpetta a propósito de las heroínas olvidadas de la Independencia. Nuestro objetivo es estudiar de cerca el importantísimo rol que jugaron personajes femeninos durante este período, con el fin de enseñar al lector los rostros que el olvido ha ido borrando de la mente de los colombianos. Estudiaremos los casos precisos de algunas mujeres vallecaucanas que dieron su vida por la Independencia, intentando descifrar las razones por las cuales se han quedado en la sombra de la historia nacional, para revivirlas en un acto de memoria colectiva.

Me gustaría partir de una aclaración importante : el 7 de agosto se va a celebrar el Bicentenario de la Batalla de Boyacá, lo que es muy diferente a celebrar el Bicentenario de la Independencia de Colombia. La gente cree que con la Batalla de Boyacá se hizo la Independencia del país, pero no: este fue un proceso que duró 12 años, que oficialmente comienza el 3 de julio de 1810, con la firma de la primera Acta por el cabildo de Cali. Durante estos 12 años, se dieron protagonismos increíbles a lo largo del país.
Sin embargo, la población era en un 90% analfabeta. A este 90%, el otro 10% que eran los que sabían leer y escribir, se ubicaba mayoritariamente en las ciudades de Popayán, Santafé y Cartagena, y logró “echarle el cuento”, siendo ellos quienes escribieron la historia para nosotros: desde allá, sin saber lo que pasaba por acá. En ese entonces, en estas ciudades se ubicaba también el lugar de ejercicio del poder y la manifestación de la voluntad política.
Es por eso que ha existido una injusticia enorme con el Valle del Cauca, protagonista insigne de la Independencia. No sólo, como lo mencioné, se dio la primera Acta de Rebeldía, sino también la primera batalla de la Independencia (la Batalla del Bajo Palacé), donde participaron 1080 vallecaucanos y 120 cundinamarqueses, en la cual se registra el primer soldado muerto por la Independencia, el caleño Manuel María Larrahondo, abanderado de la tropa de las ciudades confederadas que dieron la batalla.
¿Por qué no se festeja eso? Porque fue acá y no fue en Bogotá.

Cuesta entender cómo es posible que desconozcamos a tal punto nuestra historia. Debemos descifrar las causas del olvido que ha devorado los sucesos más significativos para el desarrollo de nuestra nación ¿Por qué personajes y hechos de tan alta importancia yacen en la oscuridad?

Desafortunadamente, la cuestión del olvido toca toda la historia patria. Hace 40 años, el ministerio de educación del presidente Alfonso López Michelsen eliminó la cátedra de historia patria, que ocupaba 73 horas en el pensum de la enseñanza obligatoria. Tal acto es semejante a eliminar la cédula, a borrar de ahí el nombre, el apellido y la ciudad en la que se nació. ¿Cómo van a saber quién es usted? ¿de quién es hijo? Eso equivale a borrar su identidad.
Yo alcancé a ver esa cátedra de historia patria, donde nos enseñaban acerca de heroínas como Policarpa Salavarrieta, Manuela Beltrán y Antonia Santos. Pero son muchas más las mujeres, no sólo en Santafé, Popayán y Cartagena sino también en el resto del país, que dieron su vida por la Independencia, y cuyas labores fueron esenciales para ganar la guerra.


Las heroínas de la Independencia jugaron un rol singular: se trataba de espías que colaboraban con las tropas patriotas para guardar armas, municiones y oro. Estas mujeres arriesgaban diariamente sus vidas realizando labores de incalculable valor para la victoria del bando patriota, lo que condujo a un gran número de ellas a la muerte. Aquí exaltaremos los nombres de siete mártires vallecaucanas que fueron fusiladas durante la Independencia.

Estas heroínas aparecen en batalla, cumpliendo oficios semejantes al que realizó Policarpa Salavarrieta: mujeres que combatían y que auxiliaban regularmente a las tropas patriotas. Ellas deben ser recordadas con nombres propios: Dorotea Lenis y Carlota Rengifo fueron fusiladas en la plaza pública de Toro por ser auxiliadoras de las guerrillas patriotas; en Santander de Quilichao, encontramos los casos de Francisca Denis y María del Carmen Olano; en Palmira, podemos subrayar los nombres de Dorotea Castro y María Josefa Costa; otro caso es el de Bárbara Montes, quien fue fusilada en Caloto. Todas estas mujeres eran analfabetas, en una época donde prácticamente no contaban con ningún derecho. El olvido en el que han caído es consecuencia de la discriminación de nuestros historiadores, quienes no las tuvieron en cuenta ni siquiera para un suspiro…
Dorotea Castro y María Josefa Costa fueron mártires palmireñas, ejecutadas por haber colaborado con las guerrillas patriotas. Eran auxiliadoras de la guerrilla comandada por el coronel Pedro Murgueitio. Dorotea Castro tuvo una armería que puso a servicio de la causa independentista, ayudando con el transporte y el arreglo de las armas. En su casa, cuando fue capturada, se encontraron fusiles, oro, plata, pólvora y más elementos con los cuales asistía a las tropas patriotas. María Josefa Costa fue primera mujer negra en ser inmolada por la Independencia.
Yo me pregunto: ¿dónde está el monumento y la exaltación? ¿dónde está su lugar en la historia de la Independencia? Hago una pregunta a los hombres y las mujeres que luchan por revindicar el lugar de la mujer en la sociedad y el reconocimiento de su participación en la historia: ¿por qué no se ha reclamado el derecho a realizar un homenaje a estas palmireñas?


Otras mujeres, cuya influencia fue de enorme importancia para consolidar la victoria, asistieron a sus esposos durante los combates, llevándoles comida, ejerciendo labores de limpieza y sanación que resultaban ser primordiales para el correcto desarrollo de las campañas militares.

Para la Batalla del Bajo Palacé salieron aproximadamente 350 hombres del batallón patriota de Cali, con el fin de reunirse con los integrantes de “la otra banda” (es decir, los del otro lado del río: de Palmira, Buga y Tuluá). Para recorrer un trayecto que el día de hoy demora una hora y diez minutos, el ejercito patriota de las ciudades confederadas se tomó 30 días. En esta campaña debían atravesar las largas planicies inundadas a causa del invierno. Lo que no se cuenta muy a menudo es que detrás de ellos iban sus esposas, mujeres auxiliadoras que cocinaban, lavaban y ayudaban a los hombres para mantenerse en pie.

Hubo también mujeres, encaminadas por su bravura, que se alzaron en armas y batallaron junto a los hombres en las más importantes victorias militares de la Independencia.

Vale la pena resaltar un caso único en las colonias españolas de América : el gobernador español de la provincia de Popayán estaba en Buga, acompañado de los 80 húsares del príncipe, cuando se enteró de la Batalla de Boyacá. En ese momento se devuelve hacia Popayán por el camino real. En Palmira había una guerrilla comandada por Juan María Álvarez, formada por 150 unidades, entre las cuales se contaban 40 mujeres armadas para realizar un asalto contra el gobernador. Estas tropas logran interceptar a los soldados realistas en el Guanábano, en el cantón de Caloto. Las banderas negras izadas a ambos costados indicaron que sería una guerra a muerte. Las tropas patriotas salieron victoriosas en una hazaña increíble, ejecutada en gran parte por estas mujeres cuyos nombres están inscritos en el Archivo histórico de Cali, y en la correspondencia de Joaquín Ricaute, pero que no han conocido exaltación alguna.

La labor de todas estas heroínas fue fundamental para sellar la Independencia de Colombia. Fueron personajes cuyas acciones merecen ser recordadas por todos los colombianos, para la elaboración de una memoria histórica que permita refundar en bases sólidas nuestra identidad. La gente debe exigir el reconocimiento y la exaltación de estos nombres; en el caso contrario, estaremos todos condenados al olvido.

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