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“Las librerías colombianas hacen más o menos el 70% de su caja mensual con novedades. Hicimos ese tipo de cálculos. Hay que cuidar el ecosistema de los libros esencial, que son las librerías”. Juan David Correa. | Foto: Foto: Especial para Gaceta

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“La presencialidad es una necesidad para el mundo del libro”: Juan David Correa

A tres meses de haber iniciado la cuarentena en Colombia y tras la realización de una versión virtual de la Feria del Libro de Bogotá, el escritor y editor Juan David Correa habla de la situación del mundo editorial y el futuro del libro.

25 de junio de 2020 Por:   Santiago Nieto Aristizábal y Nathalia Zuluaga, estudiantes de Comunicación de la Universidad Icesi  /  Especial para Gaceta

Faltando un minuto para las diez, enviamos por chat la secuencia de letras y números que permitiría enlazarnos momentos después con Juan David Correa. Mientras esperábamos su aparición en pantalla nos mirábamos, inquietos y en silencio. En cuestión de segundos Internet nos llevó a la intimidad de nuestro entrevistado. Paredes blancas y cuadros se fueron dibujando a medida que la red terminaba de conectarnos. Al fondo del pasillo, sobre una de las paredes, un cúmulo de fotografías pequeñas nos recordaba la distancia provocada por el aislamiento. Nosotros en Cali, él en Bogotá; cada uno en su casa. Al lado de su hombro izquierdo y coqueteándole a nuestros ojos, se asomaban en su biblioteca libros de distintos volúmenes y colores, atisbos de las vidas que constituyen ese hogar, más allá de los límites de la pantalla (su esposa también es escritora). Los pixeles se definieron hasta enfocarlo, en primer plano y tapando el punto de fuga del pasillo, de gafas y con los audífonos puestos, allí estaba Juan David Correa, saludándonos. “Me excuso por reprogramar la entrevista, ayer estaba en plan familiar y había olvidado que era festivo”.

Juan David Correa nació en 1976 en Bogotá, es editor y escritor, entre su experiencia en el medio literario colombiano se destaca su trabajo como director de la revista Arcadia, actualmente es el director literario de Planeta. Como escritor ha publicado tres libros ‘Todo pasa pronto’ (2007), ‘Casi nunca es tarde’ (2013) y el trabajo documental y periodístico sobre la tragedia de Armero, ‘El barro y el silencio (2010-2019). También ha sido columnista de medios como El Espectador y Esquire.

En nuestra búsqueda por entender los desafíos que asume el mundo literario en medio de las dificultades que propone la cuarentena, tuvimos con Correa una conversación que se convirtió, casi de inmediato, en un espacio para la reflexión. “A mí lo que más me interesa no son las respuestas, sino las preguntas. Porque las preguntas le abren a uno las posibilidades de imaginar un montón de cosas. Después si acierto o no, no me importa. Por lo menos estar así, activo y preguntándome todas estas cosas, me parece fascinante. Fascinante en medio de reconocer que hemos pasado un momento muy duro, muy crítico, muy complejo, muy triste. El que niegue eso es un insensato”.

-Juan David, en términos generales ¿cómo ha afectado la crisis del COVID-19 a las editoriales?

Esta es una de las mejores épocas del año, sino la mejor, por la FILBO. Es el momento de los grandes lanzamientos y esto hizo que se parara todo y que pensáramos todo de nuevo. Durante estos dos meses largos, en Planeta, hemos estado repartiendo el plan editorial que ya teníamos, dejando de sacar algunos libros y dejándolos para el próximo año. Aproximadamente el 35 o 40% de la producción de libros que teníamos proyectada disminuyó. Esto nos ha llevado a replantearnos muchas cosas como el tamaño del plan editorial y empezar a pensar cómo vamos a hacer en medio de tanta incertidumbre.

-¿En qué momento se empezaron a tomar las medidas de reajuste en la editorial?

Nosotros fuimos muy rápidos en advertir que lo que se venía no era una broma. Sabíamos, por la experiencia española, que el cierre sería definitivo por al menos dos meses. En este tiempo además de repartir varios planes, también hemos producido otros libros. En los próximos meses saldrán varios libros que hemos hecho sobre el coronavirus de diversas maneras.

-¿Cómo ha cambiado la forma en que la editorial se relaciona con el mundo digital y cómo ha cambiado su plan de mercado en consonancia con esto? Está el debate de si los e-books van a prevalecer sobre los libros en físico…

Sí, hubo un primer momento en el que todo mundo creyó que lo digital era una opción muy rápida y muy fácil de empezar a usar para reemplazar ciertas prácticas. Eso tiene tanto de verdad como de mentira, yo no pienso que la experiencia de lo digital pueda reemplazar el mundo de los libros tal como lo conocemos hasta hoy. Hace 20 años los medios del mundo daban por muerto el libro en papel porque había llegado Amazon, las tablets, el e-book; y la realidad no comprobó esa hipótesis. Al contrario de lo que se creía, el libro se transformó.

La revolución digital que nos ha impuesto esta pandemia ha tenido varios momentos. El primero, de mucha ansiedad alrededor del mercadeo de los libros, es “vamos a hacer muchas cosas en digital”. Pero ¿cómo estoy en todas partes y en ninguna? Por otro lado, algo que todos estamos tratando de responder es ¿qué hacer con las novedades? ¿Las vamos a explotar en el mundo digital? ¿Estamos preparados para eso? ¿Qué consecuencias traería? Eso es lo que yo creo que uno debe preguntarse en las crisis: no solamente qué hacemos, también cómo eso va a afectar a los demás. Si nosotros hubiéramos sacado las novedades que tenemos para la FILBO con una campaña digital brutal, seguramente hubiéramos podido vender muchos libros, pero el costo de eso hubiera sido muy alto. ¿Y cuál hubiera sido el costo? Impactar en las librerías.
Las librerías colombianas hacen más o menos el 70% de su caja mensual con novedades. Si nosotros trasladamos esas novedades al mundo digital, ahora que las librerías están volviendo a abrir no tendrían nada nuevo, ya todo el mundo lo vio, se compartió en redes y la gente ya compró el e-book. Difícilmente la gente va a hacerle una fila en una librería a un libro que ya conocía hace dos meses. Hicimos ese tipo de cálculos. Hay que cuidar el ecosistema de los libros esencial, que son las librerías.

Todas estas cosas nos enfrentan a la idea de que lo digital no es suficiente, que no va a reemplazar la realidad, aunque sin duda la va a transformar. Ha subido la venta de libros digitales, pero esa venta no se acerca en nada a la generada por los libros impresos. El 20% de la facturación de las editoriales mundiales es digital, el otro 80% es impreso.

-Este año sucedió un fenómeno muy interesante con la Feria del Libro y con la viralización de sus contenidos a través de las charlas que fueron transmitidas gratuitamente a través de redes sociales. ¿Qué opinión tiene acerca de la FILBO 2020? ¿Qué aprendizajes quedaron de ella?

Lo raro de esto es que solo hasta que no pudimos ir a la feria la gente se dio cuenta de que se podía acceder a estos contenidos de manera digital, cuando ya era posible muchos años atrás. En el fondo celebro lo que hizo la feria, me pareció oportuno e interesante, pero evidentemente esa no fue una feria del libro. Fue una estrategia de comunicaciones que preservó algunas charlas usando una marca para difundir contenidos, pero no una feria del libro. Una feria del libro no solo se define por proponer charlas con autores, una feria del libro es esencialmente un lugar de encuentro, donde se tejen redes para hacer crecer el mercado o las creaciones del mundo de los libros. Eso es muy distinto, es otra cosa. Una feria del libro permite ponerse en contacto con agentes, con editoriales nuevas que no habíamos visto, con libreros… en fin, el sinnúmero de posibilidades que se tienen en una feria del libro no las va a reemplazar lo digital. Lo que no niego es que si el mundo vuelve a tener eventos parecidos a los que tuvimos en el pasado, deberíamos tener presente que esta crisis nos enseñó que pueden ser vistos y vividos por personas que no tienen la posibilidad de estar ahí físicamente.

-¿Cómo se adaptó la estrategia de su editorial a la FILBO 2020?

Este es un cambio que nos puso en contacto con muchas cosas que no conocíamos y que ya nos cambiaron la vida, no solo en lo pragmático como el funcionamiento de las librerías, sino también en el alma de lo que somos: ¿cómo vamos a leer ahora? ¿Habrá un cambio en los gustos? ¿Se volverán más exigentes los lectores? ¿Cambiará la mentalidad de esta época y empezaremos a consumir otro tipo de cosas?

Yo creo que el reto que esto le plantea al sector cultural, a los artistas y a cualquiera que le interese el alma de lo humano, es muy grande, y es algo que nos va a hacer preguntarnos muchas cosas que antes no nos habíamos preguntado. Como ciudadano de a pie y como alguien que ama los libros, si a mi me tocara hacer una fila de una hora en una librería para ir a comprar un libro ahora, ¿lo haría? Hay que preguntarse qué va a pasar con nosotros como consumidores culturales.

-¿Qué rastros de este momento van a perdurar en el mundo editorial? ¿Cuáles de las medidas tomadas van a quedar más allá de la pandemia?

La anticipación es un ejercicio muy complejo, porque hay cosas imperceptibles que siempre se escapan y que seguramente definirán en gran parte el futuro. La forma de preservar y de darle vida al mundo de los libros dependerá, en primer momento, de saberse detener, porque el mundo cambió, eso es indudable. Si no pensamos con detenimiento en lo que está pasando en este momento y creemos que las cosas van a seguir como antes, esto se va acabar. Probablemente no solo disminuya la cantidad de libros producidos, sino que tal vez vayamos a editar con un mayor criterio, con mayor cuidado.

Yo creo que, paradójicamente, las librerías cercanas y de barrio van a resurgir, y eso será una ganancia enorme porque otra vez podrán existir redes de lectura barriales. Las pequeñas librerías, que son las más afectadas en este momento, son las que van a triunfar ¿qué va a pasar con lo otro? No lo sé… ¿Será que los supermercados van a abrir más espacios para libros? La industria editorial quisiera que sí. 

Quienes hemos estado en el territorio de la cultura y la literatura, quienes crecimos en la incertidumbre (porque dedicarse a esto es dedicarse a la incertidumbre), entendemos que ni es el apocalipsis, ni es la salvación eterna, sino una oportunidad más preguntarse con curiosidad ¿qué podemos hacer aquí y ahora? ¿Qué nos pide este momento? ¿Qué nos exige? En la manera de pensar todo: la educación de mis hijos, la manera de vestirse, se está transformando el mundo y un editor curioso tiene que preguntarse por eso. No somos profetas, pero tenemos el legítimo derecho a preguntarnos cómo va a ser este mundo. Hay un montón de revoluciones secretas que seguramente van a pasar a convertirse en libros. Y los libros son uno de los objetos culturales que ha demostrado preservar el conocimiento y legarnos ese conocimiento a través de la historia.

Recomendaciones

-Finalmente, ¿qué lecturas recomienda para lo que nos resta de encierro este año?

1. Poesía reunida de José Asunción Silva. Creo que es un libro clave en este momento, la poesía de Silva ilumina estos tiempos de confinamiento y esta edición prologada por Federico Díaz-Granados es impecable.

2. Matrimonio de Gonzalo Mallarino. La historia de una relación de cuarenta años contada de manera fragmentaria, tal como ocurren los recuerdos, en esta vuelta al ruedo del escritor bogotano autor de la estupenda Trilogía Bogotá.

3. Breve historia de un amor sin fin. Una novela de iniciación a la vida, al amor, al arte del gran escritor Miguel Torres, quien retrata la época de finales de los años cincuenta en Bogotá y la historia de amor imposible de dos muchachos que queda suspendido para siempre. Los tres publicados por Tusquets.

* Trabajo realizado por los estudiantes de la Universidad Icesi en el curso Reportería y Géneros Periodísticos.

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