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Toda esta complejidad alrededor de la imagen del diablo, logra asimilarla Susana Castellanos de Zubiría con la ecuanimidad de una científica, despojándose de toda superstición y prejuicio, para apreciar en toda su riqueza cultural las diferentes metamorfosis del diablo, las formas en que hemos venido imaginado el mal. Ilustración del ángel caído de Gustave Doré para el 'Paraíso perdido' de John Milton. | Foto: Foto: Especial para Gaceta

LITERATURA

Historia cultural del ángel caído, una entrevista con Susana Castellanos de Zubiría

El libro ‘De cómo el diablo adquirió sus cuernos’, de Susana Castellanos de Zubiría, se aproxima a este personaje maldito de la religión cristiana y describe cómo su imagen está asociada con el arte y la cultura popular.

28 de febrero de 2021 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, reportero de Gaceta 

Durante una de sus memorables lecciones, Juan de Mairena cuenta a sus alumnos que su maestro, Abel Martín, afirmaba que “en una Facultad de Teología bien organizada es imprescindible una cátedra de Blasfemia, desempeñada, si fuera posible, por el mismo Demonio”. Y siguiendo esa misma lógica de aplicar la democracia incluso en el ámbito religioso, Juan de Mairena solicita a uno de sus alumnos más elocuentes que continué desarrollando el tema.

Entonces Rodríguez, que así se apellida el alumno, despliega el siguiente discurso: “En una república cristiana democrática y liberal, conviene otorgar al Demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas”.

En esta democracia cristiana ideal, una sociedad tolerante donde según Juan Mairena y sus alumnos no se quemaría a los blasfemos y herejes, entonces podría existir una biblioteca demoniaca que conservara todas las obras que a lo largo de la historia se han referido al Demonio, Diablo, Satanás, Lucifer, Belcebú, Leviatán, Belial, Mefisto, al Maligno, el Patas, Buziraco o Buzirago, Luzbel, Señor de las Moscas, Ángel caído, Anticristo y cualquier otro nombre que haya recibido este personaje original de la imaginación religiosa que desde sus orígenes bíblicos viene acompañando a las sociedades, sobre todo en occidente, y adoptando las formas y actitudes que cada época decide otorgarle; desde ser la representación de lo prohibido y el terror en el medioevo, la serpiente tentadora que lleva a los hombres y mujeres hacia el pecado; hasta el ideal de rebeldía y libertad que adquirió el diablo durante el romanticismo.

Y aunque esa biblioteca demoniaca no existe aún —hubo que esperar hasta la modernidad, en los siglos XVIII y XIX, para que existiera plena la libertad de escribir sobre el diablo o algún tema “maldito” sin ser perseguido por la Santa Inquisición, o condenado por herejía en alguna comunidad puritana de Nueva Inglaterra, de hecho hasta 1966 (número maldito) la iglesia católica mantuvo actualizado su famoso Index Librorum Prohibitorum—, sí existe un libro que permite acercarse a la representación del diablo de una forma intelectual, desde el arte y la cultura. En ‘De cómo el diablo adquirió sus cuernos, la evolución de la imagen del ángel caído’ (2020), la experta en mitología religiosa Susana Castellanos de Zubiría, se interna en los dominios de lo demoniaco, que no es esa “selva oscura” descrita por Dante Alighieri, sino la rica tradición literaria, artístico, cinematográfica y musical que ha venido dando forma, describiendo su cuerpo, hábitat (el infierno) y a sus seguidores (la jerarquía de demonios) con sorprendente precisión, y al mismo tiempo otorgando un carácter humano muy complejo al diablo, por lo que su imagen continúa vigente en la actualidad.

“Las expresiones del diablo y lo demoniaco son múltiples y variadas, y han evolucionado con los siglos, por lo que mantienen vigentes interés y su encanto. Es así como en las representaciones contemporáneas hay reminiscencias de tradiciones precristianas, medievales, renacentistas, románticas y de los siglos XIX y XX que nos permiten reconocerlo, pero con elementos que corresponden a esta época y a una visión personal, lo que le da un atractivo y un significado particulares en la actualidad”, argumenta la autora, y añade como ejemplo: “La imagen del demonio ha sido una construcción colectiva que sigue en proceso permanente, hasta llegar, por ejemplo, a la magnífica interpretación de Lucifer en el cine de Robert De Niro, en la película ‘Angel heart’ (1987), dirigida por Alan Parker, o de Al Pacino, quien lleva el significativo nombre de John Milton, en ‘El abogado del diablo’ (1997), dirigida por Taylor Hackford”. Aunque sus referentes también alcanzan manifestaciones de lo demoniaco en la música, allí aparece la leyenda de Robert Johnson en la encrucijada, así como los Rolling Stones con ‘Sympathy for the devil’, la lista podría alargarse mucho más adentrándose en los terrenos del Heavy Metal.

No obstante para llegar a la actualidad, en ‘De cómo el diablo adquirió sus cuernos’, la autora inicia su ensayo desde un inventario minucioso de la demonología, los estudios teológicos que desde hace siglos han intentado precisar el origen y naturaleza del diablo y sus demonios, entre los demonólogos que cita está Alfonso de Espina, un sacerdote que en 1467, “aseguró que el número de demonios existentes era 133.316.666”, ya que cuando Lucifer fue arrojado del cielo, por Dios, también cayeron todos los ángeles que lo apoyaron en su rebelión, una tercera parte del total que habían en el cielo, según el censo infernal que compartió el demonólogo español del siglo XV.

Asimismo, en el libro se repasan los principales grimorios, “textos de magos y ciencias ocultas que, principalmente, datan de la Baja Edad Media, donde se intenta responder diversas inquietudes sobre el mundo de los espíritus y los poderes sobrenaturales”. Allí se encuentran obras famosas y condenadas por la ortodoxia católica: ‘El libro de Enoch’, ‘El testamento de Salomón’, ‘El libro de la magia sagrada de Abramelin el mago’, el ‘Pseudomonarchia daemonum’ de Johann Weyer, el ‘Diccionario infernal’ de Collin de Plancy, e incluso ‘La biblia satánica’ de Anton Lavey. Al respecto, la autora aclara que la mayoría de los autores de estas obras —excepto Anton Lavey—, fueron creyentes que abordaron el tema demoniaco como una forma de prevención, para que la comunidad cristiana reconociera y combatiera las artes del mal.

Con ‘De cómo el diablo adquirió sus cuernos’, Susana Castellanos de Zubiría cierra una trilogía de obras dedicadas a estudiar las representaciones del mal en la literatura y el arte, conformando ese gran tratado cultural del lado oscuro de la sensibilidad humana están: ‘Mujeres perversas de la historia (2008) y ‘Diosas, brujas, y vampiresas: el miedo visceral del hombre a la mujer’ (2009). En la actualidad, Castellanos de Zubiría es una autoridad en temas “malditos” en Colombia, una vertiente literaria que ha sido poco explorada a nivel nacional, tal vez su único precedente, dentro del ensayo y la no ficción, sea ‘Muestras del diablo’, la recopilación de anécdotas históricas hecha en 1958 por Pedro Gómez Valderrama.

Pero en al recorrer la larga historia del diablo, desde sus primeras manifestaciones paganas y precristianas, pasando por los hitos literarios de ‘La divina comedia’, ‘El paraíso perdido’ y el ‘Fausto’, entre otros; hasta llegar al presente caricaturesco y comercial del diablo, la autora asume una perspectiva central del pensamiento simbólico junguiano, según el cual, la representación del diablo es una manifestación de nuestra propia oscuridad, esa pulsión perversa que también integra el espíritu humano e influye en sus comportamientos más reprochables desde el orden moral y social. Algo que podría resumirse con un Escolio de Nicolás Gómez Dávila, lúcido creyente que no desconocía esa naturaleza demoniaca: “Las tinieblas de ciertas almas son sombras de luz divina”, en otras palabras, reconociendo en el diablo nuestro “demonio interior” iluminamos nuestro espíritu. Aunque otros, más pragmáticos solo verán en el diablo el chivo expiatorio que se inventó la religión para excusarse de la barbarie humana. Por eso, también Gómez Dávila decía que “a lo mejor el diablo es el mismo hombre”.

Toda esta complejidad alrededor de un solo personaje, logra asimilarla Susana Castellanos de Zubiría con la ecuanimidad de una científica, despojándose de toda superstición y prejuicio, para apreciar en toda su riqueza cultural las diferentes metamorfosis del diablo, las formas en que hemos venido imaginado el mal.

¿Cómo nació su interés por estos temas “malditos”?

Siempre me han interesado las representaciones del miedo en el arte, la mitología y la literatura. Es una constante presente en todos mis libros: ‘Mujeres perversas de la historia’, ‘Diosas, brujas y vampiresas’ y ‘Amores malditos’. De algún modo en este nuevo trabajo se refleja el mismo interés desde un nuevo prisma. Una exploración que busca aproximarse al aspecto oscuro del alma humana. En el fondo está presente una frase de Carl Jung que me ha acompañado siempre: “Nadie alcanza la iluminación fantaseando sobre figuras de luz sino haciendo consciente la propia oscuridad”.

¿Qué la motivo a dedicarle un libro a la figura de Satán?

Me parece que es un personaje muy interesante de la iconografía cristiana que se ha representado de diferentes formas y con muchos aspectos. Explorar los orígenes de su representación llamó mucho mi atención.

¿Cómo fue la investigación para este libro?

Es un tema que me ha interesado desde hace muchísimos años y que está conectado con otros trabajos que he hecho, particularmente con el tema de la bruja y con un curso que dicté durante varios años en el centro de Estudios Religiosos de la Universidad del Rosario, llamado ‘Los rostros del demonio’.

¿Por qué la figura del diablo dejó de ser un tema religioso y se convirtió en parte de la cultura?

La imagen del Diablo ha cambiado de significado a través de los tiempos al igual que su significado. Por ejemplo, en el siglo XIX durante el período conocido como el Romanticismo se identificó como un símbolo de rebeldía y de autonomía del individuo, una especie de héroe capaz de desafiar las autoridades e instituciones establecidas. Durante el siglo XX esta imagen pasó a formar parte de la cultura popular y en ocasiones se le representa en películas y series de televisión como símbolo de los placeres mundanos.

¿Cuál es la importancia de abordar estos temas “malditos” desde una perspectiva cultural?

Lo interesante es explorar cómo hemos representado nuestros miedos, explorar a qué se le ha temido en cierto período histórico para entender cómo se construyó la figura del diablo, de qué modo ha cambiado su imagen y significado.

¿Qué particularidades encuentra en la imagen del diablo construida por el rock y el heavy metal?

Es muy interesante constatar que continúan manteniendo unos elementos recurrentes desde hace siglos como la figura del macho cabrío, las alas, los cachos y en general terminan de consolidar la figura del Baphomet en la cultura popular. Esta música continúa con la búsqueda de libertad de pensamiento y escepticismo religioso que habían surgido con el espíritu romántico del siglo XIX y que encuentra en la figura del diablo o del ángel caído un símbolo con el que se pueden identificar.

A ciertos líderes políticos se los ha comparado con el diablo, desde Hitler, pasando por Trump, y en Colombia a Álvaro Uribe y Gustavo Petro, dependiendo de la facción de donde provenga el juicio. ¿Cómo analiza este uso del diablo calificar a ciertos personajes públicos?

Demonizar todo aquello que inspira miedo es algo recurrente en la historia.

Así mismo la imagen del diablo se usa para satanizar las tendencias divergentes y a los opositores de ciertas ideologías u órdenes sociales, ¿qué opinión tiene sobre esta forma de crear enemigos a partir de la satanización del otro?

Satanizar a los oponentes es una forma muy rudimentaria de aproximarse a un problema porque no permite un análisis profundo, ya que el que sataniza se considera por definición “del lado del bien” y aquel que no opina como él “del lado del mal”. No hay conversación posible ni exploración de alternativas ni espacios de encuentros de ideas cuando se radicalizan las tendencias de ese modo. Y por lo tanto no hay espacio real para la tolerancia ni para la democracia.

En el siglo XIX se planteó la idea acerca de la muerte de Dios, pero del Diablo no se ha llegado a hablar de su desaparición. ¿Qué opina al respecto?

La imagen del Diablo salió del espacio de lo religioso a la cultura popular, hoy en día no inspira el miedo que inspiraba en la plena Edad Media (eso puede ser visto como una forma de morir o transformarse) y su imagen ha cambiado de significado a lo largo de los siglos porque es una construcción colectiva de poetas y artistas.

Según su libro el diablo fue castigado por revelar secretos celestiales a las mujeres, ¿cómo analiza la relación del diablo y la imagen de la mujer?

El tema de los ángeles que vieron mujeres hermosas y las quisieron como amantes y tuvieron hijos con ellas es muy antiguo y se remonta al Génesis bíblico y al libro apócrifo de Enoch. En cuanto a las representaciones del Diablo, desde la Edad Media podemos encontrar imágenes que lo muestran como un ser andrógino al incluirle senos en su apariencia física.

Por otra parte, la asociación de ciertas mujeres con el Diablo, es un tema que trabajo más extensamente en el libro ‘Diosas, brujas y vampiresas, el miedo visceral del hombre a la mujer’, pero la idea general es que en muchos pueblos lo femenino ha estado asociado a lo peligroso y oscuro y en el cristianismo las brujas eran consideradas amantes de Satán, es decir hacían un pacto sexual con él y a cambio recibían.

¿Podría profundizar un poco en esa relación que usted plantea entre teología y psiquiatría a partir de los llamados “demonios interiores”?

El arquetipo de la sombra representa según Carl Jung el “lado oscuro de nuestra personalidad”, algo así como un espacio subterráneo de nuestra psique donde se encuentra el aspecto más primitivo de nosotros mismos, egoísmos, miedos, instintos que nos cuesta trabajo reconocer como parte de nuestro ser. Esa parte “oscura” extrema de nosotros está asociado con los “pecados capitales” o aspectos nefastos de la conducta humana.

¿Qué le parecen las leyendas urbanas que existen en Cali sobre la presencia del diablo? Aquí lo llaman Buziraco y dicen que fue sepultado en el Cerro de las Tres Cruces por unos monjes en el siglo XIX, también hablan de sus apariciones en bailaderos donde escoge mujeres para bailar con ellas y enloquecerlas.

Es muy interesante, en América Latina como resultado del mestizaje la figura del Diablo adquiere nuevos significados y lo vemos aparecer en festividades y carnavales.

También se suele ver la influencia del diablo en personas exitosas, con riqueza ostensible, y en artistas muy talentosos. ¿Cómo analiza la tendencia a asociar lo demoniaco con el éxito y el talento?

Los placeres y triunfos “mundanos” se han asociado con el diablo, por tal motivo quienes logran éxito, riqueza, placeres en escala superlativa en ocasiones son asociados con poderes oscuros.

Hoy la imagen del diablo está en la publicidad y aparece como símbolo hasta de equipos de fútbol, ¿considera que de algún modo el diablo ha sido “domesticado” o adecentado en la actualidad?

Sí, claro, desde el siglo XX esta figura aparece principalmente en la cultura popular.

En su interés por conocer en profundidad estos temas, ¿ha llegado a experimentar con prácticas oscurantistas o presenciar rituales asociados al diablo?

Mi interés siempre ha sido académico y mis fuentes bibliográficas.

El diablo sigue siendo una figura crítica en la actualidad ya que el pecado que mejor lo representa es la soberbia, un rasgo muy humano, ¿considera usted que la soberbia demoniaca es un rasgo presente en la sociedad actual?

La soberbia es la falta por excelencia en varias culturas. En la mitología griega podemos ver que los dioses no permitían que los mortales fuesen soberbios, “igualados”, con los dioses y que se sintiesen como ellos. Uno de los relatos sobre el Ángel caído plantea que él quiso ser como Dios y fue esa su gran falta. En la actualidad cuando nos creemos poseedores de una verdad absoluta o asumimos sin temor a equivocarnos que nuestra posición es la verdadera y la única correcta, mientras que aquellos que están del otro lado están equivocados y forman parte de las “huestes del mal”, nos estamos deslizando por los senderos de la arrogancia, la intolerancia y soberbia.

En su libro hay una idea acerca de que el diablo ha sido creado como un chivo expiatorio de la maldad humana, ¿está de acuerdo con esta apreciación?

La imagen de Diablo es una representación gráfica de los miedos y aspectos oscuros del ser humano.

¿Qué impresiones ha recibido de su libro? ¿Alguna acusación de satánica, herética o muestras de intolerancia frente a este tema?

Ha llamado mucho la atención de los estudiantes de mitología e historia del arte.

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