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Spizaetus ornatus - Ornate Hawk - Eagle. | Foto: Foto: Hugo Herrera - Sociedad Ornitológica de Córdoba

ECOLOGÍA

Así fue el registro de 238 especies de aves en una expedición ornitológica en Tierralta

La expedición ornitológica al Cerro Murrucucú, en la Serranía de San Jerónimo, en Tierralta, Córdoba, se registraron 238 especies de aves. Un repaso visual de los más bellos descubrimientos naturales.

12 de mayo de 2021 Por:  Sociedad de Ornitología de Córdoba / Especial para Gaceta

Durante 11 días en la expedición ornitológica al Cerro Murrucucú, en la Serranía de San Jerónimo, en el departamento de Córdoba (municipio de Tierralta), se registraron 238 especies de aves.

Allí, en una de las zonas menos conocidas de la Cordillera Occidental de los Andes de Colombia, situada entre los 400 y los 1000 metros sobre el nivel del mar, un grupo de investigadores, encabezado por Diego Calderón-Franco, líder ornitológico de la expedición, y conformado por observadores de aves, guías de campo, naturistas de las comunidades locales de las veredas La Oscurana y Tuis Tuis, biólogos recién graduados y guías de turismo de observación de aves, se dedicaron a la búsqueda del Periquito del Sinú (Pyrrhura subandina). De esta ave no se tienen registros confirmados desde 1949.

La expedición fue apoyada por la Sociedad Ornitológica de Córdoba, Global Wildlife Conservation, American Bird Conservancy, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Asociación Calidris/BirdLife International, COLOMBIA Birding, Urabá Nature Tours, Urrá S.A., Vortex Optics y Café Córdoba.

De entre las 238 especies que los investigadores encontraron, unas 25 son nuevas para el departamento de Córdoba (no se conocían, no se habían registrado nunca antes en el departamento) como el picoagudo Oxyruncus cristatus, el colibrí Lophornis delattrei, el buhito Glaucidium griseiceps, el hormiguero Pittasoma rufopileatum, el saltarín Cryptopipo holochlora, el cucarachero Pheugopedius spadix y varias especies de tangaras.

Algunas de las especies halladas no se registraban desde hace más de 70 años en Córdoba como el águila Morphnarchus prínceps, el currucutú Megascops centralis, el búho Lophostrix cristata, el picoancho Sapayoa aenigma, el hojarasquero Sclerurus guatemalensis y el saltarín Dixiphia pipra.

Para algunas especies, que ya se conocían de los bosques del Chocó en el Pacífico y de los bosques del Magdalena medio, los investigadores hicieron los primeros registros que conectan estas poblaciones y que llenan un vacío de información acerca de los rangos de distribución de estas aves como el buhito Glaucidium griseiceps, el currucutú Megascops centralis y el sílvido Polioptila schistaceigula. Además, se registraron especies de aves como el hormiguero Pittasoma rufopileatum y la tangara Chrysothlypis salmoni.

Y por primera vez, se registró para Córdoba una hermosa especie de serpiente mapaná, conocida como la Rabo de Chucha (Bothrops punctatus), que se conocía únicamente del Chocó en el Pacífico y del Valle del Magdalena.

Aparte de la fauna, el equipo de investigación hizo el tercer registro para Colombia de una especie de árbol de la familia del cacao, de más de 20 metros de altura, conocido como Theobroma cf. cirmolinae (la palabra cf. en el nombre científico significa que los investigadores no están aún 100% seguros que se trate de esa especie pero que es lo más probable), que es endémica (única, exclusiva) de Colombia y no se había registrado antes en Córdoba.

Hallaron un tipo de ardilla enana, que tiene los bordes de las orejas de color blanco, lo cual no habían observado antes en ninguna de estas “cusquitas” (así las llaman los campesinos en Colombia). El género Microsciurus, al cual pertenece contiene una alta diversidad críptica esperando ser entendida y descrita y esta podría ser una nueva especie para la ciencia.

Se hizo el registro por primera vez para Córdoba de una ranita que apenas fue descrita como nueva especie para la ciencia en 2017 y fue bautizada Andinobates victimatus en honor a las víctimas del conflicto de la región de Urabá. Esta especie se conocía solo de Urabá en Antioquia.

Historias

“El Oxyruncus cristatus es una especie de ave bien rara y enigmática. Ha estado clasificada dentro de varias familias de aves como los atrapamoscas y las cotingas, y en tiempos recientes y con evidencia más fuerte, ha sido clasificado en su propia familia (Oxyruncidae) junto con algunas especies que antes considerábamos de la familia de los atrapamoscas. Su nombre científico viene de las palabras en griego oxýs que significa “puntiagudo” o “afilado”, y rhýnkhos: “hocico”, “trompa” o “pico”; la palabra crista en latín significa “con cresta” o “crestado”. En inglés se le conoce como Sharpbill, a secas, y en Colombia los pajareros y ornitólogos en español lo llamamos el Picoagudo. Esta especie es relativamente común y fácil de encontrar en varios países de Centro América, las Guayanas y la Mata Atlántica; y de hecho, yo he tenido la fortuna de verlo bien y disfrutar de esta especie en el Darién en Panamá, en los Tepuis en Venezuela, en la Mata Atlántica de Brasil y en las Yungas de Bolivia, en varios viajes de observación de aves.

Pero en Colombia, el Picoagudo es raro, y tiene muy poquitos registros. La primera vez que uno de estos fue reportado en este país fue en el 2001 en la Serranía de San Lucas por Andrés Cuervo en una expedición junto con un grupo de ornitólogos británicos; luego, en el año 2002, también con Andrés Cuervo (hoy en día curador de aves del museo del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional en Bogotá) encontramos juntos el segundo Picoagudo para Colombia en Anorí, al norte de la Cordillera Central en Antioquia. El tercer registro se hizo más de 10 años después en el Cerro Mecana en el Pacífico en 2014 y el cuarto proviene de nuevo de la Serranía de San Lucas en 2018. En esta expedición al Cerro Murrucucú en Córdoba, hicimos el quinto registro (¡apenas!) en Colombia de esta enigmática especie.

Lo más bonito de nuestros registros durante la expedición, es que la primera vez fue observado únicamente por uno de los investigadores (yo, Diego) y el ave se fue rápidamente y nadie más pudo observarla. Yo la conocía bien y pues, estaba seguro de mis observaciones y los demás ornitólogos y pajareros de la expedición quedaron con mucha envidia de no poder verla porque somos menos de 20/25 personas las que hemos tenido el privilegio de ver el Oxyruncus en Colombia. Estuvimos buscándola intensamente, por todos lados, en varias elevaciones y zonas de la expedición sin éxito durante algunos días. Un día a la mitad de la expedición, Johann Villalba uno de los encargados de la logística del campamento y parte de una empresa local de turismo de Tierralta, Córdoba: Sinú Travel, subía a llevarnos el almuerzo a la zona del filo del cerro donde nos encontrábamos desde temprano los investigadores; Johann aunque no era parte del equipo investigador, estaba estrenando cámara y no la soltaba para nada y le tomaba foto a todo lo que se moviera. Cuando llegó al filo, se encontró un pajarito que se posó varias veces muy cerca de él y pues le tomó algunas fotos. Cual sería la sorpresa cuando Johann nos mostró las fotos del ‘pajarito’ que había visto ese día y que era precisamente el raro y esquivo Picoagudo (Oxyruncus cristatus); todos estábamos muy emocionados pero especialmente para Johann, este fue un momento mágico que lo animó a seguir observando y fotografiando aves. Hay que resaltar que de las pocas fotografías que existen de esta especie en Colombia, las de nuestra expedición las hizo Johann, una de las personas locales de logística que per se no era parte del grupo de investigadores, entrenados y formados en ornitología; algo que habla del importante papel de las comunidades locales y que no sólo los servicios que nos prestan en campo, sino su interés, empoderamiento y conocimiento de la fauna y flora locales, son vitales en este tipo de expediciones, y a la larga, para la conservación”.

“La expedición a Murrucucú encontró una especie de ranita nueva para el departamento de Córdoba y con un nombre bien bonito: Andinobates victimatus, descrita recientemente como una nueva especie para la ciencia en el 2017 de la región de Urabá en Antioquia, y su nombre científico es un tributo a las víctimas del conflicto armado en la región de Urabá. Pues bien, Carlos Mario Bran, uno de los investigadores de la expedición que tiene mucho conocimiento sobre anfibios y reptiles y que conoce muy bien esta rana, ya que junto con su hermano Willian han investigado las aves, los anfibios y los reptiles de su natal Urabá desde hace años, un día durante la expedición escuchó el canto particular de esta especie y pudo observarla en el bosque lo cual fue una gran sorpresa porque esta especie solamente se conocía de la región de Urabá en Antioquia al otro lado de la Serranía de Abibe, y aquí estábamos en Córdoba en la Serranía de San Jerónimo. Aunque los científicos que describieron la especie hace algunos años apuntaron que podría ser posible encontrarla en zonas como el Cerro Murrucucú donde estábamos, e incluso habían unas muestras de identificación dudosa, nunca se había hecho el trabajo de campo necesario para confirmarlo. Así pues, Carlos Mario siguió grabando sus vocalizaciones y tomando fotografías de varios individuos de estas ranitas durante nuestra expedición confirmando que si se trataba de Andinobates victimatus.

Este descubrimiento además se relaciona de manera profunda con Carlos Mario y su hermano Willian quien también era uno de los investigadores de nuestra expedición; ellos y su familia. como muchos otros habitantes de la región de Urabá, han sufrido los infortunios del conflicto armado y son prueba de la resiliencia de los habitantes de esta región de Urabá. La región de Urabá es vecina del Murrucucú en Córdoba donde hicimos nuestra expedición, zona que también ha sufrido el conflicto armado colombiano durante eternidades.

Otro momento importante fue cuando uno de los investigadores, (Willian Brand) ya un poco cansado y con una llamada pendiente decide bajando hacia el campamento sentarse en una piedra a descansar y a llamar, en medio de la conversación ve una gran sombra que se posa frente a él, y cuando decide observar el movimiento encuentra perchada con sorpresa una de las águilas más hermosas de América y probablemente del mundo, el águila Ornada, Spizaetus ornatus, no dudó en colgar su llamada pidiendo las disculpas de rigor, tomar su cámara y si dolor enfocar y “rafaguear” el animal, con un resultado de 1200 imágenes, y así no perder el momento. Como anécdota es importante resaltar que esta ave es más probable verla volando en las alturas que a pocos metros, por tanto, fue uno de los momentos más emocionantes para William.

“Esta belleza de águila, Spizaetus ornatus, aunque es una especie relativamente común y se encuentra ampliamente distribuida en Centro y Sur América, solamente tenía dos registros confirmados en el departamento de Córdoba antes de nuestra expedición: la primera vez por un explorador y naturalista sueco en 1949 en el Cerro Quimarí, y la segunda vez en el 2006 por investigadores colombianos que así como nosotros, estaban buscando al Periquito del Sinú en esta zona. Unos días después del registro del águila perchada y a corta distancia por Willian, todo el grupo estaba haciendo siesta después del almuerzo en la frescura del filo de Murrucucú a casi mil metros de elevación sobre el nivel del mar, cuando un individuo de esta hermosa águila estuvo volando a pocos metros del filo y finalmente Hugo, director de la expedición que nos estaba visitando los últimos días en el campamento, pudo hacerle unas hermosas fotos al vuelo”.

“Una de las especies más carismáticas que encontramos durante la expedición fue el hormiguero Pittasoma rufopileatum: un pájaro de tonos grises y café ladrillo con una máscara negra, rechoncho, casi sin cola y de patas largas, que se la pasa saltando y corriendo rápidamente por el suelo del bosque. Esta especie es típica de los bosques del Chocó biogeográfico que hay en Colombia y en Ecuador (no del departamento del Chocó en Colombia únicamente, sino de la zona de vida conocida como el Chocó biogeográfico que abarca los bosques del Pacífico desde Esmeraldas en Ecuador, pasando por los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó en Colombia, e incluso entrando en Panamá un poco en el Darién), y no es ni común ni fácil de ver. Pues bien, durante la expedición en el Cerro Murrucucú nos encontramos con esta especie a diario, y pudimos observarla y escucharla por todos lados; sin duda, hallamos el sitio en Colombia donde Pittasoma rufopileatum es uno de los pájaros más comunes en el bosque.

Hugo Alejandro Herrera, coordinador y gestor de la expedición y pajarero (presidente de la Sociedad Ornitológica de Córdoba), nos acompañó en el campo durante unos días al inicio de la expedición y le tocó devolverse sin poder observar esta especie que era nueva para él. La verdad, es que Hugo se devolvió esa primera vez un poco triste de no poder haberla ni visto ni fotografiado. Regresó de nuevo a acompañarnos y a ayudar con el trabajo de campo durante los últimos días de la expedición, y muy animado por todas nuestras fotos, grabaciones de audio y registros de esta especie durante los días recientes, se puso en la tarea de buscarla por cielo, mar y tierra, pero sin éxito, o por lo menos sin el éxito que él esperaba. La pudimos ver rápidamente una tarde, ya muy oscuro, pero sin oportunidades para una fotografía suya. Bajamos del Murrucucú y Hugo, el doliente número uno de esta expedición, no pudo ver una de las especies de aves más bonitas y raras de Colombia, que allí en Murrucucú es de las más comunes, pero así es la naturaleza y la observación de aves: nos deja tareitas para tener que volver y regresar a estos sitios a investigarlos más, a pajariar más, y a disfrutar más. Nuestros registros de esta ave constituyen los más al norte confirmados para esta especie, así que en jerga popular biológica diríamos que: con nuestros registros en el Cerro Murrucucú en Córdoba, ampliamos el rango de distribución conocido de Pittasoma rufopileatum 50 kilómetros al noroccidente”.

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