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De bandolas y petronios

A promover entonces, y a sembrar en los corazones, más Bandolas, más Petronios, más Salsódromos, más Monos Núñez.

27 de agosto de 2018 Por: Kelly García Cruz, reportera de El País

El penúltimo fin de semana asomé por Sevilla, espoleado por la curiosidad, el paisaje y la gente, y por el Festival Bandola, del que tanto me habían hablado mis amigos melómanos, henchidos de emoción y sensibilidad.

Antes de emprender regreso, ahí frente al café ‘Casablanca’, con el fondo de ‘Por la vuelta’ (el tango y el bolero) y del sabor al mejor café, di las gracias. Sevilla como tal, el pueblo trepado en la montaña con su Bandola a cuestas, es mucho más que música y calidez. Sevilla es, y más durante esos tres o cuatro días, vida pura. En sus tarimas públicas y, sobre todo, en manos de miles de jóvenes capaces de empaparnos a los visitantes de alegría y sentimiento, hasta mandarnos a casa hechos sevillanos de registro civil.

A propósito, ¿cuánta gente venida de otros lados había en Sevilla en esos días de puente? ¿ Y, exactamente, de qué lados provenían? ¿Y cuánta gente también llegó a Cali para disfrutar del Petronio?

(Hago un paréntesis para decir que no es justo que Bandola y Petronio coincidan en las mismas fechas, ¿se puede hacer algo?).

Sigo: ¿Y cuántos turistas se aparecieron por Ginebra para el pasado Mono Núñez?; ¿y por San Pedro, a deleitarse con las bandas, o por Roldanillo en el encuentro anual de mujeres poetas?; ¿de dónde vienen los nuevos pasajeros del ‘Oiga, mire, lea’ que comienza la otra semana, y de ‘Delirio’, y demás shows de salsa, en los que siempre faltan sillas?; ¿y cuántas caras nuevas se sentarán a que Basilia los atienda en la galería de La Alameda o a esperar que haya mesa en donde Hilda Cuero, en Rozo? ¿Y en el ‘Corto circuito’ de estos días en Cali?

No tengo ese dato, pero sí cuento con otro: un 31,3 % de los turistas (es decir, uno de cada tres) que vienen al Valle del Cauca lo hacen movidos por la cultura. Lo dice un estudio de la Gobernación en el sector de las artes escénicas. No me sorprende el resultado si uno se toma el trabajo de escanear las expectativas de los visitantes, en las que, igual, corren parejos chontaduro, salsa, sancocho, tiple, gelatina de pata, bandola, literatura, manjar blanco y hasta bandurrias (de esas que nos deleitaron en Sevilla, provenientes de La Rioja española, porque, felizmente, también hay espacio aquí para exponer lo que viene de otros lares)...

Y si esa misma audiencia reconoce, casi en su totalidad (96,5 %) que vale la pena volver, lo que hay es una inmensa oportunidad. Y, a la vez, un enorme riesgo: que esa misma oportunidad cultural pase de largo, antes de que se aproveche en muchos sentidos, Uno de ellos, vender sin dificultades y con suficientes razones que el Valle del Cauca es un gran destino cultural.

Esa misma condición, la de meta de todo tipo de expresiones que enaltecen el espíritu, debe servir, en diversidad, sentido de pertenencia y convivencia como punto de encuentro local. Es decir, debe primar sobre la ostentación, ese mal endémico que nos dejó sembrada la contracultura del dinero fácil.

Mejor dicho, que así como el turista se fascina, se fascinen cada vez más vallecaucanos. Porque frente a la inmensa oferta cultural no existe un consumo nativo que responda en la misma proporción. Nada más, en Cali, dice la investigación, apenas un 10,5 % de los entrevistados en el estudio dijo que acostumbra asistir a espectáculos de artes escénicas.

A promover entonces, y a sembrar en los corazones, más Bandolas, más Petronios, más Salsódromos, más Monos Núñez. más mujeres poetas, más libros y más cocina típica. Ese es el camino, si de verdad queremos cambiar las prioridades de esta sociedad.

Sobrero: El aval de la Corte Constitucional a las corridas de toros (tradición y expresión artística) ratifica que sólo con libertad hay democracia.
Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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