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No me arrepiento de haber sido del M-19: senador Everth Bustamante

Everth Bustamante, hoy senador del Centro Democrático, era ‘diplomático’ de la guerrilla cuando la toma del P. de Justicia.

5 de noviembre de 2015 Por: Olga Lucía Criollo | Reportera de El País

Everth Bustamante, hoy senador del Centro Democrático, era ‘diplomático’ de la guerrilla cuando la toma del P. de Justicia.

"No me puedo arrepentir de lo que no hice porque no participé ni de la toma de decisiones ni de la instancia operativa realizada en el Palacio de Justicia”, dice Everth Bustamante, quien  para esa época   era de  la ‘diplomacia’ del  M-19  y hoy milita en  las filas del Centro Democrático, partido que asegura no representa la derecha colombiana. En entrevista con El País, el hoy senador analiza los hechos que rodearon el holocausto del Palacio. “Allí murieron mis mejores maestros”.  ¿Dónde estaba usted hace 30 años, el 6 de noviembre de 1985? Iba viajando entre Ciudad de Panamá y Ciudad de México, cuando se presentó el suceso del Palacio de Justicia. ¿Estaba enterado de que el M-19 preparaba la Operación Antonio Nariño? No, el M-19 era una organización político militar muy jerarquizada, con un principio de compartimentación donde las operaciones militares eran conocidas únicamente por quienes las planificaban  y por quienes las ejecutaban. Yo me  desempeñaba como responsable de las relaciones internacionales y mi tarea era el relacionamiento con partidos políticos, organizaciones, grupos sindicales y con gobiernos de distintos países de América Latina y Europa.   ¿Cómo hizo entonces  para explicarles a esos gobiernos lo sucedido? Fue una equivocación gravísima e histórica la que cometió el M-19 al haber atentado contra la Corte Suprema de Justicia, una de las pocas instituciones que gozaba del prestigio y el reconocimiento del pueblo colombiano. El efecto dentro de las organizaciones internacionales para el M-19 fue igualmente desastroso porque teníamos relaciones en París, Madrid, Roma, México, Lima y otras capitales del mundo y de inmediato esos gobiernos nos solicitaron salir de sus países. Y con razón, porque no había cómo explicar un error de esa naturaleza. ¿Cómo vivió usted los días siguientes a la toma del Palacio? Ese hecho trágico dañó a muchas familias y en mi caso generó un doble sentimiento de dolor porque ahí murieron mis mejores maestros. Soy abogado de la Universidad Externado de Colombia  y mi presidente de tesis fue Carlos Medellín, que murió en el Palacio; mis profesores de derecho penal fueron Alfonso Reyes Echandía y Mario Calderón,  también sacrificados allí. Al mismo tiempo murieron quienes militaban conmigo en el M-19, entre ellos Andrés Almarales, un hombre muy experimentado en temas laborales, gran disertador y orador y eso es un dolor que  cargo 30 años después. Pero, por doloroso que fue, ese hecho marcó el principio del proceso de paz del M-19. Dice que la toma al Palacio fue un error histórico, ¿se arrepiente de haber pertenecido al M-19? No, no me arrepiento; yo fui uno de los fundadores y fue una guerrilla que surgió en defensa de un derecho democrático bien importante y fue el triunfo popular que obtuvieron las mayorías en Colombia en las elecciones del 19 de abril de 1970. El M-19 es el único movimiento guerrillero de América Latina que surge para defender un triunfo democrático  de los ciudadanos y no como una guerrilla comunista. Quienes pertenecíamos a mi generación nos sentíamos excluidos con el acuerdo bipartidista del Frente Nacional. Ahora, que al tomar las armas esta organización haya incurrido en graves equivocaciones y en errores de tipo militar, es otra cosa; pero yo no me puedo arrepentir de lo que no hice porque no participé ni de la toma de decisiones ni de la instancia operativa realizada en el Palacio de Justicia. ¿Qué cree que perseguía realmente Andrés Almarales con el ataque? Entiendo que entre los objetivos estaba forzar la continuación de las conversaciones con el gobierno de Belisario Betancur. Después de su posesión, el 7 de agosto de 1982, el M-19 había identificado  una nueva postura y él hacía un reconocimiento de que  la causas del conflicto eran causas objetivas; es decir, la desigualdad, la pobreza, etc. y abrió una expectativa de negociación con las Farc y el M-19, que tuvo una vocería permanente en Bogotá, en residencias Tequendama, pero desafortunadamente el proceso entró en una profunda crisis a mediados de 1985. ¿Qué piensa de la versión que afirma que la mafia financió el operativo? Todos los hechos económicos, sociales y políticos de los 80 están afectados transversalmente por la presencia del narcotráfico en Colombia; en la historia del país tenemos que muchos partidos y aun sectores de la Iglesia y empresariales fueron  afectados por la presencia de dineros del narcotráfico. Y con mayor razón, todos quienes se encuentran en la ilegalidad es posible que  tuvieran contacto con los efectos del narcotráfico y su entorno económico. En ese contexto es posible que algún miembro del M-19 haya tenido relación con actores del narcotráfico, pero no tengo indicios de que concretamente Pablo Escobar haya entregado dinero para la toma del Palacio ni creo que el M-19 recurriera a ese dinero para hacerla. Se habla de que hubo un golpe de Estado muy breve. ¿Cree que las cosas pudieron tener  otro desenlace? Hay información de que el presidente Betancur, efectivamente, no tuvo plena independencia para tomar las decisiones, pero me fundamento en versiones que han sido difundidas ampliamente. Creo que ante el llamado del presidente de la Corte, doctor  Reyes Echandía, clamando que se cesara el fuego, y la ausencia de una respuesta del Presidente, sabiendo que Belisario era un hombre de inclinación pacifista, hubo algún factor  extraño que impidió que se suspendiera el fuego. Conviene para la historia del país que eso se esclarezca. ¿A lo largo de estos 30 años lo han buscado algunas víctimas para ayudar a aclarar los hechos? ¿Cómo ha sido esa experiencia? Por supuesto que son situaciones muy dolorosas para todos. Sí he tenido contacto con algunos familiares, algunas de las víctimas e incluso a algunos de ellos, después de procesos muy humanos de  acercamiento, les he pedido trabajar con ellos y me siento muy agradecido que me hayan dado la oportunidad,  no los menciono  por respeto, pero hay familiares de las víctimas con quienes me he solidarizado de manera permanente en su dolor y para mí ha sido un aliciente porque hemos construido una relación como seres humanos en el fortalecimiento y la lucha por la democracia colombiana. ¿Eso lo motivó,  ideológicamente, pasar de la izquierda a la derecha? Creo que es una  apreciación recurrente y equivocada  calificar  que el Centro Democrático es una posición de derecha; como decir que el M-19 representaba una posición de izquierda  a la manera clásica, que generalmente es de origen marxista leninista comunista, socialista, y el M-19  no tenía esa estirpe. En el Centro Democrático estoy porque considero que el expresidente Álvaro Uribe ha liderado un proceso esencialmente democrático de recuperación de la institucionalidad y justamente tiene que ver con la violencia. Un país que durante 200 años ha cargado con la violencias de toda índole requiere que finalmente podamos construir un Estado donde el monopolio legítimo de la fuerza nos una a todos los que estamos dentro de la legalidad. Me siento muy cómodo en el CD porque estoy siendo parte de un proceso de  confluencia democrática.  Jaime Bateman definía muy bien esa intención política gastronómicamente cuando hablaba del sancocho nacional.

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