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Jaime Aparicio, exatleta caleño. | Foto: Wirman Ríos / El País

ANCIANOS

"Nos cuidamos mejor que los de 20": el clamor de mayores de 70 para flexibilizar su cuarentena

Tras el anuncio en Colombia de extender la cuarentena hasta el 31 de agosto para los mayores de 70, algunos ‘setentones’ piden flexibilizar la medida y que les permitan regresar a sus labores. Crónica.

14 de junio de 2020 Por: Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes

Hace unos días el abogado Hugo Suárez Fiat, en unas de las caricaturas que comenzó a dibujar desde que se ordenó el confinamiento nacional por el coronavirus, se preguntó: ¿por qué no dejan salir a los de 70 si se cuidan mejor que los de 20? En la caricatura aparece él con una camiseta roja en la que estampó orgulloso: “SETENTÓN”.

En la misma semana en Francia se gestaba lo que los periódicos llamaron ‘la rebelión de las canas’. El presidente Macron ordenó que los mayores de 65 estarían obligados a permanecer en sus hogares “por tiempo indeterminado”, a lo que millones de sesentones, setentones, ochentones y noventones se opusieron. La psicóloga Marie Hennezel (73 años), reclamó un “debate ético de la medida”.

Pues bien, tras el anuncio del presidente Iván Duque de extender el aislamiento obligatorio para los mayores de 70 hasta el 31 de agosto, la ‘rebelión de las canas’ llegó a Colombia y Cali no es la excepción. Sus promotores promulgan que se trata de una rebelión “pacífica”, “amorosa”, pero sobre todo “inteligente”, apelando a los términos que utiliza el Presidente al referirse al aislamiento social en su programa de televisión de las 6:00 de la tarde.

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¿Cómo se ve afectada la población de la tercera edad debido al aislamiento?

El cardiólogo Adolfo Vera certifica que tiene 71 años, cumplidos el pasado 26 de febrero, pero asegura que luce como si tuviera 51 y se comporta como quien anda en los 31.

– Para dejar las cosas en claro – dice a carcajadas.

Al principio el aislamiento le resultó un periodo muy productivo. Se trasladó del apartamento donde vivía a una casa que construyó para sus bibliotecas, sus hemerotecas, sus pinacotecas. Así que, durante el encierro obligatorio, que comenzó el viernes 20 de marzo, se dedicó a organizarlo todo, como su colección de revistas, entre ellas la Alternativa de García Márquez, un trabajo que suponía le iba a tomar el resto de su vida y sin embargo ha logrado muchísimos avances.

– He estado ocupando el tiempo en cosas buenas: leyendo, escribiendo, retomando la pintura que hice en alguna época, repensando la vida. De manera que he aprovechado la pandemia para reconstruirme un poquito. No me gusta la palabra ‘reinventar’ porque se usa demasiado. Me gusta más ‘reconstruirme’.

El doctor Vera, quien tiene una hija, dos nietos y “una exesposa maravillosa”, vive solo, así que también se le puede encontrar en la cocina aprendiendo a preparar nuevos platos. Sin embargo, a estas alturas de la cuarentena ya se le hace necesario regresar al trabajo, sobre todo cuando aún está a la espera de una respuesta por su pensión y encima es su propio jefe, por lo que él mismo debe cobrarse el sueldo. La última vez que trabajó para una clínica o un hospital fue en 1992, época en que hizo parte del Seguro Social.

– Es decir que si no trabajo en mi consultorio, no gano un peso. Y yo soy absolutamente rígido en mis compromisos económicos. No dejo de pagar nada de lo que tengo que pagar.

En parte por ello, el doctor Vera está de acuerdo con la rebelión “respetuosa” e “inteligente” de las canas, que promueve que los adultos mayores puedan salir de nuevo a su trabajo, con todas las medidas de seguridad contra el coronavirus. Los de 70, añade, siguen siendo mentalmente productivos, espiritualmente activos, físicamente competentes, al punto que él jamás se planteó la jubilación.
Aspira a que la muerte lo sorprenda en su escritorio, atendiendo algún paciente.

– La caricatura que hizo Hugo Suárez es una mirada magnífica de la situación. Los mayores de 70 nos cuidamos muchísimo más que los jóvenes, y más si somos médicos. De manera que diría que el aislamiento hasta el 31 de agosto para los mayores de 70 debería repensarse, y dejar la responsabilidad de cuidarse del coronavirus en cada uno de quienes tenemos esta edad. La gente mayor tenemos la absoluta conciencia de nuestra responsabilidad con nosotros mismos. No es necesario que nos la indiquen, que nos la enseñen, ni mucho menos que nos la impongan.
El doctor Vera es consciente de que hace parte de la población de mayor riesgo de morir por el coronavirus. En el más reciente boletín epidemiológico de la Secretaría de Salud Municipal se lee que el 2.5% de los pacientes de Covid – 19 en la ciudad están en una unidad de cuidados intensivos, la mayoría de ellos pasan los 60, y el 4.4% en promedio fallece.

Sin embargo, insiste en que en esta pandemia son los adultos mayores los que mejor se cuidan, y parece cierto. En su caso no fuma, hace ejercicio a diario, consume suplementos dietarios como zinc, selenio, vitamina c y d, además de una sagrada copa de vino tinto.

A los adultos mayores que salen a la calle también se les ve con doble tapabocas, caretas, frasco de gel antibacterial en el bolsillo de la camisa o el pantalón y miran para todas partes, como asegurándose de que nadie esté a menos de dos metros de distancia.

Cuando sale a caminar por su barrio con las debidas protecciones, la maestra Gloria Botero (67), fundadora del colegio La Arboleda, le recuerda incluso a los jóvenes que se encuentra por ahí la importancia de las mascarillas. Es muy común, dice, encontrarse muchachos sin tapabocas, por lo que su papel como educadora se extiende a la calle en estos tiempos de pandemia.

Gloria entiende la “voluntad amorosa de protección” con la que el gobierno decretó la medida de confinamiento para las personas de su edad, “los más grandes”, pero comparte la opinión del cardiólogo Adolfo Vera: a estas alturas ya es suficiente la experiencia, el recorrido, el conocimiento, como para que los que pasan de 60 se puedan proteger a sí mismos del Covid – 19 sin que un decreto los obligue a permanecer en la casa. Lo que ella propone es una “libertad con responsabilidad”.

Cuando comenzó el confinamiento tuvo una especie de conflicto personal. El encierro no le gustaba. Tras 45 años de salir a trabajar desde las 8:00 de la mañana para volver a las 7:00 de la noche, jamás desarrolló un deleite por quedarse en la casa. Ni siquiera el domingo. Así que al principio de la cuarentena se sintió prisionera. “Una sensación agobiante”.

Con el transcurrir de los días aprendió a encontrar la plenitud en lo más cercano. Se apropió de un lugar de su casa que antes no utilizaba, y desde ahí toma clases virtuales de escritura, o hace viajes a través de YouTube a lugares donde nunca había ido o regresa a donde alguna vez estuvo. En su taller de escritura Gloria escribió un Diario de la Cuarentena en el que se lee: “Cada día ha representado una forma de vida diferente, una innovación, venciendo el miedo, aprendiendo cada día nuevas cosas”.

El escritor Fernando Cruz Kronfly, quien supera los 70 pero al teléfono se escucha como de 40, aprovechó el confinamiento en una finca para terminar un libro de poemas en el que trabajaba desde hacía 5 años: ‘El hijo del hombre’.

Fernando reconoce que está contento en el encierro. Entiende las dificultades de quienes no tienen cómo refugiarse de manera segura y en lo posible ha sido solidario con ellos, pero le es inevitable no sentir que el confinamiento es el estado ideal de todo escritor.

Sin embargo está de acuerdo en que no debe ser una imposición, sobre todo para los mayores de 70. Basta mirar por la ventana. En la sociedad de consumo, los jóvenes no estaban preparados para la cuarentena, luego salieron a la calle. Organizaron fiestas, hicieron de la noche jolgorio y la cuarentena pronto se desgastó. En cambio muchos de los que tienen más de 70 siguen en la casa de manera voluntaria, sin necesidad de una ley que lo ordene.

Si Fernando se encontrara al presidente Duque, está seguro que lo invitaría a un aguardiente y le diría “muchas gracias por la preocupación por los viejitos, pero nosotros nos cuidamos”.

Al periodista Umberto Valverde se le puede ver dos veces en la calle mientras hace vueltas que, explica, no se le delegan a nadie. Como el manejo de la cuenta bancaria. Es un asunto tan personal como la vida privada. Ni siquiera la esposa debería saber cuánto hay en el banco, considera.

— Yo por lo menos no lo digo.

Cuando sale, Umberto lleva tapabocas, un frasco de gel antibacterial, y como en el banco lo conocen y no hace fila, tarda un máximo de 15 minutos. “Son salidas fugaces”. La otra razón por la que sale es por salud. Tiene un marcapasos, y los cardiólogos le recomendaron caminar todos los días entre media hora y 45 minutos.

Así que a las 11:30 de la mañana va rumbo a la panadería de su barrio, “para estirar las patas y tomar el sol fuerte del mediodía. Soy un paciente obediente”.

Umberto se pregunta cómo se les ocurrió a quienes diseñan las medidas contra el Covid confinar a los adultos mayores para que no caminen.
— Eso va contra toda normalidad de la salud. Otros no están saliendo a los controles de sus enfermedades o a hacerse los exámenes, y eso de que la atención se hace a domicilio o que los medicamentos los mandan no ocurre. La falta de control de las enfermedades de los que tenemos más de 60 puede matar a más gente que el Covid. Me siento ‘encanado’.

Yolanda Fiat (87) se siente más bien “enclaustrada”. Ella hace parte de quienes acogen al pie de la letra la orden de confinamiento, así eso haya tenido una consecuencia terrible: cerrar la floristería que abrió hace 53 años, en 1967: ‘No me olvides’. El nombre es el mismo de una flor pequeña, el detalle infalible que los abuelos le regalaban a las abuelas.
Yolanda era la gerente de la floristería pero también la secretaria, la que tomaba los pedidos y hacía las cotizaciones, la que se encargaba de los arreglos florales de matrimonios, de bautizos, de aniversarios (dirigió los arreglos florales para la visita del Papa en 1986) pero encerrada era imposible continuar con la empresa que era su orgullo.

– Me sentía plena allí. Pero lo que más me duele en esta pandemia es no poder mandarles flores a las personas que fallecen, sobre todo a mis amigos y a mis clientes. Y acá encerrada sigo pensando en qué voy a hacer cuando acabe este enclaustramiento. Debo seguir trabajando. Tengo 87 años pero no me siento capaz de quedarme sin hacer nada. Lo más probable es que continúe haciendo decoraciones, así sea en mi casa. Las flores son mi vida.

El exatleta y arquitecto Jaime Aparicio también está de acuerdo con la medida de confinamiento del gobierno. Si a sus 91 años unas empanadas bailables le hacen daño, qué decir del coronavirus. Sin la medida, cree Jaime, a los adultos mayores les puede dar por salir al supermercado, al banco, aquí y allá, exponiéndose al contagio.

El comentarista deportivo Mario Alfonso Escobar, el doctor Mao, piensa algo similar. Hace unos días escuchó en la televisión al “hombre fuerte de la salud en Suecia”, el epidemiólogo Anders Tegnell, quien reconoció que se equivocó al no decretar el confinamiento ni ordenar el cierre de los restaurantes. En ese país la cifra de muertos por Covid se acerca a 5000.
Aunque el doctor Mao reconoce que el confinamiento es otra tragedia, sobre todo para él: un periodista que no puede salir.

— Ojalá cese la horrible noche.

El abogado Armando Barona Mesa recuerda sin embargo que son precisamente los mayores de 70 los que están dirigiendo al mundo en plena pandemia y por lo tanto, no deben confinarse. Ahí está la señora Ángela Merkel en Alemania, por ejemplo. O los romanos, que para honrar a sus ancianos los llamaban Senex, que traduce el ‘viejo sabio’. También es el origen de la palabra ‘senado’: los ancianos destinados a tomar decisiones de gran importancia.

Por ello el abogado Barona considera que no se puede pensar que los mayores de 70 “somos muebles viejos, personas echadas al olvido que debemos archivarnos en la casa”, y propone entonces no hacer la rebelión de las masas de Ortega y Gasset, sino la rebelión de las canas.
– Cada cana está cargada de sabiduría.

Diabéticos, entre los de mayor riesgo por coronavirus

Los pacientes diabéticos de tipo 2 mayores de 75 años y que sufran complicaciones relacionadas con su enfermedad tienen más riesgos de sufrir una forma grave de Covid-19, según un reciente estudio publicado en Francia.

Hasta ahora se sabía que la diabetes era uno de los factores agravantes frente al virus SARS-CoV-2. Un diabético tiene más riesgos de sufrir una forma severa de la enfermedad y de morir, al igual que los obesos, así como las personas con problemas de hipertensión o los adultos mayores.
Pero ningún estudio se había centrado hasta ahora en los detalles para saber qué tipo de diabéticos sufren de forma grave el Covid-19.

Un primer estudio publicado en la revista especializada Diabetología analizó las características de 1.317 diabéticos que habían sufrido una forma grave de Covid-19 y que fueron hospitalizados en Francia entre el 10 y el 31 de marzo.

El estudio “ha permitido tener una fotografía más precisa del paciente diabético de riesgo”, según el endocrino Bertrand Cariou que coodirigió este trabajo. Cariou hace parte del del Hospital Universitario de Nantes.
La investigación determinó que los diabéticos con mayor riesgo ante el SARS-CoV-2 son los mayores, los que sufren de diabetes del tipo 2, la forma más frecuente de la enfermedad, con complicaciones (cardíacas o renales) y que tienen sobrepeso.

Y estableció también que hay muy pocos pacientes diabéticos del tipo 1 entre las formas severas de Covid (solo el 3% de los casos).
Cuando se buscan los factores de riesgo de muerte, se encuentra en primer lugar a los diabéticos de más de 75 años. “Tienen 14 veces más riesgo de morir después de siete días de hospitalización que los que tienen menos de 55”.

Los que sufren complicaciones relacionadas con la diabetes (retina, riñones, cardivascular) también tienen mayores probabilidades de morir de Covid-19.

El estudio no ha evaluado los riesgos comparados entre diabéticos y población general de sufrir una forma grave de Covid-19. Pero los datos precedentes indican un riesgo doble e incluso triple para los diabéticos, de ser admitidos en reanimación.

La principal lección del estudio es que habría que “personalizar los mensajes de prevención para los pacientes diabéticos a la hora del desconfinamiento”, centrándose en los mayores que sufren complicaciones, recomienda el profesor Cariou.

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