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Adalberto Sánchez Gómez, director del Instituto de Investigación y Desarrollo en Prevención de la Violencia y Promoción de la Convivencia Social, Cisalva. | Foto: Especial para El País

VIOLENCIA

"Cali necesita un verdadero cambio socioeconómico": Director de Cisalva

Adalberto Sánchez, director de Cisalva, pide nueva apuesta contra la inequidad, la violencia y la pobreza. Llamado a gobernantes locales para que se conviertan en "líderes del desarrollo".

11 de junio de 2021 Por: Alfredo García Sierra / Reportero de El País

Aunque Cali es una ciudad que se caracteriza por su espíritu deportivo, alegre y cultural, enfrenta hoy una diversidad de problemas que deben resolverse con un fortalecimiento económico y social de largo plazo. Para ello se requiere el apoyo fundamental de toda la sociedad en aras de superar un descontento que lastimosamente desembocó en bloqueos viales, acciones violentas, y hasta en mayor inseguridad, desde hace 45 días.

Este es uno de los llamados que hace Adalberto Sánchez Gómez, director del Instituto de Investigación y Desarrollo en Prevención de la Violencia y Promoción de la Convivencia Social, Cisalva, de la Universidad del Valle, tras analizar lo que está sucediendo hasta hoy.

Según el experto, es clave que las comunidades excluidas se integren a la ciudad con empleo, educación y oportunidades, un papel que deben impulsar la Alcaldía y la Gobernación del Valle junto al apoyo del empresariado, no como un simple costo sino como una inversión.

Cabe recordar que Cisalva, creada en 1995, es una institución referente que ha realizado importantes diagnósticos con el fin de diseñar, ejecutar y evaluar programas, proyectos y metodologías que contribuyan al entendimiento y prevención de la violencia en la capital del Valle.

De hecho, fue reconocida por la Organización Mundial de la Salud/Organización Panamericana de la Salud (OMS/OPS) por haber sido Centro Colaborador en Prevención de Lesiones y Violencia durante 18 años.

Cali sigue siendo una ciudad violenta y así lo reflejan las cifras: entre enero y mayo los homicidios sumaron 526, superiores a los 401 de igual lapso del 2020. ¿Qué explica ese crecimiento?

El 2021 ha sido un año con muchas distorsiones, entre ellas la situación coyuntural que estamos viviendo. El paro y sus manifestaciones han traído una reacción de varios sectores que ha llevado a eventos como las muertes violentas en la ciudad. Pero definitivamente, el factor económico tiene una alta incidencia en ese comportamiento, pues a mayor crisis y mayor depresión económica, los indicadores de empleo y productividad bajan, e igualmente las tasas de inseguridad sufren por estas condiciones. Vemos una ciudad con una depresión muy marcada, lo cual lleva a condiciones que son propicias para problemas de convivencia en vista de que aumentan las riñas, el consumo de licor y sustancias sicoactivas, que siempre están ligadas a las muertes violentas.

¿Qué hacer entonces frente a este estallido social con violencia, inseguridad y otros factores en Cali?

Tenemos un caldo de cultivo para todo lo que está sucediendo. Y lo que algunos llamarían como la ‘tormenta perfecta’ en la ciudad, con muchos elementos de confusión lo cual hace imposible diseñar estrategias para mitigar rápidamente y esos efectos negativos de los indicadores.

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¿No es una vergüenza que mostremos al mundo ese carácter violento, cuando Cali siempre se caracterizó como la urbe de la salsa, el turismo y el deporte?

El fenómeno nuestro también obedece a un fenómeno global. Para nadie es un secreto, y más cuando miramos a un país como Estados Unidos que tiene un gran desarrollo. El año pasado hubo allá una grave crisis social que produjo eventos similares a los que estamos viviendo, con manifestaciones masivas y enfrentamientos entre la población. Eso es algo mundial, y no es simplemente decir que tenemos una cultura de agresividad en Cali. Eso es mucho más complejo, e insisto en que el factor económico juega un papel muy importante.

El mundo actual está viviendo un escenario donde los modelos de alta competitividad generan un individualismo de tipo acumulativo que influye sobre la sociedad en general. Es decir, con más desequilibrios e inequidad, mientras los grupos vulnerables en vez de disminuir, aumentan. Es lo que se observa hoy en nuestra ciudad de manera dramática, pues se trata de población vulnerable que ha crecido frente a la que teníamos el año pasado y en 2019. Eso genera condiciones que van en contra de la seguridad ciudadana y la convivencia como tal.

¿Entonces retrocedimos en el campo social?

Infortunadamente, Cali se ha etiquetado como una ciudad donde se premia mucho la actividad lúdica, que es muy importante. Pero eso ha marcado y dejado una huella de bajo desarrollo. La industria y los sectores productivos, que son la economía del conocimiento, no se han fortalecido en la ciudad. Y aquí cabe un gran llamado a las administraciones locales, pues si bien somos una ciudad abierta y en materia de diversión y deporte, eso hay que complementarlo también con una estructura económica fuerte.

Cali podría ser, por ejemplo, un gran centro, inclusive a nivel latinoamericano, para servicios en salud de alto nivel, lo que generaría mayor estabilidad económica que las mismas industrias de la diversión. Hay que mirar otros horizontes para producir mayor estabilidad en la sociedad con un papel del Estado mucho más fuerte como sucede en los países nórdicos.

¿Por qué fortalecer el Estado, cuando muchos analistas y expertos piensan lo contrario?

Uno de los errores que hemos cometido desde hace unos 40 años es haber desfortalecido el Estado, cuando este juega un papel muy importante en la economía y no para que actúe solo como un regulador silencioso. En países de alto desarrollo, como Corea del Sur y Singapur, donde hay estabilidad, los Estados son fuertes.

En este sentido hay que hacer un llamado a los líderes del Estado, y en nuestro caso al Alcalde y la Gobernadora, para que se conviertan en líderes del desarrollo y piensen en un verdadero plan estructural. Traer más recursos desde el Gobierno para superar esta crisis es importante, pero solo sería un ‘pañito de agua tibia’ para el corto plazo. Los problemas de fondo no se han atacado. En cinco años podría suceder otro estallido social como el actual.

¿Han fallado entonces las políticas locales en materia de desarrollo económico y social en la ciudad?

No han sido políticas continuas. Y eso nos sucede cada cuatro años. Un ejemplo de ello fue cuando hubo el cambio de la administración Armitage a la de Ospina. Fue un ‘borrón y cuenta nueva’ y no hubo ese ejercicio sano de continuidad de lo bueno y corrección de lo que no estaba bien. Los sistemas de Gobierno necesitan cada vez estar mejorando, y no poner solo el espejo retrovisor para endilgar culpas, sino de responsabilidad como tal. Existen la capacidad y los suficientes recursos para generar un cambio.

Cali es una ciudad diversa y que le abre los brazos a todos. ¿No cree que esas migraciones podrían haber sobrecargado al municipio con problemas de otras regiones?

Las fronteras de Cali no son las del Plan de Ordenamiento Territorial, POT, sino que se extienden hacia todo el Suroccidente colombiano. Tenemos incluso hasta la influencia de grupos ilegales mexicanos. Con ese contexto, y cuando la identidad y la idiosincrasia no se arraigan –por la gran mezcla de culturas y de pensamientos— eso trae problemáticas serias.

Pero la pluralidad también es parte de la identidad caleña...

Nos jactamos en Cali de tener un mundo más variado en materia de riqueza cultural, pero sino se canaliza de manera adecuada, eso siempre implicará problemas, y es lo que estamos viendo en las zonas de alta vulnerabilidad entre la Calle 25 y el Jarillón, lo mismo que en las laderas. Esa diversidad poblacional no logra homogenizarse, sino que entra en una condición antagónica con la ciudad raizal. Nos falta una verdadera integración cultural para que todos pensemos por igual en el futuro de Cali, y no en hábitos de manera cerrada que traen tensiones como las de hoy con los bloqueos viales.

¿A qué obedece que la mayor parte de los muertos en hechos violentos en Cali sean de personas jóvenes?

Es la población más vulnerable. Para nadie es un secreto que en ese grupo poblacional hay mayor exclusión, pues muchos jóvenes no pueden vincularse al sector productivo, al no contar con condiciones educativas y de competitividad. Por eso son presas fáciles de los riesgos de inseguridad al vincularse a grupos al margen de la ley para satisfacer sus necesidades económicas. Ese un gran problema que tenemos en Cali.

A propósito, ¿cuál es su percepción frente a las protestas, que derivaron en cada vez más en hechos de violencia y vandalismo alejados de la protesta pacífica?

Hoy tenemos una epidemia no solo del covid, sino una epidemia de la intolerancia. Esta inequidad social ha aumentado esas conductas de intolerancia entre los individuos cuando manejan o van por la calle. No hay empatía, precisamente por esa amalgama cultural que tiene la ciudad. Y hay espejos de esa problemática, incluso en dos ciudades estadounidenses como son Detroit y Pittsburgh, que tuvieron crisis similares a las nuestras por poca inclusión social. Ambas ciudades, sin embargo, tomaron caminos diferentes, ya que mientras Detroit continúa sumida en problemas de inseguridad y criminalidad, Pittsburgh pensó en un nuevo contrato social. Es el escenario de la oportunidad para Cali de recomponer su modelo socioeconómico. Para ello necesitamos una sociedad más solidaria y no solamente caritativa. La sociedad caleña debe apostarle a eso no como un costo, sino como una inversión.

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¿Eso significa que Cali requiere un nuevo contrato y un verdadero cambio social y económico para enfrentar ese descontento y la violencia?

Exacto. Y rescatar valores como el civismo, que era característico en la comunidad caleña y del Valle del Cauca. Recuerdo cuando teníamos aquel eslogan de ‘Cali linda, Cali limpia’ y se instalaron los primeros paraderos de buses donde todo el mundo hacía filas ordenadas. Era el civismo que obligaba a la gente a cumplir las normas. Todo eso se perdió y por lo tanto la apuesta es un nuevo contrato social con el que se puede recuperar esa condición de legalidad y de civismo, no pensando de manera individual competitiva, sino cómo vamos a estar todos bien, respetando las diferencias de tipo económico y facilitando los espacios para que otros logren ese progreso. De esta manera, se superará el deterioro de la estructura social de la ciudad.

Usted plantea ese nuevo rumbo, pero en materia educativa, ¿cuál podría ser ese cambio en la ciudad?

Precisamente las grandes economías que han surgido tienen como elemento transversal la educación. Esa apuesta no debe asumirse como un costo, pues siempre se afirma que la educación es algo muy costoso, cuando la realidad es que se trata de una inversión que genera una altísimo retorno. Al contarse con una sociedad más competente hay mayor chance de convertirnos en una sociedad sostenible, menos violenta y con mejor convivencia.

Se requiere mucha capacidad de gestión de los mandatarios...

Por eso, entre más incompetentes seamos, nos veremos abocados a ver lo que sucede hoy en Cali, aunque no es un fenómeno propio de la ciudad. Es algo similar en todas las capitales colombianas donde existe una incompetencia a nivel gubernamental.

Protestas violentas

Ha quedado claro que los violentos han infiltrado las protestas. ¿Esto desdibuja esa manera de reclamarle al Gobierno?

Es un fenómeno bien complejo. Reducir la manifestación a la condición de que algunos quieren aprovechar una situación individual no es el único factor. Creo que se ha interpretado mal este nuevo escenario que vivimos y mi concepto es que se deben solucionar de manera inteligente los problemas; no con represión, sino por la vía del diálogo.

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