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“Las víctimas de este país tienen un corazón muy grande”: así reflexiona un coronel (r) que se confiesa responsable de ‘falsos positivos’
Luis Fernando Borja, quien cuenta en más de 70 las personas a las que dañó con ejecuciones extrajudiciales, estará el próximo miércoles en la Universidad Javeriana, junto a Rodrigo Londoño, quien en época de guerra era conocido como Timochenko, en el evento ‘El Diálogo restaura: un espacio incluyente en Cali.
“Yo no tengo amigos en la Fuerza Pública; tratan de no estar muy cerca de mí, porque digo muchas verdades. Dicen: ‘es un vendido, se pasó para la izquierda, era un infiltrado’. Pero la verdad es que yo no dependo de ninguno de esos funcionarios o exfuncionarios, mi compromiso ahora es con las víctimas y cumplirle a la JEP”.
Él es el Luis Fernando Borja, un coronel retirado del Ejército Nacional que anda recorriendo las universidades del país para hablar de reconciliación. Pero no lo hace solo, lo acompaña Rodrigo Londoño, quien en época de guerra era conocido como Timochenko y comandaba las extintas Farc.
¿Cuándo supo usted que iba a ser capturado como responsable de ‘falsos positivos’ y cómo procedió?
En el 2008 contacté a un abogado y le dije: ‘necesito presentarme a la Fiscalía’, y resulta que nunca hizo nada, sino que me robó el dinero. Así que en el 201o, cuando me llamaron a calificar servicios, no dudé en presentarme. Yo ya sabía que había una orden de captura, pero no la habían hecho efectiva, y no entendía por qué. En Fusagasugá, los miembros del CTI me dijeron: ‘en el sistema no aparece ninguna orden de captura’, y les dije: ‘llamen al Fiscal 36 de Derechos Humanos y díganle que me estoy presentando’, y el fiscal dijo: ‘sí, yo la tengo guardada en mi escritorio’. Entonces empecé a contarle a la Fiscalía todo lo que había hecho. Inclusive, llevé cuadros de las muertes por operaciones, el nombre de las operaciones, quién la había hecho, al mando de quién iba la patrulla, qué día y coordenadas, menos nombres de víctimas, porque todas eran NN.
¿Y cómo se da el paso de su caso a la JEP?
En el 2016, cuando se firma el Acuerdo de Paz, los de la JEP fueron a las cárceles donde había militares y nos dijeron de esa opción para los que teníamos delitos en el marco del conflicto armado: ‘Hay unos formatos, llenénlos y estudiamos si entran o no dentro de la JEP’. Yo lo hice y me dijeron: ‘vamos a estudiar la libertad condicional anticipada’, que debía ser después de cinco años de que uno estuviera preso, y yo llevaba siete años. Entonces, me dieron la libertad condicional anticipada en el 2018.
¿Cómo conoce a Rodrigo Londoño, el último comandante de las extintas Farc?
Un amigo militar retirado vino a Quimbaya y me dijo: ‘voy a ir a entrevistarme con Rodrigo Londoño, a ver si me ayuda en un tema’. Rodrigo tenía una fundación acá, antes de que descubrieran el atentado que le iban a hacer. Mi amigo me invitó, lo conocí y le pedí un favor, porque necesitaba sacar a mi hija del país y quería que se fuera a Europa. Él me dijo: ‘vamos a mirar cómo lo puedo ayudar’.
¿Y cómo les surge a ustedes dos la idea de ir a hablarles a los universitarios?
Después de ese primer encuentro, seguimos visitándonos. Yo fui como tres veces a diferentes sitios adonde él se pasaba. Luego hubo un documental que hizo María Jimena Duzán conmigo y otras personas, y me dijo: ‘quiero visitar a Rodrigo Londoño’; yo le digo que lo conozco y entonces hay una escena en la que él aparece jugando ajedrez conmigo.
Ahí me dijo: ‘yo quiero que usted me acompañe a un viaje al exterior para hablar de paz’. Respondí: ‘si me invitan, y la JEP me deja, voy’. En ese esperar, una vez me invitó a almorzar, estaba con la esposa y el niño, y le dije: ‘Rodrigo, ¿no le parece que nosotros deberíamos hacer algo aquí en Colombia, con las universidades, y comentar esto que usted está haciendo por su lado y yo por el mío?’. ‘¿Sabe que sí?, hagámoslo’, me dijo. Entonces hice el proyecto, lo miramos y lo corregimos. Luego me dieron cita en Naciones Unidas, en Bogotá, pero él me dijo: ‘no puedo asistir, estoy muy embolatado en otras reuniones; vaya y hable por los dos’. Fui, me entrevisté con Raúl Rosenthal y otros funcionarios y me dijeron: ‘tiene razón, nos gusta’. Entonces una amiga nos llevó a la Javeriana y allá dijeron: ‘hagámoslo’.
¿Y cómo ha sido la experiencia?
Bien gratificante, porque un muchacho de esos tendría 8, 9, 7 años cuando todo eso ocurrió, entonces no pensamos que iba a ser de interés para ellos, y resulta que sí, el tema de la paz y la reconciliación les llama mucho la atención. Ha sido muy chévere todo este proceso y cada vez nos llevamos más sorpresas buenas. En todas las universidades que hemos estado, ha sido muy buena la acogida. Esperemos que en Cali sea lo mismo.
¿Usted es consciente de que, como exmilitar, esto le puede generar problemas y ponerlo en riesgo?
He tenido muchos problemas. Este año no he estado tan visible porque los procesos de reconciliación han estado muy parados, pero no me da miedo, porque hay que decir la verdad y aceptar responsabilidad; lo único que necesitan y esperan las víctimas es que uno sea consecuente con lo que aceptó al firmar con la JEP: un compromiso de verdad pura y sin contemplaciones.
No tengo amigos en la Fuerza Pública; tratan de no estar muy cerca de mí, porque digo muchas verdades. Al Ejército no le gusta escuchar que me enseñaron ciertas cosas. Dicen: ‘es un vendido, se pasó para la izquierda, era un infiltrado’. Pero la verdad es que yo no dependo de ninguno de esos funcionarios o exfuncionarios, mi compromiso ahora es con las víctimas y cumplirle a la JEP.
¿Por qué se dieron los ‘falsos positivos’ en Colombia?
Las ejecuciones extrajudiciales en Colombia no nacieron en el 2002 ni en el 2003, ni en el 2007 o 2008. Yo entré al Ejército en 1984, a la Escuela Militar, y salí como teniente en diciembre del 2006 y empecé a conocer ejecuciones extrajudiciales. Yo hablo desde el 2007, que empecé a ejercer como oficial del Ejército en Cimitarra, Santander, pero me contaban mis superiores que eso ya existía y se llamaba legalización; así le decían a uno: ‘hay que legalizarlo, y ponerle su paquetico’. Lo que pasa es que antes a uno no le exigían reporte de resultados: yo estuve en brigadas móviles, batallones de contraguerrilla y unidades militares donde nunca exigían muertos.
A partir del 2005 empieza mi general Montoya a exigir muertos. Ahí empezó la debacle para el Ejército, porque a uno lo medían era por muertos. Cuando estuve de comandante en el Batallón Sumapaz Fusagasugá, Cundinamarca, no tenía ninguna baja; tenía 60, 70 o 90 judicializados, y una vez llegó el comandante del Ejército, mi general Montoya, iba de civil, y me dijo: ‘¿cuántas bajas tiene?’: ‘Ninguna, mi coronel’. Y le dijo a una persona que iba con él: ‘Ayudante, apúntelo, porque ya vamos a relevar a este coronel inepto, no sirve para nada, tiene que irse de acá'’.
¿Qué piensa hoy del proceder que usted empezó a asumir entonces?
Que el afán de quitarnos presión de los superiores nos hizo ser poco inteligentes, porque pensamos que nos iban a dar de baja y que hasta ahí nos iba a llegar la carrera, que éramos ineptos; era una presión grande y yo decidí hacerlo, pero a mí nadie me dijo: ‘hágalo’. Todo mundo lo estaba haciendo, pero la decisión fue personal y poco inteligente, porque hubo oficiales y coroneles que dijeron: ‘mejor me voy trasladado o me voy de baja, pero no hago eso’,; muy poquitos, pero lo hicieron; fueron personas inteligentes.
Yo tomé la decisión y por eso a nadie le echo la culpa. Ah, que todos los generales sabían que estábamos matando gente por dar resultados, lo sabían, y también son responsables, pero la JEP evaluará qué responsabilidad le toca a cada general y comandante de brigada, al comandante general y al comandante del Ejército de esa época, y les dirá: ustedes también son responsables. Yo siempre he dicho: a mí nunca me dieron la orden, yo tomé la decisión, pero mi general sabía lo que yo estaba haciendo.
¿Cómo va su proceso en la JEP?
Nadie ha recibido la primera sanción pública, ni de Fuerza Pública, Farc o terceros. En mi caso, la JEP ya escuchó las partes, sigue la audiencia de contrastación, que será virtual, aunque la JEP sí va a estar con las víctimas en Sincelejo y Barranquilla, y después siguen las audiencias de reconocimiento de responsabilidad. Yo ya he hecho reconocimiento de responsabilidad, pero no por el lado de la JEP, sino por el lado personal y en presencia de la Comisión de la Verdad. Lo hice con algunas víctimas, porque son muchas y no las he ubicado a todas porque, primero, es muy difícil y, segundo, no las puedo ubicar directamente, porque si a una víctima le dicen: ‘la está buscando el coronel Borja’, lo primero que pensará es: ‘me va a matar’.
¿Y cómo fue eso de encontrarse frente a frente con sus víctimas?
He tenido dos eventos con víctimas: uno privado, con las víctimas de Toluviejo, y uno público, de reconocimiento de responsabilidad. El año pasado nos reuníamos cada mes, pero este año no lo hemos hecho, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad. Y tuve un encuentro privado con víctimas del Sumapaz, también con la Comisión de la Verdad, hace dos años. Esos encuentros fueron diferentes, porque con Toluviejo hubo preparación psicosocial por parte de la Comisión de la Verdad durante más de un año, porque la víctima no puede encontrarse de sopetón con la persona que asesinó a su esposo o a su hijo, y sí, fue un momento duro, pero nunca irrespetuoso de parte de ellas; siempre hacen muchas preguntas, porque lo que quieren es saber por qué pasó eso y cómo pasó.
Y con las víctimas de Sumapaz, ¿cómo le fue?
Ellas solo llevaban un mes de preparación con la Comisión y hubo un momento muy tenso y tuvimos que parar porque las víctimas no aceptaban la verdad que yo les estaba dando. O sea, yo lo digo como verdad, pero ellas tienen otra versión de lo que pasó. Me dijeron: ‘no le creemos, usted es un mentiroso y un asesino’, y yo les dije: ‘sí, soy un asesino, no soy un mentiroso, pero acepto que ustedes no me crean’, y les propuse: ‘no me crean a mí, creamos en el dictamen que diga la JEP, porque ellos tienen sus investigadores y esperemos que ellos digan qué fue lo que pasó con sus familiares, si fueron fusilados y después amarrados’, porque esa es la versión que ellos tienen. Yo fui el que planeó desde el primero hasta el último minuto la muerte de sus familiares. No la ejecuté, pero sí la planeé, pero no me creyeron.
Todas las víctimas y los momentos son diferentes, pero nunca ha habido una con la que me haya sentido maltratado, que sería lo normal, que me dijeran de todo. Las víctimas de este país tienen un corazón muy grande: aceptar a su victimario, escucharlo, y que después algunas digan: ‘acepto sentarme con usted’ y a veces hasta ‘lo perdono’, no es cualquier cosa.
¿O sea que su accionar fue especialmente en el norte del país?
Yo tengo víctimas en la Costa, en Barranquilla, Cartagena, Montería, Sucre, Santa Marta, Magangué y Cundinamarca, son la mayoría son en la costa donde más tengo víctima yo Cundinamarca, son más de 70.
¿Por qué cree que en Colombia es tan difícil hablar de reconciliación?
Lo que he analizado es que con las víctimas la reconciliación no es sencilla, pero no es difícil, y menos con las personas con las que nos enfrentamos durante tantos años, que son las exfarc. Yo estoy en una mesa de 20 excombatientes con Farc, M19, ERP, EPL, ELN, todos desmovilizados, y nunca hay irrespeto, nos escuchamos.
El problema es cuando hay plata. Yo le decía a la Decana de la Javeriana, con quien hablamos de eso: hay tanta plata la Paz, que el problema está en los entes externos que entran a ‘facilitar’ y a ‘ayudar’ en esos procesos y se desarma todo, porque están detrás del dinero, y el dinero corrompe.
Pero a veces la sociedad civil tampoco está muy dispuesta al tema...
Yo he dado el ejemplo de mi familia, que nunca sufrieron esto y son los más difíciles; las personas que nunca han sufrido esto son los que ponen mayores obstáculos para que esto se dé. Entonces hablamos de dos barreras: la primera son las organizaciones que a veces apoyan estos procesos y los torpedean, y la segunda serían las personas de a pie que no saben qué es sufrir la violencia y se oponen porque tienen un sesgo demasiado hacia la derecha, diría yo, y esa presión dificulta esto. Esos serían los dos obstáculos que veo para la reconciliación: los que no creen y los otros, que creen, pero torpedean por diferentes cosas y una de ellas es el dinero.
El diálogo restaura, en la Javeriana
El Diálogo Restaura: un espacio incluyente en Cali se llama el evento que, en el marco de la XXXVII Semana por la Paz, se realizará este miércoles 11 de septiembre en la Universidad Javeriana Cali, a partir de las 8 de la mañana.
Con él se busca “generar un espacio de diálogo entre comparecientes de la JEP, víctimas y diferentes sectores de la sociedad civil, para seguir construyendo paz y promoviendo la reconciliación en Colombia”.
El certamen se realiza en el marco de la XXXVII versión de Semana por la Paz, bajo el lema Uniendo Voces Construimos País, y del XIX Encuentro de la Cátedra Internacional Ignacio Martín Baró.
Además de Luis Fernando Borja y Rodrigo Londoño, impulsores de la iniciativa, han sido invitadas víctimas del conflicto armado en el país como Fabiola Perdomo, Sigifredo López y Maurice Armitage, además de delegaciones de Toluviejo, Revipaz y Bojayá.
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